Tokio Hotel World

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^-^Dediado a todos los Aliens ^-^


    Parte I: Capitulo 7

    Alisson Kaulitz
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    Mensaje  Alisson Kaulitz Jue Ago 18, 2011 8:43 pm

    No estuvo consciente del todo hasta el día siguiente. Recordaba haberse despertado en la sala de reanimación, y luego se quedaría de nuevo dormido, despertándose ya en su habitación. La primera persona a la que vio fue a su madre, sonriendo ampliamente al verle abrir los ojos y reconocerla.

    Se sentía aún algo atontado pero poco a poco se fue despejando y disfrutó de la compañía de sus padres. Sus amigos le mandaban recuerdos, sabían que esa noche era solo para la familia y le irían a ver a la tarde siguiente.

    Cuando despertó esa mañana se asombró a si mismo al sentir un hambre intensa, pensaba que no se sentiría bien hasta dentro de unos días pero que su estómago protestara a primera hora de la mañana le hizo sonreír.

    Enseguida su madre avisó a una enfermera y le trajeron un vaso de leche solo.

    -Irás ingiriendo sólidos poco a poco-explicó Moritz.

    Había ido a verle a pesar de que su guardia había terminado, pero dada su amistad con sus padres pensaba quedarse un tiempo más en el hospital. Se tomó la leche con la ayuda de su madre a través de una pajita, y cuando terminó se sintió muy cansado.

    -Es normal Tom, no te preocupes-dijo Moritz al escucharle resoplar-Acabas de salir de la operación y cualquier gesto significará para ti un terrible esfuerzo.

    -Pensaba que con mi corazón nuevo, me despertaría mucho mejor...pero sigo como antes-murmuró Tom recostándose en las almohadas.

    -Con el tiempo lo estarás, no tengas prisas hijo-dijo Jörg riendo.

    -Tom no tiene paciencia-explicó Simone mirando a Moritz-Desde que era niño siempre ha sido un torbellino, siempre se iba andando al colegio porque decía que el autobús tardaba mucho en llegar.

    -Mamá...-resopló Tom sonriendo.

    Jörg miró a su hijo y le guiñó un ojo, él era el único que sabía que eso era cierto en parte. Su hijo iba caminando a clase porque quedaba a mitad de camino con la chica que le gustaba. Recordaba la noche que se lo confesó, habían terminado de cenar y mientras que su madre sacaba la basura y se quedaba hablando con la vecina de al lado, él y su hijo fregaban los platos. Entonces su hijo pensó que era un buen momento para decirle que a sus 15 años ya se había enamorado.

    No se lo contaba solo porque sentía la necesidad de hablarlo, para eso estaban sus amigos y Georg y Gustav ya le habían escuchado. No, se lo contaba porque también buscaba su consejo. Y Jörg contestó a todas sus preguntas y le dio una pequeña charla sobre las relaciones sexuales a pesar de que sabía que su hijo ya entendía del tema.

    Pero no le dijo nada, le escuchó y guardó en el fondo de un cajón la caja de preservativos que le compró al día siguiente. Pero no fue hasta que dos meses después y con los 16 años recién cumplidos, abriera la caja y cogiera un par de ellos.

    Recordaba que estuvo saliendo con esa chica un par de meses, hasta que se mudó a otra ciudad y él sintió que le partían el corazón en dos...

    Pensar en el corazón de su hijo le hizo pestañear. Se había perdido en sus pensamientos, recordando en el primer amor de su hijo...y pensando que desde entonces solo había tenido "rollos" esporádicos, como él los llamaba. No había vuelto a enamorarse profundamente como la primera vez, tal vez porque desde que supiera que estaba enfermo dejó a un lado el amor.

    Quien sabía, tal vez ahora que estaba bien decidía probar de nuevo y su corazón latiría sano y lleno de amor...







    Un mes después, Tom no podía ser más feliz. Salía de la consulta del doctor Listing con el alta oficial, había ido a uno de sus controles rutinarios y los resultados no podían ser mejores. Su corazón se había adaptado muy bien a su nuevo cuerpo y latía con fuerza en su pecho. Le habían rebajado la dosis de los inmunosupresores y no tendría que volver a su consulta hasta el mes siguiente.

    -Podrás ir haciendo vida normal poco a poco-le había explicado Moritz-Recuerda que aún estás convaleciente, nada de grandes esfuerzos y haz algo de deporte. Da grandes paseos y cuando te notes cansado te sientas 10 minutos.

    Cogía nota de todos sus consejos, iba a llevar una vida mucho más sana de la que había llevado hasta que cayó enfermo. Ya había hecho algunos cambios, y el tabaco fue el primero. Había empezado a fumar con 14 años y a los 18 lo tuvo que dejar, pero no pensaba volver a ese hábito. Se lo debía a su familia, a sus amigos...se lo debía a James...

    No pasaba una noche que no se durmiera con una mano puesta sobre su pecho, sintiendo como latía ese corazón que le habían regalado. No podía dejar de pensar en que para que él viviera una persona había tenido que morir, dejando una familia destrozada atrás. Y no podía seguir con su vida como todos le pedían si hacer algo que llevaba mucho tiempo pensando.

    -Doctor Listing-murmuró antes de salir de la consulta.

    -¿Tienes alguna duda más?-preguntó Moritz al ver que no hablaba.

    -No, solo me preguntaba si podía hacerme un favor-contestó Tom carraspeando.

    -Claro-dijo Moritz asintiendo.

    -Sé que ya me lo dijo el día de la operación, pero me gustaría saber algo más del donante-murmuró Tom mordiéndose el labio.

    -Tom, sabes que es confidencial...-empezó a decir Moritz.

    -Lo sé, y siento insistir-cortó Tom-Pero yo necesito hacer algo, sé que hay una familia sufriendo porque ha perdido a su hijo y me gustaría decirles cuanto lo siento, y lo agradecido que estoy porque hubieran decidido donar sus órganos. Quiero que sepan que siempre les estaré muy agradecido y una parte de su hijo vivirá siempre en mí, y jamás lo olvidaré.

    Iba a negarse de nuevo, pero vio la determinación en los ojos de Tom y que realmente lo necesitaba.

    -Podemos hacer una cosa-dijo Moritz cediendo un poco-Tú escribe una carta y yo veré si puedo mandársela. Pero nada de datos personales, puedes decirles tu nombre pero nada de apellidos ni número de teléfono.

    -Lo sé, solo quiero que sepan lo que siento-prometió Tom-Usted puede leer al carta, no me importa. También quiero que lo sepa usted, lo agradecido que le estoy por haberme operado.

    -Tom, lo hice encantado-dijo Moritz abrumado-No porque fuera mi trabajo, sino porque soy amigo de tus padres y si estaba en mis manos poder hacer algo para salvarte la vida no me iba a quedar de brazos cruzados.

    Tom lo sabía, y no era el único que había estado pendiente de él en ese tiempo. Tal y como prometió a su madre, regresó a casa y dejó que lo cuidaran y mimaran. Todos los días iban sus amigos a verle y cuando tuvo las fuerzas suficientes para abandonar la cama, empezó a dar cortos paseos por el barrio donde había crecido.

    Cuando no le acompañaban sus padres, eran sus amigos quienes caminaban a su lado atento a cada uno de sus pasos. Cuando le veían cansado paraban y se sentaban en el parque cercano que había a su casa. Allí veían a la gente pasar y hacían planes para esa cena que prometieron hacer en el hospital.

    -Hemos descubierto un restaurante nuevo-explicó Michelle un día-Es italiano y hacen una lasaña para chuparse los dedos.

    -Donde esté un buen bistec...-murmuró Georg resoplando.

    Tom se echó a reír...y lo hizo con ganas. Se sentía muy a gusto en compañía de sus amigos, disfrutando del sol que le daba en la cara y hacía cosquillas en la nariz. Poco a poco había recuperado el color y ya no lucía tan pálido y ojeroso.

    -Entonces hecho-dijo Mark-En dos semanas celebraremos que Tom ha vuelto.

    -Hey, que nunca me fui-protestó Tom riendo.

    -Has estado a punto-dijo Michelle con pesar-Y todos hemos estado muy preocupados.

    -Te queremos tío-intervino Gustav guiñando un ojo a su amigo.

    Tom no pudo contestar, sentía un nudo en la garganta. Sus amigos lo vieron y se apresuraron a darle un fuerte abrazo, bromeando entre ellos con lo gordo que se estaba poniendo gracias a las comidas caseras de su madre.

    -Recuerdo lo bien que se le da el estofado de carne-comentó Georg frotándose el estómago.

    -Que casualidad, mi madre me dijo que haría eso hoy para comer y que os invitara-murmuró Tom riendo.

    -Tu madre me conoce mejor que la mía-dijo Georg resoplando-El otro día fui a verla y tenía espinacas. Las odio, pero me obligó a no levantarme de la mesa hasta que no viera el fondo del plato.

    Todos rieron a carcajadas, el pobre Georg siempre se quejaba de lo mala cocinera que era su madre, y que su padre muchas veces decía que prefería la comida del hospital...todo a espaldas de su mujer, jamás admitiría delante de ella que lamentablemente la cocina no era lo suyo.

    Regresaron a casa y se quedaron a comer para agrado de los padres de Tom. Cuando ellos estaban en casa una sonrisa iluminaba la cara de su hijo. No era que con ellos no se sintiera bien, pero echaba de menos poder hablar con gente de su edad y de otros temas que los nuevos rosales que su madre iba a plantar o el nuevo caso que había ganado su padre.

    Era abogado y aunque quería que Tom siguiera sus pasos, no se sentía decepcionado porque prefiriera estudiar otra carrera. Le gustaba mucho la música, y le habían regalado su primera guitarra con 13 años. Desde entonces había aprendido por su cuenta y era todo un experto. Su sueño era convertirse en profesor de música, y mientras había estado como voluntario dando clase a niños de 10 años, los cuales le habían mandado dibujos mientras se recuperaba en casa.

    Sabía que los echaba mucho de menos y quería volver a retomar su vida cuanto antes. El doctor Listing le había dado el alta definitiva esa misma mañana y mucho se temían que en un par de semanas su hijo les diría que se volvía al apartamento que compartía con sus amigos, retomar su vida desde donde había sido obligado a dejarla….

    Lo comprendía, pero su hijo había estado a punto de morir y él y su mujer solo tenían que asumir que ya estaba bien, su corazón latía con fuerza en su pecho y ver la sonrisa con la que se levantaba cada día era el regalo más preciado que podían pedir.

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