Esa noche había mucho trabajo en el restaurante, a Gordon Trümper no le quedó más remedio que pedirle a su hijo que bajara a echarles una mano. Era un buen camarero pero esos días estaba con sus exámenes finales y prefería que se quedara estudiando, pero esa noche era especial. Habían reservado medio restaurante para una cena de negocios y la otra mitad estaba también llena, por lo que sintiéndolo mucho se ausentó de la barra unos minutos y entró en la cocina.
Allí había una escalera que comunicaba con el piso de arriba, que hacía de casa improvisada para él y su hijo. Desde que se divorciara de su mujer se le vino grande la otra casa y decidió usar la parte de arriba del restaurante como tal. Tenía dos habitaciones y un baño amplio con todas las comodidades y una sala de estar. Cocina no necesitaba, siempre podía bajar a la del restaurante en mitad de la noche cuando no conseguía conciliar el sueño.
Bill, su único hijo de 17 años recién cumplidos se vino a vivir con él cansado de las críticas de su madre. No le gustaba su manera de ser, de vestir...de maquillarse. Deidre Trümper no aceptaba que su único hijo le hubiera salido rarito y prácticamente le echó de casa cuando descubrió que estaba embarazada de su segundo marido.
Gordon le acogió sin lugar a dudas, Bill tenía solo 7 años cuando se divorciaron y Deidre luchó por su custodia, que ganó gracias al abogado que se buscó, que casualmente era el hombre con el que se casó a los 4 meses de obtener el divorcio.
A él le quedó pasarle una pensión por Bill todos los meses y disfrutar de él los fines de semana y dos meses al año, que era cuando Deidre y su marido se tomaban unas largas vacaciones....y cuando Bill más les "molestaba".
Recordaba con dolor cuando un día se presentó Bill en su casa, llorando porque Deidre le había pegado. Ese día había ido a clase luciendo su nueva imagen, ojos maquillados y pelo encrespado. Su ex mujer puso el grito en el cielo al verlo y le exigió que se cambiara, a lo que Bill se negó rotundamente, recibiendo la primera de una serie de bofetadas.
Eso fue con 10 años y no sabía como había podido soportarlo su hijo 6 años más. Pensó incluso en denunciar a su ex mujer por malos tratos, pero contaba con un buen abogado y su hijo le suplicó que no lo hiciera. En el fondo, Deidre seguía siendo su madre...
Una madre a la que no le importó sacar a su hijo de su habitación porque la necesitaba para el nuevo bebé.
-¿Y dónde dormiré yo?-preguntó Bill a su madre cuando supo de la "buena" noticia.
-En el garaje-contestó Deidre sin ningún ápice de remordimiento-Y si no te gusta, con tu padre.
Que decir que Bill se decantó por la segunda opción y Gordon recibió a su hijo con los brazos abiertos. Era un buen muchacho, estudioso y responsable. Los veranos que pasaba con él echaba una mano en el restaurante y todos estaban muy contentos de su trabajo. No le importaba quedarse hasta tarde o trabajar todo el día sin descanso.
Pero los estudios estaban primeros y él mismo tuvo que obligarle a que subiera a estudiar, dejando el restaurante en un segundo plano. Hasta que esa noche vio que estaban desbordados y le necesitaba abajo.
Subió las escaleras y entró en el pequeño apartamento en el que vivían. Aparte de los dos dormitorios contaba con un amplio salón con una terraza que daba a un parque. Y estudiando en la mesa que había frente a ella encontró a su hijo, aunque cualquiera que le viera tal y como estaba de espaldas hubiera pensado que era una chica.
Se había dejado crecer el pelo y ya le rozaba los hombros. Lo levaba liso con algunas mechas blancas, solía encrespárselo cuando le daba una noche libre y salía a divertirse con Andreas, su mejor amigo. Eran como hermanos, era hijo del cocinero del restaurante y Bill y él prácticamente se habían criado juntos. Pero era "necio" con los estudios y en esos momentos se hallaba en la cocina haciendo lo que mejor sabía. Su padre no podía estar más orgulloso de él, se le daba realmente bien cocinar y bromeaba diciendo que le iba a quitar el puesto.
Suspiró y se acercó a su hijo, poniendo una mano sobre su hombro derecho.
-Bill, perdona que te moleste-dijo Gordon carraspeando.
-No molestas papá-contestó Bill girándose-Estas ecuaciones son de lo más sencillo, las he terminado en un tiempo récord.
-Me alegra oírlo, porque...
-¿Me necesitas abajo?-preguntó Bill levantándose de inmediato.
-Sabes que no te molestaría de otro modo, pero me temo que esta noche está el restaurante repleto y la gente empieza a impacientarse-explicó Gordon resoplando.
No tuvo que decir nada más. Bill cerró el libro que estaba estudiando y echó a andar tras su padre escaleras abajo. Se recogió el pelo por el camino con la goma que llevaba en su muñeca, haciéndose una coleta alta para que no le molestara.
Nada más entrar en la cocina percibió el nerviosismo que flotaba en el ambiente, Andreas y su padre daban lo mejor de ellos ante los fogones y uno de los camareros entraba en esos momentos pidiendo dos raciones más de espaguetis a la boloñesa.
-Oído cocina-dijo Andreas guiñándole un ojo a Bill.
Sonrió y le saludó con la mano antes de entrar en la zona del restaurante. Cogió una libreta y salió de la barra a ocuparse de los nuevos clientes que se acababan de sentar. Sabiendo que estarían algo "molestos" por el caos que reinaba a su alrededor, cogió aire profundamente y esbozó la mejor de sus sonrisas.
-Buenas noches, me llamo Bill y esta noche seré su camarero-se presentó sin dejar de sonreír.
Enseguida les ofreció la carta y tras recomendarles el mejor vino de la casa, tomó nota de su pedido y siguió con otra mesa. La mayoría eran clientes de toda la vida que le llamaban por su nombre al verle. Le conocían desde que era un niño y aunque tenía mucho trabajo Bill encontró unos minutos para hablar con todos los que le saludaban y desearles un buen provecho.
La noche transcurrió y tras despedir a sus últimos clientes, Gordon puso el cartel de "cerrado" y bajó la cortina. Era la 1 de la madrugada y aún les quedaba otra hora por delante en lo que limpiaban y hacían caja.
-Bill, súbete ya-dijo Gordon.
-De eso nada, me quedo a echaron una mano-negó Bill rotundamente.
Cogió una escoba y se puso a barrer el restaurante, no quería tener ninguna clase de favoritismo solo por ser el hijo del jefe, o tener un examen al día siguiente. No se retiraría a descansar hasta que lo hubieran hecho los demás por mucho que su padre le insistiera. Ahí eran todos iguales y él recibía su parte, un pequeño sueldo del que gastaba algo en sus ropas y maquillajes y guardaba el resto en su cuenta para alguna emergencia.
-Mírate-dijo de repente Andreas-Se te ve bello incluso con el pelo enmarañado.
A pesar del cansancio, Bill rió la gracia de su amigo. Siempre lograba arrancarle una sonrisa incluso en los malos momentos. Se conocían desde que eran bien pequeños y era el que mejor le comprendía...y eso le asustaba a veces. Se vestían casi de la misma manera, cuando él se tiñó el pelo de moreno su amigo lo hizo de rubio...cuando le confesó que era gay, Andreas le dijo que él también...y no pasaba un día en que no le tirara los tejos.
Pero muy a pesar suyo, él le rechazaba con educación.
-¡Somos como hermanos!-le dijo una vez-Sería cometer incesto.
-Pues pecaría con todo el gusto de mi alma-le confesó Andreas-Bill, me gustas mucho. Me da igual si tardo toda la vida en conseguirte, no cesaré en el empeño hasta lograr lo que tanto deseo.
Sabía que era un error preguntárselo, pero aún así lo hizo, asustándose al saber su respuesta.
-Hacerte el amor, Bill-susurró Andreas-Quiero abrazarme a tu cuerpo, desnudo los dos bajo las sábanas...quiero probar tu sabor y hacerte gemir de placer mientras te retuerces debajo de mi.
No pudo evitar asustarse, solo tenía 15 años y le daba miedo tener que enfrentarse a eso. Hacer el amor por primera vez...sabía que un día llegaría el momento en que deseara hacerlo, y sería muy bonito. Pero también sabía que cuando lo hiciera sería con alguien muy especial, un chico del que estuviera realmente enamorado. No podía hacerlo solo para complacer a su mejor amigo de la infancia, no era justo para ninguno de los dos y así se lo explicó.
Andreas no tuvo más remedio que aceptar su respuesta, no volvería a sacar el tema pero Bill tampoco podía impedirle que le dijera lo guapo que estaba o lo bien que le quedaba la camiseta ajustada que llevaba...
Se levantó a las 7 como siempre y tras una ducha rápida fue a clase. Hizo su examen y pasó el resto de la mañana de clase en clase. Llegada la hora de comer regresó al restaurante encontrándoselo medio lleno. Saludó a su padre que nuevamente estaba tras la barra y dejó su mochila allí sin decir nada, cogiendo una libreta y recogiéndose el pelo.
-Bill, no hace falta...-empezó a decir Gordon.
-Ya he terminado los exámenes, el de hoy me ha salido perfecto como los anteriores y tienes el local lleno-recitó Bill con firmeza.
-Pero come algo antes-accedió Gordon resoplando-Cada día estás más delgado.
Bill asintió y se fue a ocupar de una de las mesas. Era una pareja de recién casados y nada más presentarse le explicaron que acababan de llegar de su luna de miel. Habían estado en Italia y fue ver el restaurante y recordar el buen viaje que habían tenido. Bill les escuchó encantado y tuvo el detalle de invitarles al postre, eligiendo para ellos lo que más le gustaba: fresas con chocolate.
-Bill...
Se giró al escuchar que le llamaban, en la mesa de al lado había dos chicos y uno de ellos le hacía señas con la mano. Se acercó a ellos arrugando la frente, no los conocía de nada. O eso creía…
-Seguro que no te acuerdas de nosotros-empezó a decir uno de ellos-Estuvimos aquí cenando ayer y nos serviste.
-Ah...si, es verdad-mintió Bill sonriendo.
No se quedaba con las caras de todos sus clientes, más si eran nuevos. Pero no pensaba llevarles la contraria y ofenderles, así que les siguió la corriente.
-Nos recomendaste tallarines a la siciliana y hemos venido a repetir-le explicaron.
Bill anotó su pedido sin dejar de sonreír.
-¿Quieren algo de postre?-preguntó Bill alzando la mirada de su libreta.
-Para mi nada, gracias-murmuró uno de los chicos.
-Yo quiero fresas con chocolate-dijo el otro sonriendo ampliamente.
Le devolvió la sonrisa al escucharle, no pudiendo evitar pasarse la lengua por los labios. Le encantaba el chocolate, más medio derretido sobre una ración de fresas...
Carraspeó y se fue a por el pedio, dejando solos a los dos chicos.
-Pero.... ¿tú le has visto?-preguntó uno de ellos.
-Si-contestó el otro suspirando.
-Un poco más y se pone a babear delante de dos desconocidos-rió el primero.
-No seas cruel con Bill-le recriminó el otro.
-"No seas cruel con Bill"-repitió-¿Te has oído? ¿Y visto? Parecía que te lo estabas ligando.
Calló al ver como se sonrojaba su amigo, ¿de verdad se lo quería ligar? ¿A un chico al que le sacaba 10 años por lo menos?
-¿Qué estás haciendo, James?-murmuró ya serio.
Allí había una escalera que comunicaba con el piso de arriba, que hacía de casa improvisada para él y su hijo. Desde que se divorciara de su mujer se le vino grande la otra casa y decidió usar la parte de arriba del restaurante como tal. Tenía dos habitaciones y un baño amplio con todas las comodidades y una sala de estar. Cocina no necesitaba, siempre podía bajar a la del restaurante en mitad de la noche cuando no conseguía conciliar el sueño.
Bill, su único hijo de 17 años recién cumplidos se vino a vivir con él cansado de las críticas de su madre. No le gustaba su manera de ser, de vestir...de maquillarse. Deidre Trümper no aceptaba que su único hijo le hubiera salido rarito y prácticamente le echó de casa cuando descubrió que estaba embarazada de su segundo marido.
Gordon le acogió sin lugar a dudas, Bill tenía solo 7 años cuando se divorciaron y Deidre luchó por su custodia, que ganó gracias al abogado que se buscó, que casualmente era el hombre con el que se casó a los 4 meses de obtener el divorcio.
A él le quedó pasarle una pensión por Bill todos los meses y disfrutar de él los fines de semana y dos meses al año, que era cuando Deidre y su marido se tomaban unas largas vacaciones....y cuando Bill más les "molestaba".
Recordaba con dolor cuando un día se presentó Bill en su casa, llorando porque Deidre le había pegado. Ese día había ido a clase luciendo su nueva imagen, ojos maquillados y pelo encrespado. Su ex mujer puso el grito en el cielo al verlo y le exigió que se cambiara, a lo que Bill se negó rotundamente, recibiendo la primera de una serie de bofetadas.
Eso fue con 10 años y no sabía como había podido soportarlo su hijo 6 años más. Pensó incluso en denunciar a su ex mujer por malos tratos, pero contaba con un buen abogado y su hijo le suplicó que no lo hiciera. En el fondo, Deidre seguía siendo su madre...
Una madre a la que no le importó sacar a su hijo de su habitación porque la necesitaba para el nuevo bebé.
-¿Y dónde dormiré yo?-preguntó Bill a su madre cuando supo de la "buena" noticia.
-En el garaje-contestó Deidre sin ningún ápice de remordimiento-Y si no te gusta, con tu padre.
Que decir que Bill se decantó por la segunda opción y Gordon recibió a su hijo con los brazos abiertos. Era un buen muchacho, estudioso y responsable. Los veranos que pasaba con él echaba una mano en el restaurante y todos estaban muy contentos de su trabajo. No le importaba quedarse hasta tarde o trabajar todo el día sin descanso.
Pero los estudios estaban primeros y él mismo tuvo que obligarle a que subiera a estudiar, dejando el restaurante en un segundo plano. Hasta que esa noche vio que estaban desbordados y le necesitaba abajo.
Subió las escaleras y entró en el pequeño apartamento en el que vivían. Aparte de los dos dormitorios contaba con un amplio salón con una terraza que daba a un parque. Y estudiando en la mesa que había frente a ella encontró a su hijo, aunque cualquiera que le viera tal y como estaba de espaldas hubiera pensado que era una chica.
Se había dejado crecer el pelo y ya le rozaba los hombros. Lo levaba liso con algunas mechas blancas, solía encrespárselo cuando le daba una noche libre y salía a divertirse con Andreas, su mejor amigo. Eran como hermanos, era hijo del cocinero del restaurante y Bill y él prácticamente se habían criado juntos. Pero era "necio" con los estudios y en esos momentos se hallaba en la cocina haciendo lo que mejor sabía. Su padre no podía estar más orgulloso de él, se le daba realmente bien cocinar y bromeaba diciendo que le iba a quitar el puesto.
Suspiró y se acercó a su hijo, poniendo una mano sobre su hombro derecho.
-Bill, perdona que te moleste-dijo Gordon carraspeando.
-No molestas papá-contestó Bill girándose-Estas ecuaciones son de lo más sencillo, las he terminado en un tiempo récord.
-Me alegra oírlo, porque...
-¿Me necesitas abajo?-preguntó Bill levantándose de inmediato.
-Sabes que no te molestaría de otro modo, pero me temo que esta noche está el restaurante repleto y la gente empieza a impacientarse-explicó Gordon resoplando.
No tuvo que decir nada más. Bill cerró el libro que estaba estudiando y echó a andar tras su padre escaleras abajo. Se recogió el pelo por el camino con la goma que llevaba en su muñeca, haciéndose una coleta alta para que no le molestara.
Nada más entrar en la cocina percibió el nerviosismo que flotaba en el ambiente, Andreas y su padre daban lo mejor de ellos ante los fogones y uno de los camareros entraba en esos momentos pidiendo dos raciones más de espaguetis a la boloñesa.
-Oído cocina-dijo Andreas guiñándole un ojo a Bill.
Sonrió y le saludó con la mano antes de entrar en la zona del restaurante. Cogió una libreta y salió de la barra a ocuparse de los nuevos clientes que se acababan de sentar. Sabiendo que estarían algo "molestos" por el caos que reinaba a su alrededor, cogió aire profundamente y esbozó la mejor de sus sonrisas.
-Buenas noches, me llamo Bill y esta noche seré su camarero-se presentó sin dejar de sonreír.
Enseguida les ofreció la carta y tras recomendarles el mejor vino de la casa, tomó nota de su pedido y siguió con otra mesa. La mayoría eran clientes de toda la vida que le llamaban por su nombre al verle. Le conocían desde que era un niño y aunque tenía mucho trabajo Bill encontró unos minutos para hablar con todos los que le saludaban y desearles un buen provecho.
La noche transcurrió y tras despedir a sus últimos clientes, Gordon puso el cartel de "cerrado" y bajó la cortina. Era la 1 de la madrugada y aún les quedaba otra hora por delante en lo que limpiaban y hacían caja.
-Bill, súbete ya-dijo Gordon.
-De eso nada, me quedo a echaron una mano-negó Bill rotundamente.
Cogió una escoba y se puso a barrer el restaurante, no quería tener ninguna clase de favoritismo solo por ser el hijo del jefe, o tener un examen al día siguiente. No se retiraría a descansar hasta que lo hubieran hecho los demás por mucho que su padre le insistiera. Ahí eran todos iguales y él recibía su parte, un pequeño sueldo del que gastaba algo en sus ropas y maquillajes y guardaba el resto en su cuenta para alguna emergencia.
-Mírate-dijo de repente Andreas-Se te ve bello incluso con el pelo enmarañado.
A pesar del cansancio, Bill rió la gracia de su amigo. Siempre lograba arrancarle una sonrisa incluso en los malos momentos. Se conocían desde que eran bien pequeños y era el que mejor le comprendía...y eso le asustaba a veces. Se vestían casi de la misma manera, cuando él se tiñó el pelo de moreno su amigo lo hizo de rubio...cuando le confesó que era gay, Andreas le dijo que él también...y no pasaba un día en que no le tirara los tejos.
Pero muy a pesar suyo, él le rechazaba con educación.
-¡Somos como hermanos!-le dijo una vez-Sería cometer incesto.
-Pues pecaría con todo el gusto de mi alma-le confesó Andreas-Bill, me gustas mucho. Me da igual si tardo toda la vida en conseguirte, no cesaré en el empeño hasta lograr lo que tanto deseo.
Sabía que era un error preguntárselo, pero aún así lo hizo, asustándose al saber su respuesta.
-Hacerte el amor, Bill-susurró Andreas-Quiero abrazarme a tu cuerpo, desnudo los dos bajo las sábanas...quiero probar tu sabor y hacerte gemir de placer mientras te retuerces debajo de mi.
No pudo evitar asustarse, solo tenía 15 años y le daba miedo tener que enfrentarse a eso. Hacer el amor por primera vez...sabía que un día llegaría el momento en que deseara hacerlo, y sería muy bonito. Pero también sabía que cuando lo hiciera sería con alguien muy especial, un chico del que estuviera realmente enamorado. No podía hacerlo solo para complacer a su mejor amigo de la infancia, no era justo para ninguno de los dos y así se lo explicó.
Andreas no tuvo más remedio que aceptar su respuesta, no volvería a sacar el tema pero Bill tampoco podía impedirle que le dijera lo guapo que estaba o lo bien que le quedaba la camiseta ajustada que llevaba...
Se levantó a las 7 como siempre y tras una ducha rápida fue a clase. Hizo su examen y pasó el resto de la mañana de clase en clase. Llegada la hora de comer regresó al restaurante encontrándoselo medio lleno. Saludó a su padre que nuevamente estaba tras la barra y dejó su mochila allí sin decir nada, cogiendo una libreta y recogiéndose el pelo.
-Bill, no hace falta...-empezó a decir Gordon.
-Ya he terminado los exámenes, el de hoy me ha salido perfecto como los anteriores y tienes el local lleno-recitó Bill con firmeza.
-Pero come algo antes-accedió Gordon resoplando-Cada día estás más delgado.
Bill asintió y se fue a ocupar de una de las mesas. Era una pareja de recién casados y nada más presentarse le explicaron que acababan de llegar de su luna de miel. Habían estado en Italia y fue ver el restaurante y recordar el buen viaje que habían tenido. Bill les escuchó encantado y tuvo el detalle de invitarles al postre, eligiendo para ellos lo que más le gustaba: fresas con chocolate.
-Bill...
Se giró al escuchar que le llamaban, en la mesa de al lado había dos chicos y uno de ellos le hacía señas con la mano. Se acercó a ellos arrugando la frente, no los conocía de nada. O eso creía…
-Seguro que no te acuerdas de nosotros-empezó a decir uno de ellos-Estuvimos aquí cenando ayer y nos serviste.
-Ah...si, es verdad-mintió Bill sonriendo.
No se quedaba con las caras de todos sus clientes, más si eran nuevos. Pero no pensaba llevarles la contraria y ofenderles, así que les siguió la corriente.
-Nos recomendaste tallarines a la siciliana y hemos venido a repetir-le explicaron.
Bill anotó su pedido sin dejar de sonreír.
-¿Quieren algo de postre?-preguntó Bill alzando la mirada de su libreta.
-Para mi nada, gracias-murmuró uno de los chicos.
-Yo quiero fresas con chocolate-dijo el otro sonriendo ampliamente.
Le devolvió la sonrisa al escucharle, no pudiendo evitar pasarse la lengua por los labios. Le encantaba el chocolate, más medio derretido sobre una ración de fresas...
Carraspeó y se fue a por el pedio, dejando solos a los dos chicos.
-Pero.... ¿tú le has visto?-preguntó uno de ellos.
-Si-contestó el otro suspirando.
-Un poco más y se pone a babear delante de dos desconocidos-rió el primero.
-No seas cruel con Bill-le recriminó el otro.
-"No seas cruel con Bill"-repitió-¿Te has oído? ¿Y visto? Parecía que te lo estabas ligando.
Calló al ver como se sonrojaba su amigo, ¿de verdad se lo quería ligar? ¿A un chico al que le sacaba 10 años por lo menos?
-¿Qué estás haciendo, James?-murmuró ya serio.