Casi no pudo dormir en toda la noche, los nervios pudieron más que él, eso y que la fiebre le subiera rozando los 40º. Por suerte su madre estuvo pendiente de él a cada momento y en cuanto la sintió alta se apresuró a bajarla. Le levantó la camiseta y le puso una toalla húmeda en el ardiente pecho, y otra más pequeña sobre la frente.
Le cogió de la mano y no le soltó hasta que cayó de nuevo en un sueño en el que según ella deliraba llamando a su hermano en voz baja y diciéndole lo mucho que le necesitaba.
Al día siguiente se moría de la vergüenza, un poco más y le confesaba a su madre lo que siempre quiso contarle a su hermano, el amor que inevitablemente le procesaba….
Tras lograr pasar el desayuno, se metió de nuevo en el coche y en media hora se encontraba delante del doctor Kauffman, que le examinaba la garganta con una pequeña linterna.
Rodeando la camilla en la que estaba sentado se encontraban sus padres, Gordon se quedó en la sala de espera para no molestar.
-Abre un poco más-le pidió el doctor Kauffman.
Le obedeció abriendo la boca todo lo que pudo, sintiendo que la garganta se le secaba y le dolía más si era posible.
-Ya lo veo-murmuró el doctor para sí-Ya puedes cerrar la boca.
Bill la cerró de inmediato, tosiendo por lo bajo. Sentía la garganta seca e irritada, y aceptó el vaso se agua que le acerca el doctor Kauffman, bebiéndolo despacio mientras espera sus palabras.
-Bill, quiero hacerte más pruebas-comenzó a decir el doctor Kauffman con voz grave-A simple vista me hago una idea de lo que puede ser, pero prefiero confirmarlo.
-¿Qué…?-trató de preguntar.
-Cuando te hagas las pruebas te lo confirmo, y procura no hablar-le riñó con suavidad.
Le hizo una señal a la enfermera que tenía Bill a su espalda y ella se encargó de llevar al joven paciente para que le hicieran más pruebas. Simone le acompañó, dejando que su marido hablara más en serio con el médico.
-¿Es muy grave?-preguntó Jörg una vez que su hijo no está delante.
-Me temo que es un quiste, localizado en las cuerdas vocales-le explicó el doctor Kauffman-Pero se lo hemos visto a tiempo, no es muy grande pero si muy molesto.
-¿Habrá que operar?-preguntó Jörg con miedo.
-Me temo que si, no hay otra salida si quiere seguir cantando. Se lo comunicaré a su hijo cuando le traigan, dejando claro que es una operación rutinaria y en una semana ya estará recuperado.
Casi una hora después Bill se sentó en la misma camilla de antes. Además de haberle extraído sangre, le habían hecho una resonancia magnética y tras tumbarle en una camilla le habían metido un tubo por la garganta para hacerle una laringoscopia y verle mejor las cuerdas vocales. Soportó todas las pruebas sin quejarse, cerrando los ojos cuando el dolor se hacía insoportable.
Por suerte, su madre le cogió la mano cada vez que le veía arrugar al frente, consolándole como podía. Pero a quien de verdad quería que estuviera a su lado, cogiéndole la mano y susurrándole al oído que todo iba a salir bien era su hermano, pero los habían separado…
-Ya tengo los resultados-anunció el doctor Kauffman.
Se sentó en su escritorio y arrugó la frente asintiendo con la cabeza al mismo tiempo. Como ya se venía temiendo, era un quiste lo que tenía su joven paciente.
-Las pruebas señalan que tienes un quiste en la garganta, más bien en las cuerdas vocales-le explicó sin irse por las ramas.
-¿Un….quiste…?-repitió tragando con esfuerzo-¿Cómo…?
-¿Cómo te ha salido? Pueden muchas las causas, la que yo creo correcta es que fuerzas mucho la voz, te exiges mucho a ti mismo y tu cuerpo ha dicho basta.
-¿Si no canto en una semana se me curará?-preguntó en voz baja.
-Me temo que no es tan fácil. Bill, hay que operarte, y cuanto antes mejor. Es una sencilla operación, y si todo va bien en el mismo día te vas a casa.
-Si todo va bien-susurró sus palabras.
-Tras la operación deberás estar una semana como mínimo sin pronunciar palabra, y luego habrá una rehabilitación. Te enseñaremos como cantar sin forzar la voz y que no se repita….
Dejó de escucharle, más bien ya no le escuchaba desde que dijo la palabra “operación”. Siempre les tuvo pánico a los médicos, y lo de ese día no era una excepción. Hablaban de rajarle la garganta, extraer ese quiste que tanta lata le estaba dando y sin garantizarle que su voz no quedara tocada.
-Doctor-susurró interrumpiéndole-¿Mi voz seguirá siendo la misma?
-Eso se verá con el tiempo-le dijo el doctor Kauffman con pesar.
Con el tiempo….lo que le faltó para contarle a su hermano sus sentimientos….
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y como una de ellas ya le bajaba mejilla abajo. Se apresuró a secársela y cogió aire para seguir escuchando lo que le médico le estaba contando.
-He visto que aún tienes fiebre, te voy a recetar unos antibióticos más fuertes para que te sientas mejor hasta que te operemos-siguió diciendo el doctor Kauffman.
-¿Cuándo…?
-En 4 días, si todo va bien. Me gustaría que volvieras en unos dos días y si la fiebre ha cesado lo preparamos todo y operamos-le explicó el doctor Kauffman- Hasta entonces, procura hablar lo menos posibles, no fuerces la garganta.
Asintió en silencio, solo tendría 4 días para pensar si hablaba con su hermano o se lo callaba para siempre,….
Salieron de la consulta y viéndole tan apagado le llevan directos a casa. Su padre se quedó a comer con ellos y mientras entre los hombre preparan la comida Simone se encargó de mimar a su hijo pequeño.
Le obligó a acostarse en el sofá del salón, ya que se negaba a comer, más que nada por el dolor de garganta y que su estómago estaba revuelto….además de por los nervios…
Tras tomarse el nuevo antibiótico se recostó contra las almohadas suspirando. Odiaba estar enfermo, más sin su hermano a su lado. Le veía decaído cada vez que la garganta le fallaba y enseguida se ponía a hacer el payaso hasta arrancarle una sonrisa. En esos momentos, no tenía fuerzas para intentarlo….
-Descansa aquí mientras nosotros comemos en la cocina, así estaremos más cerca si necesitas algo-le explicó Simone arropándole.
Le besó en la frente y le dejó descansar, o al menos intentarlo. Cerró los ojos y al cabo de unos minutos ya estaba soñando. No se enteró de que llamaban a la puerta y Silke se quedaba a comer tal y como acordó con su madre el día anterior.
Enseguida fue puesta al día de las nuevas noticias.
-Me temo que habrá que cancelar la gira-anunció suspirando-Esto puede ir para largo y es mejor no forzar a Bill, que vea que tiene tiempo para recuperarse en condiciones y no se esfuerce más de la cuenta.
-También habrá que bajar el ritmo una vez se haya recuperado-intervino Jörg-No quiero que caiga enfermo de nuevo por dar tantos conciertos.
-Si, tras recuperar los cancelados les daremos unas semanas libres, y luego planificaremos su agenda con más calma-prometió Silke.
Continuaron hablando hasta que un susurro les interrumpe. Simone se apresuró a correr al lado de su hijo, quien le pidió un vaso de agua mientras se frotaba los ojos con las manos.
-Buenas tardes-le saludó Silke sonriendo.
Había seguido a Simone y acercando una silla se sentó lo más cerca de él que pudo. Bill la miró y le dirigió una débil sonrisa, separando los labios dispuesto a decir algo.
-Bill, recuerda que el médico te ha prohibido hablar-le recordó Simone acercándole un vaso de agua.
Le ayudó a incorporarse y le llevó el vaso a los labios para que echara un trago corto. Luego se sentó a su lado y le pasó la libreta que ya dejara bien cerca.
“¿Ya lo sabe Tom?”-escribió en ella.
-Pues, la verdad es que aún no-confesó avergonzada Simone.
-Hablé con Dunja, en estos momentos tu hermano y los demás vuelan rumbo a casa-informó Silke-Un coche ya les espera y le traerá a casa nada más aterrizar.
-Entonces se lo diremos-intervino Simone-Es mejor hacerlo en persona que por teléfono.
“¿Y qué vais a decir a la prensa?”-escribió de nuevo.
-La verdad, que es un quiste y que te van a operar-contestó Silke-Que estarás alejado de los escenarios por un tiempo y que tras recuperarte del todo volverás con más fuerzas.
“Eso si vuelvo”-no pudo evitar pensar.
-Hemos suspendido todos los conciertos-le explicó Silke abriendo la agenda que siempre llevaba con ella-Los hemos pospuesto pero sin fijar ninguna fecha, todo dependerá de tu recuperación.
-Hoy tocaba España-murmuró olvidándose de usar la libreta.
Viendo lo desilusionado que estaba, decidió contarle la otra noticia que se guardaba para cuando estuviera de mejor humor.
-Bill, ya sé que ahora no estás para entrevistas ni nada, pero han llamado los de Vanity Fair en cuanto se enteraron, ya lo tenían previsto de antes pero les gustaría saber si les concedes una exclusiva con fotos incluidas-le explicó-Les he respondido que todo depende de ti, sé que ahora no estás para nada pero piénsatelo y si mañana te levantas más animado les llamo.
Se recostó contra las almohadas pensándolo seriamente. En esos momentos no le apetecía “hablar” en absoluto, pero tal vez podía usar la entrevista para resarcir a sus fans, contar como se sentía y pedir comprensión por parte de sus padres. Esa mañana vio algo la tele y salía de nuevo en las noticias, mostrando la indignación por parte de algunos padres que no sabían como consolar a sus llorosas hijas, que no entendían por el infierno que estaba pasando en esos momentos.
Asintió con la cabeza y Silke sonrió entendiéndole.
-Les llamaré y les diré que mañana recibirán una respuesta-dijo a modo de despedida.
Se levantó y se inclinó para besarle en la mejilla, deseándole un buen día. Su madre la acompañó hasta la puerta y se recostó de nuevo en el sofá, tumbándose de espalda y mirando por la ventana.
-Bill, ya me voy-dijo Jörg interrumpiendo sus pensamientos-Mañana volveré a ver que tal te encuentras.
-Adiós papá-susurró abrazándole cuando se inclina.
-Usa la libreta-le riñó alborotándole el pelo.
Trató de reír, pero hasta eso le dolía. Lo dejó en una forzada sonrisa y cerró los ojos suspirando, cayendo en un sueño del que despertó cuando presintió que alguien se le acercaba.
Estaba tumbado de costado cuando de repente sintió una presencia que conocía perfectamente. Abrió los ojos de golpe y esa vez su sonrisa salió por sí sola.
-¡Tom!-gimió con voz ronca.
Tom le devolvió la sonrisa y corrió a su lado, fundiéndose con él en un cálido abrazo.
-Te he echado de menos-murmuró Tom contra su pelo.
-Y yo-contestó de igual manera.
Se aferró a sus brazos con miedo de soltarle y no volver a verle nunca. Desde que cayó enfermo, era la primera vez que realmente se sentía bien. En los brazos de su hermano, donde podía pasar el resto de su vida si nadie se lo impedía…
Le cogió de la mano y no le soltó hasta que cayó de nuevo en un sueño en el que según ella deliraba llamando a su hermano en voz baja y diciéndole lo mucho que le necesitaba.
Al día siguiente se moría de la vergüenza, un poco más y le confesaba a su madre lo que siempre quiso contarle a su hermano, el amor que inevitablemente le procesaba….
Tras lograr pasar el desayuno, se metió de nuevo en el coche y en media hora se encontraba delante del doctor Kauffman, que le examinaba la garganta con una pequeña linterna.
Rodeando la camilla en la que estaba sentado se encontraban sus padres, Gordon se quedó en la sala de espera para no molestar.
-Abre un poco más-le pidió el doctor Kauffman.
Le obedeció abriendo la boca todo lo que pudo, sintiendo que la garganta se le secaba y le dolía más si era posible.
-Ya lo veo-murmuró el doctor para sí-Ya puedes cerrar la boca.
Bill la cerró de inmediato, tosiendo por lo bajo. Sentía la garganta seca e irritada, y aceptó el vaso se agua que le acerca el doctor Kauffman, bebiéndolo despacio mientras espera sus palabras.
-Bill, quiero hacerte más pruebas-comenzó a decir el doctor Kauffman con voz grave-A simple vista me hago una idea de lo que puede ser, pero prefiero confirmarlo.
-¿Qué…?-trató de preguntar.
-Cuando te hagas las pruebas te lo confirmo, y procura no hablar-le riñó con suavidad.
Le hizo una señal a la enfermera que tenía Bill a su espalda y ella se encargó de llevar al joven paciente para que le hicieran más pruebas. Simone le acompañó, dejando que su marido hablara más en serio con el médico.
-¿Es muy grave?-preguntó Jörg una vez que su hijo no está delante.
-Me temo que es un quiste, localizado en las cuerdas vocales-le explicó el doctor Kauffman-Pero se lo hemos visto a tiempo, no es muy grande pero si muy molesto.
-¿Habrá que operar?-preguntó Jörg con miedo.
-Me temo que si, no hay otra salida si quiere seguir cantando. Se lo comunicaré a su hijo cuando le traigan, dejando claro que es una operación rutinaria y en una semana ya estará recuperado.
Casi una hora después Bill se sentó en la misma camilla de antes. Además de haberle extraído sangre, le habían hecho una resonancia magnética y tras tumbarle en una camilla le habían metido un tubo por la garganta para hacerle una laringoscopia y verle mejor las cuerdas vocales. Soportó todas las pruebas sin quejarse, cerrando los ojos cuando el dolor se hacía insoportable.
Por suerte, su madre le cogió la mano cada vez que le veía arrugar al frente, consolándole como podía. Pero a quien de verdad quería que estuviera a su lado, cogiéndole la mano y susurrándole al oído que todo iba a salir bien era su hermano, pero los habían separado…
-Ya tengo los resultados-anunció el doctor Kauffman.
Se sentó en su escritorio y arrugó la frente asintiendo con la cabeza al mismo tiempo. Como ya se venía temiendo, era un quiste lo que tenía su joven paciente.
-Las pruebas señalan que tienes un quiste en la garganta, más bien en las cuerdas vocales-le explicó sin irse por las ramas.
-¿Un….quiste…?-repitió tragando con esfuerzo-¿Cómo…?
-¿Cómo te ha salido? Pueden muchas las causas, la que yo creo correcta es que fuerzas mucho la voz, te exiges mucho a ti mismo y tu cuerpo ha dicho basta.
-¿Si no canto en una semana se me curará?-preguntó en voz baja.
-Me temo que no es tan fácil. Bill, hay que operarte, y cuanto antes mejor. Es una sencilla operación, y si todo va bien en el mismo día te vas a casa.
-Si todo va bien-susurró sus palabras.
-Tras la operación deberás estar una semana como mínimo sin pronunciar palabra, y luego habrá una rehabilitación. Te enseñaremos como cantar sin forzar la voz y que no se repita….
Dejó de escucharle, más bien ya no le escuchaba desde que dijo la palabra “operación”. Siempre les tuvo pánico a los médicos, y lo de ese día no era una excepción. Hablaban de rajarle la garganta, extraer ese quiste que tanta lata le estaba dando y sin garantizarle que su voz no quedara tocada.
-Doctor-susurró interrumpiéndole-¿Mi voz seguirá siendo la misma?
-Eso se verá con el tiempo-le dijo el doctor Kauffman con pesar.
Con el tiempo….lo que le faltó para contarle a su hermano sus sentimientos….
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y como una de ellas ya le bajaba mejilla abajo. Se apresuró a secársela y cogió aire para seguir escuchando lo que le médico le estaba contando.
-He visto que aún tienes fiebre, te voy a recetar unos antibióticos más fuertes para que te sientas mejor hasta que te operemos-siguió diciendo el doctor Kauffman.
-¿Cuándo…?
-En 4 días, si todo va bien. Me gustaría que volvieras en unos dos días y si la fiebre ha cesado lo preparamos todo y operamos-le explicó el doctor Kauffman- Hasta entonces, procura hablar lo menos posibles, no fuerces la garganta.
Asintió en silencio, solo tendría 4 días para pensar si hablaba con su hermano o se lo callaba para siempre,….
Salieron de la consulta y viéndole tan apagado le llevan directos a casa. Su padre se quedó a comer con ellos y mientras entre los hombre preparan la comida Simone se encargó de mimar a su hijo pequeño.
Le obligó a acostarse en el sofá del salón, ya que se negaba a comer, más que nada por el dolor de garganta y que su estómago estaba revuelto….además de por los nervios…
Tras tomarse el nuevo antibiótico se recostó contra las almohadas suspirando. Odiaba estar enfermo, más sin su hermano a su lado. Le veía decaído cada vez que la garganta le fallaba y enseguida se ponía a hacer el payaso hasta arrancarle una sonrisa. En esos momentos, no tenía fuerzas para intentarlo….
-Descansa aquí mientras nosotros comemos en la cocina, así estaremos más cerca si necesitas algo-le explicó Simone arropándole.
Le besó en la frente y le dejó descansar, o al menos intentarlo. Cerró los ojos y al cabo de unos minutos ya estaba soñando. No se enteró de que llamaban a la puerta y Silke se quedaba a comer tal y como acordó con su madre el día anterior.
Enseguida fue puesta al día de las nuevas noticias.
-Me temo que habrá que cancelar la gira-anunció suspirando-Esto puede ir para largo y es mejor no forzar a Bill, que vea que tiene tiempo para recuperarse en condiciones y no se esfuerce más de la cuenta.
-También habrá que bajar el ritmo una vez se haya recuperado-intervino Jörg-No quiero que caiga enfermo de nuevo por dar tantos conciertos.
-Si, tras recuperar los cancelados les daremos unas semanas libres, y luego planificaremos su agenda con más calma-prometió Silke.
Continuaron hablando hasta que un susurro les interrumpe. Simone se apresuró a correr al lado de su hijo, quien le pidió un vaso de agua mientras se frotaba los ojos con las manos.
-Buenas tardes-le saludó Silke sonriendo.
Había seguido a Simone y acercando una silla se sentó lo más cerca de él que pudo. Bill la miró y le dirigió una débil sonrisa, separando los labios dispuesto a decir algo.
-Bill, recuerda que el médico te ha prohibido hablar-le recordó Simone acercándole un vaso de agua.
Le ayudó a incorporarse y le llevó el vaso a los labios para que echara un trago corto. Luego se sentó a su lado y le pasó la libreta que ya dejara bien cerca.
“¿Ya lo sabe Tom?”-escribió en ella.
-Pues, la verdad es que aún no-confesó avergonzada Simone.
-Hablé con Dunja, en estos momentos tu hermano y los demás vuelan rumbo a casa-informó Silke-Un coche ya les espera y le traerá a casa nada más aterrizar.
-Entonces se lo diremos-intervino Simone-Es mejor hacerlo en persona que por teléfono.
“¿Y qué vais a decir a la prensa?”-escribió de nuevo.
-La verdad, que es un quiste y que te van a operar-contestó Silke-Que estarás alejado de los escenarios por un tiempo y que tras recuperarte del todo volverás con más fuerzas.
“Eso si vuelvo”-no pudo evitar pensar.
-Hemos suspendido todos los conciertos-le explicó Silke abriendo la agenda que siempre llevaba con ella-Los hemos pospuesto pero sin fijar ninguna fecha, todo dependerá de tu recuperación.
-Hoy tocaba España-murmuró olvidándose de usar la libreta.
Viendo lo desilusionado que estaba, decidió contarle la otra noticia que se guardaba para cuando estuviera de mejor humor.
-Bill, ya sé que ahora no estás para entrevistas ni nada, pero han llamado los de Vanity Fair en cuanto se enteraron, ya lo tenían previsto de antes pero les gustaría saber si les concedes una exclusiva con fotos incluidas-le explicó-Les he respondido que todo depende de ti, sé que ahora no estás para nada pero piénsatelo y si mañana te levantas más animado les llamo.
Se recostó contra las almohadas pensándolo seriamente. En esos momentos no le apetecía “hablar” en absoluto, pero tal vez podía usar la entrevista para resarcir a sus fans, contar como se sentía y pedir comprensión por parte de sus padres. Esa mañana vio algo la tele y salía de nuevo en las noticias, mostrando la indignación por parte de algunos padres que no sabían como consolar a sus llorosas hijas, que no entendían por el infierno que estaba pasando en esos momentos.
Asintió con la cabeza y Silke sonrió entendiéndole.
-Les llamaré y les diré que mañana recibirán una respuesta-dijo a modo de despedida.
Se levantó y se inclinó para besarle en la mejilla, deseándole un buen día. Su madre la acompañó hasta la puerta y se recostó de nuevo en el sofá, tumbándose de espalda y mirando por la ventana.
-Bill, ya me voy-dijo Jörg interrumpiendo sus pensamientos-Mañana volveré a ver que tal te encuentras.
-Adiós papá-susurró abrazándole cuando se inclina.
-Usa la libreta-le riñó alborotándole el pelo.
Trató de reír, pero hasta eso le dolía. Lo dejó en una forzada sonrisa y cerró los ojos suspirando, cayendo en un sueño del que despertó cuando presintió que alguien se le acercaba.
Estaba tumbado de costado cuando de repente sintió una presencia que conocía perfectamente. Abrió los ojos de golpe y esa vez su sonrisa salió por sí sola.
-¡Tom!-gimió con voz ronca.
Tom le devolvió la sonrisa y corrió a su lado, fundiéndose con él en un cálido abrazo.
-Te he echado de menos-murmuró Tom contra su pelo.
-Y yo-contestó de igual manera.
Se aferró a sus brazos con miedo de soltarle y no volver a verle nunca. Desde que cayó enfermo, era la primera vez que realmente se sentía bien. En los brazos de su hermano, donde podía pasar el resto de su vida si nadie se lo impedía…