Con su hermano a su lado, se despertó más animado, incluso hambriento. Tom le ayudó a levantarse y pasaron a la cocina en donde su madre preparaba la cena y les recibe con una sonrisa. Tras comprobar que la fiebre de su hijo pequeño había bajado, siguió con lo que estaba mientras que el mayor les contaba las noticias.
Tuvieron una rueda de prensa al día siguiente del concierto, y todos se mostraron comprensivos con su hermano, deseándole una pronta recuperación.
“¿Has hablado con Silke?”-escribió Bill muy animado.
-Sí, me contó lo de la entrevista, pero… ¿crees que es una buena idea?-preguntó tras leer lo que le había escrito en la libreta-Necesitas descansar y…
Dejó de hablar cuando vio la mirada que intercambia su hermano con su madre, viendo mucho miedo en ella.
-¿Qué ha pasado realmente en el médico?-preguntó asustado.
No pudo llamar porque se encontraba en pleno vuelo, y nada más aterrizar se fue derecho a casa sin apenas despedirse de sus compañeros.
-Le han encontrado un quiste, en las cuerdas vocales-le explicó Simone cruzándose de brazos-Han programado la operación para este domingo.
-¿Dentro de 4 días? ¿Tan grave es?-no pudo evitar preguntar asustando a su hermano.
-Es por precaución, dicen que cuanto antes mejor-calmó Simone a sus dos hijos-Tras la operación deberá estar una semana sin hablar y luego hacer rehabilitación.
“Me enseñaran a cantar”-bromeó Bill en su libreta.
-Cantas como los ángeles-le alabó con sinceridad cogiéndole de la mano-No necesitas que nadie te dé lecciones, de nada.
Sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo, su hermano nunca le había tratado de esa dulce manera, y dicho esas cosas…que cantaba como un ángel….no pudo evitar lucir una tonta sonrisa mientras apretaba su mano suspirando.
Tom le devolvió la sonrisa y le soltó cuando su madre anunció que ya estaba lista la cena. Se levantó y ayudó a poner la mesa dejando a su hermano perdido en sus pensamientos…en sus sentimientos….
La cena transcurrió animadamente, Tom llevó la voz cantante y no paró de bromear para conseguir algo que echaba mucho de menos, ver una sonrisa iluminar la cara de su hermano. Pero enseguida lo tuvo que dejar al verle fruncir la frente, debía de dolerle horrores hacer ese simple gesto.
Simone también lo notó y muy sutilmente le pidió a su hijo mayor que cesaran las bromas, tocándole el pie con el suyo bajo la mesa. Gordon sonrió al ver hacerlo a su esposa, desde que la llamaran para comunicarle que su hijo pequeño había caído gravemente enfermo, una sombra de preocupación volaba sobre ellos. No podrían respirar tranquilos hasta que se llevase a cabo la operación y vieran con sus propios ojos que estaba recuperado del todo.
Viendo que ya no podía comer más, o más bien tragar, el cantante dejó a un lado el plato de pasta que su madre le había preparado. Intentó tragar un poco de pan, pero hasta la miga le rozaba su dañada garganta. Suspiró pensando que a ese paso se iba a quedar muy delgado…
-Si ya no comes más, te preparo un vaso de leche-le ofreció Simone-Y que no se te olvide el antibiótico.
Asintió con la cabeza, pero él mismo se levantó a prepararlo todo. Estaba mudo, no inválido. Abrió la nevera y se sirvió un poco de leche en el mismo vaso que usó para la cena, tragando con esfuerzo la píldora blanca que esperaba que le aliviara la castigada garganta.
-Yo también me acuesto-dijo Tom poniéndose en pie-Estoy cansado del viaje, además de que llevo dos días sin pegar ojo.
Tras decir esas palabras, intercambió una mirada con su hermano y le guiñó un ojo, gesto que Bill no supo como tomarse. ¿No pudo dormir porque estaba preocupado por él, o porque tuvo una chica al lado para pasárselo muy bien?
Decidió no preguntárselo, nunca. Le dolía cada vez que le veía alejarse en compañía de una chica, sintiendo que usurpaban un lugar que le pertenecía por derecho de nacimiento.
Se despidió de su madre con un beso en la mejilla, y de la misma manera de su padrastro y subió con su hermano las escaleras para acostarse sin dejar de bostezar por el camino.
Se puso el pijama con rapidez y antes de que su hermano hubiera salido del baño ya estaba en la cama metido con los ojos cerrados. Tom suspiró al verle y se le acercó sonriendo, sentándose en el borde de la cama y poniendo una mano en su frente.
-No estás muy caliente-le explicó cuando abrió los ojos-Pero si necesitas algo me avisas, que estará muy cerca.
-Como no te tire una zapatilla-bromeó frunciendo la frente.
-Vale, sé que cuando me duermo no oigo ni si ha habido una explosión cerca, pero a ti te escucharía aunque estuviera en la China-bromeó él también-Y usa la libreta para hablar, si no me va a reñir de nuevo mamá.
-Hay cosas que no se pueden explicar con palabras-se le escapó en un susurro.
-¿Qué cosas?-preguntó Tom intrigado.
Viéndose pillado, solo se encogió de hombros como respuesta y disimuló bostezando, mensaje que captó su hermano a la primera.
-Te estoy cansando-dijo levantándose de la cama.
Pero antes de que se alejara, Bill le cogió con firmeza de la mano siguiendo un impulso que de repente le había dado.
-¿Qué?-preguntó Tom mirándole fijamente.
Pero no encontró las palabras necesarias… ¿cómo decirle que quería pasar al menos una noche entre sus brazos?
Pero para su hermano era como un libro abierto, y asintió entendiendo.
-¿Quieres que me quede esta noche contigo?-preguntó sonriendo.
Asintió con la cabeza sin pensárselo. Con una noche se tendría que conformar…de momento…
Sin dejar de sonreír, Tom se deshizo de la ropa y se quedó en boxers. Retiró la sábana y se acostó en el hueco que le hizo su hermano encantado. Sin pensárselo dos veces le atrajo a sus brazos y le estrechó con fuerza, besándole la caliente frente.
-Dulces sueños-murmuró contra su suave piel.
Bill solo pudo suspirar como respuesta, cerrando los ojos con fuerza luciendo una sonrisa en sus labios. Al fin había conseguido lo que llevaba toda la vida deseando. Que su hermano le abrazara con fuerza, que le besara y le deseara un dulce sueño….del que nunca jamás querría despertar….
Simone subió a la media hora a arropar a sus hijos, encontrándoselos ya dormidos. Sonrió al ver como el mayor cuidaba del pequeño, como le acogía en su pecho y sonreía en sueños. Se inclinó sobre ellos y besó sus mejillas, pensando que le había tocado los mejores hijos del mundo.
Sabiendo que esa noche su hijo pequeño estaba en buenas manos, le dejó esa noche solo, pero no del todo. Dejó abierta la puerta por si le necesitaba, como siempre le había necesitado desde que era pequeño. Era su ojito derecho, y siempre estuvo y estaba pendiente de sus actos, de sus sentimientos. Como ese inmenso miedo que sentía en esos momentos.
No hacía falta que le “dijera” que lo que más temía era no volver a cantar, tener que abandonar su sueño. Para él cantar era como respirar, y si un día tenía que dejar de hacerlo, era como si se muriera sin remedio.
Tuvieron una rueda de prensa al día siguiente del concierto, y todos se mostraron comprensivos con su hermano, deseándole una pronta recuperación.
“¿Has hablado con Silke?”-escribió Bill muy animado.
-Sí, me contó lo de la entrevista, pero… ¿crees que es una buena idea?-preguntó tras leer lo que le había escrito en la libreta-Necesitas descansar y…
Dejó de hablar cuando vio la mirada que intercambia su hermano con su madre, viendo mucho miedo en ella.
-¿Qué ha pasado realmente en el médico?-preguntó asustado.
No pudo llamar porque se encontraba en pleno vuelo, y nada más aterrizar se fue derecho a casa sin apenas despedirse de sus compañeros.
-Le han encontrado un quiste, en las cuerdas vocales-le explicó Simone cruzándose de brazos-Han programado la operación para este domingo.
-¿Dentro de 4 días? ¿Tan grave es?-no pudo evitar preguntar asustando a su hermano.
-Es por precaución, dicen que cuanto antes mejor-calmó Simone a sus dos hijos-Tras la operación deberá estar una semana sin hablar y luego hacer rehabilitación.
“Me enseñaran a cantar”-bromeó Bill en su libreta.
-Cantas como los ángeles-le alabó con sinceridad cogiéndole de la mano-No necesitas que nadie te dé lecciones, de nada.
Sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo, su hermano nunca le había tratado de esa dulce manera, y dicho esas cosas…que cantaba como un ángel….no pudo evitar lucir una tonta sonrisa mientras apretaba su mano suspirando.
Tom le devolvió la sonrisa y le soltó cuando su madre anunció que ya estaba lista la cena. Se levantó y ayudó a poner la mesa dejando a su hermano perdido en sus pensamientos…en sus sentimientos….
La cena transcurrió animadamente, Tom llevó la voz cantante y no paró de bromear para conseguir algo que echaba mucho de menos, ver una sonrisa iluminar la cara de su hermano. Pero enseguida lo tuvo que dejar al verle fruncir la frente, debía de dolerle horrores hacer ese simple gesto.
Simone también lo notó y muy sutilmente le pidió a su hijo mayor que cesaran las bromas, tocándole el pie con el suyo bajo la mesa. Gordon sonrió al ver hacerlo a su esposa, desde que la llamaran para comunicarle que su hijo pequeño había caído gravemente enfermo, una sombra de preocupación volaba sobre ellos. No podrían respirar tranquilos hasta que se llevase a cabo la operación y vieran con sus propios ojos que estaba recuperado del todo.
Viendo que ya no podía comer más, o más bien tragar, el cantante dejó a un lado el plato de pasta que su madre le había preparado. Intentó tragar un poco de pan, pero hasta la miga le rozaba su dañada garganta. Suspiró pensando que a ese paso se iba a quedar muy delgado…
-Si ya no comes más, te preparo un vaso de leche-le ofreció Simone-Y que no se te olvide el antibiótico.
Asintió con la cabeza, pero él mismo se levantó a prepararlo todo. Estaba mudo, no inválido. Abrió la nevera y se sirvió un poco de leche en el mismo vaso que usó para la cena, tragando con esfuerzo la píldora blanca que esperaba que le aliviara la castigada garganta.
-Yo también me acuesto-dijo Tom poniéndose en pie-Estoy cansado del viaje, además de que llevo dos días sin pegar ojo.
Tras decir esas palabras, intercambió una mirada con su hermano y le guiñó un ojo, gesto que Bill no supo como tomarse. ¿No pudo dormir porque estaba preocupado por él, o porque tuvo una chica al lado para pasárselo muy bien?
Decidió no preguntárselo, nunca. Le dolía cada vez que le veía alejarse en compañía de una chica, sintiendo que usurpaban un lugar que le pertenecía por derecho de nacimiento.
Se despidió de su madre con un beso en la mejilla, y de la misma manera de su padrastro y subió con su hermano las escaleras para acostarse sin dejar de bostezar por el camino.
Se puso el pijama con rapidez y antes de que su hermano hubiera salido del baño ya estaba en la cama metido con los ojos cerrados. Tom suspiró al verle y se le acercó sonriendo, sentándose en el borde de la cama y poniendo una mano en su frente.
-No estás muy caliente-le explicó cuando abrió los ojos-Pero si necesitas algo me avisas, que estará muy cerca.
-Como no te tire una zapatilla-bromeó frunciendo la frente.
-Vale, sé que cuando me duermo no oigo ni si ha habido una explosión cerca, pero a ti te escucharía aunque estuviera en la China-bromeó él también-Y usa la libreta para hablar, si no me va a reñir de nuevo mamá.
-Hay cosas que no se pueden explicar con palabras-se le escapó en un susurro.
-¿Qué cosas?-preguntó Tom intrigado.
Viéndose pillado, solo se encogió de hombros como respuesta y disimuló bostezando, mensaje que captó su hermano a la primera.
-Te estoy cansando-dijo levantándose de la cama.
Pero antes de que se alejara, Bill le cogió con firmeza de la mano siguiendo un impulso que de repente le había dado.
-¿Qué?-preguntó Tom mirándole fijamente.
Pero no encontró las palabras necesarias… ¿cómo decirle que quería pasar al menos una noche entre sus brazos?
Pero para su hermano era como un libro abierto, y asintió entendiendo.
-¿Quieres que me quede esta noche contigo?-preguntó sonriendo.
Asintió con la cabeza sin pensárselo. Con una noche se tendría que conformar…de momento…
Sin dejar de sonreír, Tom se deshizo de la ropa y se quedó en boxers. Retiró la sábana y se acostó en el hueco que le hizo su hermano encantado. Sin pensárselo dos veces le atrajo a sus brazos y le estrechó con fuerza, besándole la caliente frente.
-Dulces sueños-murmuró contra su suave piel.
Bill solo pudo suspirar como respuesta, cerrando los ojos con fuerza luciendo una sonrisa en sus labios. Al fin había conseguido lo que llevaba toda la vida deseando. Que su hermano le abrazara con fuerza, que le besara y le deseara un dulce sueño….del que nunca jamás querría despertar….
Simone subió a la media hora a arropar a sus hijos, encontrándoselos ya dormidos. Sonrió al ver como el mayor cuidaba del pequeño, como le acogía en su pecho y sonreía en sueños. Se inclinó sobre ellos y besó sus mejillas, pensando que le había tocado los mejores hijos del mundo.
Sabiendo que esa noche su hijo pequeño estaba en buenas manos, le dejó esa noche solo, pero no del todo. Dejó abierta la puerta por si le necesitaba, como siempre le había necesitado desde que era pequeño. Era su ojito derecho, y siempre estuvo y estaba pendiente de sus actos, de sus sentimientos. Como ese inmenso miedo que sentía en esos momentos.
No hacía falta que le “dijera” que lo que más temía era no volver a cantar, tener que abandonar su sueño. Para él cantar era como respirar, y si un día tenía que dejar de hacerlo, era como si se muriera sin remedio.