Viendo como su hermano huía de su contacto, Bill suspiró resignado y se sentó en la cocina haciendo compañía a su madre, que le daba la espalda mientras le hablaba de cosas sin importancia.
¿Qué le importaba a él que hubiera decidido plantar un rosal en vez de una azalea? ¿O que la vecina de enfrente tuviera una hija de su misma edad y fuera una preciosidad?
Era gay, ya lo había asumido desde la primera vez que fue consciente de su condición sexual. Solo necesitaba encontrar las palabras necesarias y el momento adecuado para anunciarlo a su familia y a los más allegados.
Pero por el momento, le habían impuesto un duro silencio…
-Se te ve cansado-dijo Simone volviéndose-Sube a acostarte, si luego quieres salir a dar una vuelta con tus amigos, mejor que descanses ahora.
Asintió y se levantó. No estaba cansado, solo necesitaba tiempo para pensar, y con su madre hablándole solo le daban ganas de gritar. Subió y se encerró en su habitación, paseando la mirada hasta que sus ojos encontraron la libreta que se le olvidó sobre la cama.
Se echó descalzándose boca abajo en ella, ya que aún no estaba hecha en esos momentos le apetecía taparse hasta la cabeza y no despertar hasta que pudiera hablar. Necesitaba decirle a su hermano cuales eran sus sentimientos, hacerlo y si su destino era perderlo para siempre, pues lo aceptaría sin remedio.
Si su amor no era correspondido, no le podía obligar a ello, solo esperar que no fuera cruel con él, que le dijera que lo suyo no podía ser y le ofreciera su ayuda para olvidarle, aunque sabía que sería en vano.
¿Cómo hacerlo si estaba siempre a su lado? ¿Si cada paso que daba era tras los de su hermano?
Gimió por lo bajo, o al menos lo intentó hasta que sintió una punzada de dolor. Se frotó la garganta con cuidado y se estiró en la cama hasta que sus dedos cogieron la libreta y el bolígrafo.
Se acomodó de costado y garabateó una y otra vez el nombre de su hermano, tal y como hacían los enamorados. Escribir en un papel el nombre de la persona a la que amaban, suspirar con los ojos velados pensando en el futuro que le esperaba a su lado, mientras que a él…solo le esperaba el silencio…y la soledad si ese era su destino….
Cayó en un profundo sueño, del que despertó con la respiración agitada. Soñaba que su hermano se alejaba, que le miraba y negaba con la cabeza cuando le contó lo que torturaba su corazón.
-No puede ser, somos hermanos-le decía en su sueño.
-Lo sé, es una locura…pero no puedo evitarlo-le contestaba llorando.
Y llorando se despertó. Sintió las lágrimas caerle mejillas abajo, no pudiendo hacer nada por secarlas. Sus manos no daban abasto, se secaba una y le caían dos más por la barbilla.
Se incorporó sollozando con cuidado, sentándose en la cama y escondiendo la cara tras sus manos. Permaneció en esa postura hasta que sintió que llamaban a la puerta con suavidad.
Se frotó los ojos por última vez y esperó hasta que la abrieron y una cara familiar le sonrió desde la entrada.
-¿Se puede?-preguntó Andreas sonriendo.
Asintió con la cabeza y le devolvió la sonrisa. Andreas entró del todo y con la naturalidad que le daba el haberse casi criado en esa casa, se echó a su lado y se le quedó mirando, lo que le hizo sentirse más incómodo si se podía.
-¿Estás bien?-le preguntó tras unos minutos.
Asintió con rapidez, cambiando de postura. Se incorporó y se quedó recostado contra las almohadas, evitando cualquier tipo de contacto. Como si su amigo hubiera presentido que le molestaba, se levantó de la cama y paseó por la habitación como si nada.
-Tu madre me ha dicho que los chicos vendrán más tarde y que a lo mejor saldréis a dar un paseo. Eso significa que ya te encuentras bien, ¿no?-preguntó volviéndose.
Le vio resoplar con cuidado y alargar una mano, cogiendo de la mesilla la dichosa libretita.
-“Más o menos”-escribió con cansancio.
Antes de que pudieran seguir “hablando”, entró Simone teléfono en mano.
-Ahora mismo se lo pregunto querida-le dijo a la persona que estaba al otro lado de la línea-Bill, Silke pregunta que si estás en condiciones de terminar la entrevista para Vanity Fair, les gustaría publicarla cuanto antes, y solo serán 4 preguntas finales.
No se sentía en absoluto con ganas de contar como había pasado esos últimos días, pues se sentía más solo que la una, y muy triste. Tendría que mentir y decir que estaba ilusionado porque la operación hubiera salido bien y que agradecía el apoyo de las fans, lo que le daba las fuerzas necesarias para continuar.
Asintió resoplando, viendo como su madre se lo decía a Silke. Le hizo una señal a Andreas, pidiéndole el portátil que dejara su hermano sobre la mesa. Se acomodó mejor y lo puso sobre sus rodillas, pensando mientras se encendía en lo bien que se o pasó con la entrevista anterior.
Su hermano estaba a su lado apoyándole en todo, contestando incluso esa pregunta tan privada y que a él no le dio ningún reparo…claro, porque lo que más le gustaba era que todas las chicas leyeran que él era un buen amante desde bien temprano.
Maldiciéndolo en silencio, abrió el correo donde estaban las preguntas que le habían mandado, y las contestó mordiéndose los labios. Su madre y Andreas le habían dejado para que se pudiera concentrar mejor, así no vieron como las lágrimas le resbalaban mejillas abajo mientras tecleaba que en esos días contaba con el inestimable apoyo de su hermano. Que si no fuera por él esos días serían un infierno.
Y lo eran. Guardar silencio, no poder contarle sus sentimientos…no saber si eran correspondidos o eran un vano sueño…
Terminada la entrevista, cerró con fuerza el portátil y bajó a la cocina. Era casi la hora de comer, y por lo visto su madre había invitado a Andreas, que le ayudaba con los platos.
Se sentó en la mesa sin decir nada…no pudiendo evitar sonreír antes su pensamiento. ¿Cómo iba a poder decir algo si estaba recién operado?
Gimió por lo bajo cuando una punzada le recordó que no podía ni hablar ni sonreír… que no debía ser feliz…
-Tómate un analgésico-le dijo su madre acercándoselo con un vaso de agua.
La obedeció sin rechistar. Dejando a un lado la libreta que siempre le acompañaba, se lo tomó con cuidado y mientras esperaba que estuviera lista la comida apoyó un codo en la mesa y la cabeza contra su mano, perdido en sus pensamientos mientras miraba por la ventana de la cocina sin ver nada.
-Ya he vuelto-anunció Tom.
Pestañeó y se acomodó mejor en la silla. Miró hacia la puerta, por donde entró su hermano cargado con la compra que su madre anotó en una lista.
-¿Has traído todo?-preguntó Simone viendo las bolsas por encima.
-Si-asintió Tom con cansancio-Me he tirado dos horas en el super esquivando un par de chicas.
-Pobre-se lamentó Simone sonriendo- ¿Y te ha dado tiempo a comprar lo que necesitabas?
-No-murmuró Tom-Pero no importa, solo era una bobada que…
Dejó de hablar cuando sintió que le golpeaban en el brazo. Se volvió y su mirada se cruzó con la de su hermano, que le tendía la libreta con una temblorosa mano.
-“¿Me has traído algo?”-había escrito en ella.
-No-contestó con dureza.
Sintió como su hermano se ponía tenso de inmediato. Le vio morderse el labio inferior, ese que siempre le temblaba cuando iba a echarse a llorar. Maldijo por lo bajo y le dio la espalda como si nada, ayudando a guardar la compra.
Con una caja de galletas en la mano, se volvió un segundo para ver como su hermano se limpiaba con rapidez su mejilla con el dorso de la mano. No podía controlar sus lágrimas, y estaba seguro de que si pudiera hablar, le mandaba a la mierda y se quedaba tan ancho.
-“Paciencia”-le pidió en silencio-“Unas horas más….y serás mío para toda la eternidad”
¿Qué le importaba a él que hubiera decidido plantar un rosal en vez de una azalea? ¿O que la vecina de enfrente tuviera una hija de su misma edad y fuera una preciosidad?
Era gay, ya lo había asumido desde la primera vez que fue consciente de su condición sexual. Solo necesitaba encontrar las palabras necesarias y el momento adecuado para anunciarlo a su familia y a los más allegados.
Pero por el momento, le habían impuesto un duro silencio…
-Se te ve cansado-dijo Simone volviéndose-Sube a acostarte, si luego quieres salir a dar una vuelta con tus amigos, mejor que descanses ahora.
Asintió y se levantó. No estaba cansado, solo necesitaba tiempo para pensar, y con su madre hablándole solo le daban ganas de gritar. Subió y se encerró en su habitación, paseando la mirada hasta que sus ojos encontraron la libreta que se le olvidó sobre la cama.
Se echó descalzándose boca abajo en ella, ya que aún no estaba hecha en esos momentos le apetecía taparse hasta la cabeza y no despertar hasta que pudiera hablar. Necesitaba decirle a su hermano cuales eran sus sentimientos, hacerlo y si su destino era perderlo para siempre, pues lo aceptaría sin remedio.
Si su amor no era correspondido, no le podía obligar a ello, solo esperar que no fuera cruel con él, que le dijera que lo suyo no podía ser y le ofreciera su ayuda para olvidarle, aunque sabía que sería en vano.
¿Cómo hacerlo si estaba siempre a su lado? ¿Si cada paso que daba era tras los de su hermano?
Gimió por lo bajo, o al menos lo intentó hasta que sintió una punzada de dolor. Se frotó la garganta con cuidado y se estiró en la cama hasta que sus dedos cogieron la libreta y el bolígrafo.
Se acomodó de costado y garabateó una y otra vez el nombre de su hermano, tal y como hacían los enamorados. Escribir en un papel el nombre de la persona a la que amaban, suspirar con los ojos velados pensando en el futuro que le esperaba a su lado, mientras que a él…solo le esperaba el silencio…y la soledad si ese era su destino….
Cayó en un profundo sueño, del que despertó con la respiración agitada. Soñaba que su hermano se alejaba, que le miraba y negaba con la cabeza cuando le contó lo que torturaba su corazón.
-No puede ser, somos hermanos-le decía en su sueño.
-Lo sé, es una locura…pero no puedo evitarlo-le contestaba llorando.
Y llorando se despertó. Sintió las lágrimas caerle mejillas abajo, no pudiendo hacer nada por secarlas. Sus manos no daban abasto, se secaba una y le caían dos más por la barbilla.
Se incorporó sollozando con cuidado, sentándose en la cama y escondiendo la cara tras sus manos. Permaneció en esa postura hasta que sintió que llamaban a la puerta con suavidad.
Se frotó los ojos por última vez y esperó hasta que la abrieron y una cara familiar le sonrió desde la entrada.
-¿Se puede?-preguntó Andreas sonriendo.
Asintió con la cabeza y le devolvió la sonrisa. Andreas entró del todo y con la naturalidad que le daba el haberse casi criado en esa casa, se echó a su lado y se le quedó mirando, lo que le hizo sentirse más incómodo si se podía.
-¿Estás bien?-le preguntó tras unos minutos.
Asintió con rapidez, cambiando de postura. Se incorporó y se quedó recostado contra las almohadas, evitando cualquier tipo de contacto. Como si su amigo hubiera presentido que le molestaba, se levantó de la cama y paseó por la habitación como si nada.
-Tu madre me ha dicho que los chicos vendrán más tarde y que a lo mejor saldréis a dar un paseo. Eso significa que ya te encuentras bien, ¿no?-preguntó volviéndose.
Le vio resoplar con cuidado y alargar una mano, cogiendo de la mesilla la dichosa libretita.
-“Más o menos”-escribió con cansancio.
Antes de que pudieran seguir “hablando”, entró Simone teléfono en mano.
-Ahora mismo se lo pregunto querida-le dijo a la persona que estaba al otro lado de la línea-Bill, Silke pregunta que si estás en condiciones de terminar la entrevista para Vanity Fair, les gustaría publicarla cuanto antes, y solo serán 4 preguntas finales.
No se sentía en absoluto con ganas de contar como había pasado esos últimos días, pues se sentía más solo que la una, y muy triste. Tendría que mentir y decir que estaba ilusionado porque la operación hubiera salido bien y que agradecía el apoyo de las fans, lo que le daba las fuerzas necesarias para continuar.
Asintió resoplando, viendo como su madre se lo decía a Silke. Le hizo una señal a Andreas, pidiéndole el portátil que dejara su hermano sobre la mesa. Se acomodó mejor y lo puso sobre sus rodillas, pensando mientras se encendía en lo bien que se o pasó con la entrevista anterior.
Su hermano estaba a su lado apoyándole en todo, contestando incluso esa pregunta tan privada y que a él no le dio ningún reparo…claro, porque lo que más le gustaba era que todas las chicas leyeran que él era un buen amante desde bien temprano.
Maldiciéndolo en silencio, abrió el correo donde estaban las preguntas que le habían mandado, y las contestó mordiéndose los labios. Su madre y Andreas le habían dejado para que se pudiera concentrar mejor, así no vieron como las lágrimas le resbalaban mejillas abajo mientras tecleaba que en esos días contaba con el inestimable apoyo de su hermano. Que si no fuera por él esos días serían un infierno.
Y lo eran. Guardar silencio, no poder contarle sus sentimientos…no saber si eran correspondidos o eran un vano sueño…
Terminada la entrevista, cerró con fuerza el portátil y bajó a la cocina. Era casi la hora de comer, y por lo visto su madre había invitado a Andreas, que le ayudaba con los platos.
Se sentó en la mesa sin decir nada…no pudiendo evitar sonreír antes su pensamiento. ¿Cómo iba a poder decir algo si estaba recién operado?
Gimió por lo bajo cuando una punzada le recordó que no podía ni hablar ni sonreír… que no debía ser feliz…
-Tómate un analgésico-le dijo su madre acercándoselo con un vaso de agua.
La obedeció sin rechistar. Dejando a un lado la libreta que siempre le acompañaba, se lo tomó con cuidado y mientras esperaba que estuviera lista la comida apoyó un codo en la mesa y la cabeza contra su mano, perdido en sus pensamientos mientras miraba por la ventana de la cocina sin ver nada.
-Ya he vuelto-anunció Tom.
Pestañeó y se acomodó mejor en la silla. Miró hacia la puerta, por donde entró su hermano cargado con la compra que su madre anotó en una lista.
-¿Has traído todo?-preguntó Simone viendo las bolsas por encima.
-Si-asintió Tom con cansancio-Me he tirado dos horas en el super esquivando un par de chicas.
-Pobre-se lamentó Simone sonriendo- ¿Y te ha dado tiempo a comprar lo que necesitabas?
-No-murmuró Tom-Pero no importa, solo era una bobada que…
Dejó de hablar cuando sintió que le golpeaban en el brazo. Se volvió y su mirada se cruzó con la de su hermano, que le tendía la libreta con una temblorosa mano.
-“¿Me has traído algo?”-había escrito en ella.
-No-contestó con dureza.
Sintió como su hermano se ponía tenso de inmediato. Le vio morderse el labio inferior, ese que siempre le temblaba cuando iba a echarse a llorar. Maldijo por lo bajo y le dio la espalda como si nada, ayudando a guardar la compra.
Con una caja de galletas en la mano, se volvió un segundo para ver como su hermano se limpiaba con rapidez su mejilla con el dorso de la mano. No podía controlar sus lágrimas, y estaba seguro de que si pudiera hablar, le mandaba a la mierda y se quedaba tan ancho.
-“Paciencia”-le pidió en silencio-“Unas horas más….y serás mío para toda la eternidad”