Los primeros días que Tom Kaulitz pasó en el pueblo fueron algo extraños. Mucha gente le miraba con miedo, otros extrañados. Todos querían ver en persona a un asesino, sobre todo los niños. Fuera donde fuera, escuchaba sus pasos tras él, oía sus risas y cuchicheos. Le extrañaba que las madres no les prohibiera acercársele, pero sabiendo que una vez él fue un niño que hacía exactamente todo lo que le prohibían, entendía a la perfección a los niños del pueblo.
Pensar en su infancia le hizo acordarse de su padre. ¿Qué tal estaría? ¿Seguiría viviendo en las afuera del pueblo, como cuando era pequeño? Le extrañaba que no le hubieran desterrado por haber criado a un asesino, pero mientras que se mantuviera lo bastante alejado de ellos y no bajara al pueblo más que las veces necesarias, su padre podía vivir tranquilamente.
Una mañana que se levantó decidió ir a visitarle. La noche anterior lo había hablado con Andreas, y le explicó que desde hacía unos meses su padre se encontraba delicado de salud. El corazón le había estado dando problemas, pero tan tozudo como siempre Jörg Kaulitz se negó ir a un hospital.
Tras vestirse, cogió las llaves de su moto y bajó las escaleras de su apartamento. La tenía aparcada bajo ellas y se montó arrancándola. Salió disparado cruzando medio pueblo, hasta llegar a la zona más alejada en la que vivía su padre.
Dejó la moto aparcada contra la valla del jardín y se bajó con lentitud. No había cambiado nada. Seguía teniendo el mismo buzón destartalado y la valla necesitaba una mano de pintura con urgencia.
No pudo evitar sonreír al recordar todas las tardes que le castigaba obligándole a pintarla. Mientras que su padre dormía la borrachera, entre él y Andreas la pintaban en una hora y luego salían corriendo a pensar en una nueva travesura.
Pero con el paso de los años, no podía llamarse travesura a lo que hacían. Primero lo hablaron durante algunos días. Tom le confesó que se sentía atraído por los chicos, y Andreas que era él quien le atraía.
Se dieron su primer beso muertos de miedo, pero tras separar los labios se miraron sonriendo y repitieron. Así comenzó su “relación”, si se podía llamar así. Se veían a escondidas y de momento solo se besaban. Tenían 13 años, pero una tarde que regresaba de las clases particulares que Bill le daba, también a escondidas, se acercó a Andreas y sin decir palabra le tomó en sus brazos y estrechó con fuerza.
Ese día hicieron el amor por primera vez. Estaban en un descampado, tras unos matorrales. No era el lugar indicado, pero necesitaba hacerlo con urgencia. No sabía si a partir de ese día volvería a pensar en Bill de esa manera….
Pestañeó saliendo de sus pensamientos. Le dolía haber usado a Andreas de esa manera, solo para obtener un placer que necesitaba con urgencia, haciéndole creer que era muy especial para él. Pero Andreas lo sabía, y se dejaba hacer todas las veces que necesitó de él.
Suspiró resignado y echó a andar hacia la casa. Llegó al porche y subió los escalones con miedo, parecían a punto de romperse bajo su peso. Abrió la puerta sin llamar, no hacía falta si estaba caída de sus goznes.
Entró en lo que una vez fue el salón y vio a su padre acostado en el sofá. Arrugó la nariz ante el olor que le llegaba. Había restos de comida mirara donde mirara, y botellas de cerveza vacías.
Se dirigió a la cocina y la encontró en el mismo estado. No sabía como podía vivir así su padre….
Regresó al salón y se inclinó sobre él, sacudiéndole en el hombro hasta que le hizo abrir los ojos.
-Hola papá-saludó.
Jörg Kaulitz entre cerró los ojos por la luz que le molestaba, estudiando a la persona que tenía delante de ellos. Gruñó al reconocerlo y se incorporó con esfuerzo, ayudado por su único hijo.
-¿Qué haces fuera de la cárcel?-preguntó con un gruñido.
-Era un reformatorio, y me han dejado salir-explicó Tom resoplando.
-¿Por qué? ¿Por buena conducta? ¿A quién te has tirado?-rió Jörg Kaulitz.
Le miró con odio en los ojos. Le dolía que le hiciera esa pregunta, más tras lo que tuvo que aguantar desde el primer día que puso un pie en ese infierno. Decidió cambiar de tema antes de que le entraran ganas de golpearle por hacerle daño de nuevo.
-Me han dicho que estás enfermo-comentó en voz baja.
-Chorradas, nada que una buena cerveza cure. ¿Has traído alguna?-preguntó Jörg mirando fijamente a su hijo.
-No-contestó Tom con rapidez.
-Eres un mal hijo, cuando se va de visita es de buena educación llevar un regalo. Creía que te había educado bien-le echó en cara Jörg.
-Tu única educación era que si no hacía las cosas a tu manera, me pegabas con el cinturón-estalló Tom.
-Porque te lo merecías. Mira lo que le pasó al pobre Gustav, si no se hubiera metido en tu camino, aún estaría vivo….
-Calla, deja de hablar de cosas que no tienes ni idea-gritó resoplando Tom.
No había vuelto a pensar en Gustav desde que le acusaron de su muerte. No la entendía, era una buena persona que solo habló con él ese único día. Se sentía muy mal y Gustav lo notó. Se le acercó y empezaron a hablar. No sabía que pasaba, pero supo que podía confiar en él y le contó sus problemas.
Las cosas iban mal en casa, en el colegio todos le trataban como si fuera una basura solo por tener el padre que tenía. Y…se había enamorado perdidamente de un chico de buena familia, inalcanzable para él, pero aún así no podía sacárselo de la cabeza.
Gustav le animó a que le consiguiera a pesar de todo. No era como Andreas, que le dijo que lo mejor era que se olvidara de él. No había mencionado de qué chico se trataba, pero en el fondo sospechaba que Andreas sabía que era Bill, y estaba celoso de él.
Le dio las gracias a Gustav y le prometió seguir su consejo. No se esperaba que le diera un abrazo, era el primero que recibía tan caluroso que se lo devolvió sin pensarlo, a pesar de que había mucha gente mirando.
Esa misma noche, el cuerpo de Gustav apareció sin vida y todos los dedos le señalaron a él. Fue juzgado y condenado por todo el pueblo, y antes de que se diera cuenta estaba encerrado de por vida en un maldito infierno.
-A mi no me levantes la voz en mi propia casa-gritó a su vez Jörg.
Tom vio como su padre se levantaba con una mano alzada y se puso en guardia. Le empujó haciéndole caer en el sofá de nuevo y le miró con los ojos llenos de un odio intenso.
-Ya no soy ese niño asustado que no se atrevía a defenderse, vuelve a tocarme y te juro que te mato con mis propias manos-le amenazó con furia.
Dio media vuelta y salió de la casa. Se montó en la moto y arrancó tragándose las lágrimas que sentía escocerle en la garganta. No sabía porque había ido a verle, debería dejar que se pudriera en esa cloaca que una vez llamó casa.
Esa tarde no estaba con ánimos de trabajar, y David lo notó. Le dio la tarde libre a pesar de su negativa.
-Vete Tom, no estás en condiciones-insistió David-Mañana hablaré con Gordon y le explicaré la situación. Ya verás como lo entiende y no tienes que recuperar estas horas.
Aceptó a regañadientes. Salió de la tienda y se olvidó de la moto. Necesitaba estirar las piernas. Empezó a pasear y antes de que se quisiera dar cuenta sus pies le habían llevado al colegio al que fue cuando era un niño.
Rodeó el edificio y se internó en el bosque que había tras el campo de futbol. Conocía a la perfección el camino, y en unos minutos halló el claro en donde todas las tardes recibía sus clases particulares.
Pero no era el único en recordar tan bien ese sitio. Apoyado contra un árbol, Bill Trümper pensaba si era correcto lo que estaba sintiendo en esos momentos….
-Vaya, pensaba que era yo el único que recordaba los buenos tiempos-murmuró Tom sonriendo.
No quería pasarse la mañana metido en casa, su madre salió de nuevo al pueblo de al lado y él se quedó en la cama vagueando hasta que empezó a dolerle el cuerpo. Se levantó resoplando y tras darse una larga ducha se arregló con esmero.
No tenía pensado volver por la tienda, y como Tom libraba todas las mañanas, tal vez se lo encontraba por la calle, así como si nada.
Pero sus ilusiones se rompieron cuando caminando por la acera de enfrente de la tienda escuchó el rugir de una moto. Se quedó viéndole marcharse en la lejanía, tomando la carretera que te llevaba a las afuera del pueblo.
Maldijo por lo bajo y metiéndose las manos en los bolsillos de la cazadora dio un largo paseo por el pueblo. Había pocas tiendas y se sabía sus escaparates de memoria. Aún así se paró en una que vendía ropa, arrugando la frente al ver lo fea que era. Cuando quería comprarse algo nuevo, que llámase tanto la atención como él, no le quedaba más remedio que irse al pueblo de al lado.
Suspiró resignado. Se le estaba quedando pequeño el pueblo para él. No había nada que hacer, y solo aspiraba a encargarse de la tienda el día que su padre faltase, aunque en esos momentos en los que contaban con la ayuda de Tom, dudaba de que un buen día su padre le invitara a aprender el negocio.
-¿Bill?
Se volvió con rapidez, pero sus ojos solo vieron a Georg. Se mordió los labios para evitar maldecir por lo bajo, por un momento le pareció creer que era Tom, que había regresado para buscarle en su moto y sacarle de ese pueblo.
-Yo también me alegro de verte-murmuró enojado Georg.
-Lo siento-dijo encogiéndose de hombros.
Echó a andar sin decir nada, poniéndose al lado de Georg. Dieron un silencioso paseo por el pueblo, y cuando llegó la hora de comer decidieron ir al bar del pueblo. Se sentaron en una mesa que estaba en un rincón y desde allí podían ver las pocas personas que estaban a esa hora.
Una de ellas era Andreas, que nada más ver a Bill arrugó la frente y se le quedó mirando con descaro.
Bill trató de ignorarle y cogió la carta que Georg le pasaba. Pidió solo una ensalada y un té frío, haciendo oídos sordos a las protestas de Georg de que pidiera algo más.
Mientras esperaban a que les sirvieran, se disculpó y fue al baño a lavarse las manos. Se estaba secando cuando se abrió la puerta y se giró de inmediato… encontrándose con Andreas.
-Hola-saludó en voz baja.
Andreas solo hizo un leve gesto con la cabeza, antes de caminar hasta uno de los inodoros. Bill se dio la vuelta mientras terminaba de secarse las manos. Se miró al espejo y retocó su pelo mientras escuchaba como se bajaba la cremallera de un pantalón.
Decidió dejarle intimidad y se giró dispuesto a salir, pero Andreas no se lo puso fácil.
-¿Te incomoda?-preguntó Andreas medio girándose.
-Me están esperando-contestó Bill con la mano en la puerta.
-Puedes quedarte, no me importa-siguió diciendo Andreas-Sabes, tanto tiempo en el pueblo y nunca hemos cruzado más de dos palabras. Pero aún así, sé mucho de ti.
Esas palabras le hicieron quedarse donde estaba. Cerró de nuevo la puerta y se cruzó de brazos mientras esperaba a que terminara. Le vio abrocharse de nuevo los pantalones y tirar de la cadena.
-No me conoces en absoluto-dijo Bill con firmeza.
-Tom no deja de hablar de ti-explicó Andreas-O más bien, pensar. No me lo dice claramente, pero…el otro día mientras hacíamos el amor me pareció escuchar tu nombre y no el mío cuando….ya sabes….
-¿Estáis juntos? ¿Qué tienes con Tom?-no pudo evitar preguntar.
-Oh, solo somos dos viejos amigos. Entre nosotros solo hay sexo, no hay ningún compromiso ni nada parecido-contestó Andreas sonriendo.
“¿Entonces por que se acuesta contigo?”-pensó Bill con dolor.
Andreas no pasó por alto ese gesto y tras secarse las manos pasó por su lado dispuesto a volver a su mesa. Pero se quedó con la puerta abierta mientras le dedicaba unas últimas palabras.
-Tom siempre consigue lo que quiere, y me temo que eres tú, cielo-susurró sonriendo-Y no le va a costar nada tenerte en su cama una noche de estas.
Cerró la puerta y le dejó a solas en el baño, dejando que pensara en sus palabras y reaccionara. Le dolía ver triste a Tom, y si era a Bill a quien quería, no le quedaba más remedio que apartarse…
Cuando pudo respirar con normalidad, regresó a la mesa. Georg ya estaba comiendo su hamburguesa, y al lado tenía la ensalada que había pedido. Cogió el vaso del té y echó un largo trago antes de empezar a comer.
-Estaba pensando-empezó a decir Georg-Esta tarde tengo la casa para mí solo, si te apetece venir y hacer….lo que sea….
Dejó caer el tenedor en su plato con fuerza. Estaba cansado de que Georg se le insinuara cada dos por tres.
-Vaya, eso debe ser un no rotundo-murmuró Georg dolido.
-Es….muy precipitado-dijo Bill suspirando.
-Si fuera Tom, todo sería muy distinto-dijo Georg mirándole firmemente.
-No sé de que me estás hablando-murmuró Bill bajando su mirada.
-Sé que hay una atracción entre los dos, y tú o haces nada por evitarlo-le acusó Georg.
Esperó en silencio a que le contestara, pero solo le oía respirar con dificultad. Desde donde estaba podía escuchar su corazón, latiendo dentro de su pecho con fuerza…pero no por él…
-No te quedes callado, dime algo-exigió Georg levantando la voz-Di que me lo estoy imaginando, niégamelo…dime que no sientes nada por Tom…
-No puedo-susurró Bill levantándose.
Le dejó solo, él mismo necesitaba estarlo. Salió del bar y se puso a caminar sin rumbo fijo. Pero sus pies le llevaron al lugar donde todo empezó. Se apoyó en un árbol suspirando, pensando si eran ciertos esos sentimientos que le impedía respirar con normalidad….
No le vio llegar, se sobresaltó cuando escuchó su voz.
-Vaya, pensaba que era yo el único que recordaba los buenos tiempos-murmuró Tom sonriendo.
Le devolvió la sonrisa con esfuerzo, cruzando los brazos sobre su pecho, ocultándole así su agitada respiración. Le vio acercársele y sin decir palabra se sentó en el suelo a su lado.
-He ido a ver a mi padre-dijo de repente Tom.
-¿Qué tal está?-preguntó Bill sentándose a su lado.
-Muy mal, me dijeron que estaba enfermo del corazón….y está viviendo en unas condiciones insalubres. Me digo que me da igual lo que le pase, pero….no deja de ser mi padre….
No se esperaba que Tom se le echara a llorar, pero ahí estaban sus lágrimas. No pudo hacer nada más que abrir sus brazos dejarle llorar en ellos mientras que con una mano le acariciaba el pelo y suspiraba.
Tom se dejó abrazar, pasando sus manos por su cintura. Era como si tuvieran vida propia, de repente comenzaron a meterse bajo su camiseta, a acariciarle la suave piel de su estómago…
Le sintió estremecer y alzó la cabeza. Le vio con los ojos cerrados y los labios ligeramente separados, y maldiciéndose por lo bajo se inclinó hacia él y empezó a besarle con suavidad sin dejar de llorar.
Pensar en su infancia le hizo acordarse de su padre. ¿Qué tal estaría? ¿Seguiría viviendo en las afuera del pueblo, como cuando era pequeño? Le extrañaba que no le hubieran desterrado por haber criado a un asesino, pero mientras que se mantuviera lo bastante alejado de ellos y no bajara al pueblo más que las veces necesarias, su padre podía vivir tranquilamente.
Una mañana que se levantó decidió ir a visitarle. La noche anterior lo había hablado con Andreas, y le explicó que desde hacía unos meses su padre se encontraba delicado de salud. El corazón le había estado dando problemas, pero tan tozudo como siempre Jörg Kaulitz se negó ir a un hospital.
Tras vestirse, cogió las llaves de su moto y bajó las escaleras de su apartamento. La tenía aparcada bajo ellas y se montó arrancándola. Salió disparado cruzando medio pueblo, hasta llegar a la zona más alejada en la que vivía su padre.
Dejó la moto aparcada contra la valla del jardín y se bajó con lentitud. No había cambiado nada. Seguía teniendo el mismo buzón destartalado y la valla necesitaba una mano de pintura con urgencia.
No pudo evitar sonreír al recordar todas las tardes que le castigaba obligándole a pintarla. Mientras que su padre dormía la borrachera, entre él y Andreas la pintaban en una hora y luego salían corriendo a pensar en una nueva travesura.
Pero con el paso de los años, no podía llamarse travesura a lo que hacían. Primero lo hablaron durante algunos días. Tom le confesó que se sentía atraído por los chicos, y Andreas que era él quien le atraía.
Se dieron su primer beso muertos de miedo, pero tras separar los labios se miraron sonriendo y repitieron. Así comenzó su “relación”, si se podía llamar así. Se veían a escondidas y de momento solo se besaban. Tenían 13 años, pero una tarde que regresaba de las clases particulares que Bill le daba, también a escondidas, se acercó a Andreas y sin decir palabra le tomó en sus brazos y estrechó con fuerza.
Ese día hicieron el amor por primera vez. Estaban en un descampado, tras unos matorrales. No era el lugar indicado, pero necesitaba hacerlo con urgencia. No sabía si a partir de ese día volvería a pensar en Bill de esa manera….
Pestañeó saliendo de sus pensamientos. Le dolía haber usado a Andreas de esa manera, solo para obtener un placer que necesitaba con urgencia, haciéndole creer que era muy especial para él. Pero Andreas lo sabía, y se dejaba hacer todas las veces que necesitó de él.
Suspiró resignado y echó a andar hacia la casa. Llegó al porche y subió los escalones con miedo, parecían a punto de romperse bajo su peso. Abrió la puerta sin llamar, no hacía falta si estaba caída de sus goznes.
Entró en lo que una vez fue el salón y vio a su padre acostado en el sofá. Arrugó la nariz ante el olor que le llegaba. Había restos de comida mirara donde mirara, y botellas de cerveza vacías.
Se dirigió a la cocina y la encontró en el mismo estado. No sabía como podía vivir así su padre….
Regresó al salón y se inclinó sobre él, sacudiéndole en el hombro hasta que le hizo abrir los ojos.
-Hola papá-saludó.
Jörg Kaulitz entre cerró los ojos por la luz que le molestaba, estudiando a la persona que tenía delante de ellos. Gruñó al reconocerlo y se incorporó con esfuerzo, ayudado por su único hijo.
-¿Qué haces fuera de la cárcel?-preguntó con un gruñido.
-Era un reformatorio, y me han dejado salir-explicó Tom resoplando.
-¿Por qué? ¿Por buena conducta? ¿A quién te has tirado?-rió Jörg Kaulitz.
Le miró con odio en los ojos. Le dolía que le hiciera esa pregunta, más tras lo que tuvo que aguantar desde el primer día que puso un pie en ese infierno. Decidió cambiar de tema antes de que le entraran ganas de golpearle por hacerle daño de nuevo.
-Me han dicho que estás enfermo-comentó en voz baja.
-Chorradas, nada que una buena cerveza cure. ¿Has traído alguna?-preguntó Jörg mirando fijamente a su hijo.
-No-contestó Tom con rapidez.
-Eres un mal hijo, cuando se va de visita es de buena educación llevar un regalo. Creía que te había educado bien-le echó en cara Jörg.
-Tu única educación era que si no hacía las cosas a tu manera, me pegabas con el cinturón-estalló Tom.
-Porque te lo merecías. Mira lo que le pasó al pobre Gustav, si no se hubiera metido en tu camino, aún estaría vivo….
-Calla, deja de hablar de cosas que no tienes ni idea-gritó resoplando Tom.
No había vuelto a pensar en Gustav desde que le acusaron de su muerte. No la entendía, era una buena persona que solo habló con él ese único día. Se sentía muy mal y Gustav lo notó. Se le acercó y empezaron a hablar. No sabía que pasaba, pero supo que podía confiar en él y le contó sus problemas.
Las cosas iban mal en casa, en el colegio todos le trataban como si fuera una basura solo por tener el padre que tenía. Y…se había enamorado perdidamente de un chico de buena familia, inalcanzable para él, pero aún así no podía sacárselo de la cabeza.
Gustav le animó a que le consiguiera a pesar de todo. No era como Andreas, que le dijo que lo mejor era que se olvidara de él. No había mencionado de qué chico se trataba, pero en el fondo sospechaba que Andreas sabía que era Bill, y estaba celoso de él.
Le dio las gracias a Gustav y le prometió seguir su consejo. No se esperaba que le diera un abrazo, era el primero que recibía tan caluroso que se lo devolvió sin pensarlo, a pesar de que había mucha gente mirando.
Esa misma noche, el cuerpo de Gustav apareció sin vida y todos los dedos le señalaron a él. Fue juzgado y condenado por todo el pueblo, y antes de que se diera cuenta estaba encerrado de por vida en un maldito infierno.
-A mi no me levantes la voz en mi propia casa-gritó a su vez Jörg.
Tom vio como su padre se levantaba con una mano alzada y se puso en guardia. Le empujó haciéndole caer en el sofá de nuevo y le miró con los ojos llenos de un odio intenso.
-Ya no soy ese niño asustado que no se atrevía a defenderse, vuelve a tocarme y te juro que te mato con mis propias manos-le amenazó con furia.
Dio media vuelta y salió de la casa. Se montó en la moto y arrancó tragándose las lágrimas que sentía escocerle en la garganta. No sabía porque había ido a verle, debería dejar que se pudriera en esa cloaca que una vez llamó casa.
Esa tarde no estaba con ánimos de trabajar, y David lo notó. Le dio la tarde libre a pesar de su negativa.
-Vete Tom, no estás en condiciones-insistió David-Mañana hablaré con Gordon y le explicaré la situación. Ya verás como lo entiende y no tienes que recuperar estas horas.
Aceptó a regañadientes. Salió de la tienda y se olvidó de la moto. Necesitaba estirar las piernas. Empezó a pasear y antes de que se quisiera dar cuenta sus pies le habían llevado al colegio al que fue cuando era un niño.
Rodeó el edificio y se internó en el bosque que había tras el campo de futbol. Conocía a la perfección el camino, y en unos minutos halló el claro en donde todas las tardes recibía sus clases particulares.
Pero no era el único en recordar tan bien ese sitio. Apoyado contra un árbol, Bill Trümper pensaba si era correcto lo que estaba sintiendo en esos momentos….
-Vaya, pensaba que era yo el único que recordaba los buenos tiempos-murmuró Tom sonriendo.
No quería pasarse la mañana metido en casa, su madre salió de nuevo al pueblo de al lado y él se quedó en la cama vagueando hasta que empezó a dolerle el cuerpo. Se levantó resoplando y tras darse una larga ducha se arregló con esmero.
No tenía pensado volver por la tienda, y como Tom libraba todas las mañanas, tal vez se lo encontraba por la calle, así como si nada.
Pero sus ilusiones se rompieron cuando caminando por la acera de enfrente de la tienda escuchó el rugir de una moto. Se quedó viéndole marcharse en la lejanía, tomando la carretera que te llevaba a las afuera del pueblo.
Maldijo por lo bajo y metiéndose las manos en los bolsillos de la cazadora dio un largo paseo por el pueblo. Había pocas tiendas y se sabía sus escaparates de memoria. Aún así se paró en una que vendía ropa, arrugando la frente al ver lo fea que era. Cuando quería comprarse algo nuevo, que llámase tanto la atención como él, no le quedaba más remedio que irse al pueblo de al lado.
Suspiró resignado. Se le estaba quedando pequeño el pueblo para él. No había nada que hacer, y solo aspiraba a encargarse de la tienda el día que su padre faltase, aunque en esos momentos en los que contaban con la ayuda de Tom, dudaba de que un buen día su padre le invitara a aprender el negocio.
-¿Bill?
Se volvió con rapidez, pero sus ojos solo vieron a Georg. Se mordió los labios para evitar maldecir por lo bajo, por un momento le pareció creer que era Tom, que había regresado para buscarle en su moto y sacarle de ese pueblo.
-Yo también me alegro de verte-murmuró enojado Georg.
-Lo siento-dijo encogiéndose de hombros.
Echó a andar sin decir nada, poniéndose al lado de Georg. Dieron un silencioso paseo por el pueblo, y cuando llegó la hora de comer decidieron ir al bar del pueblo. Se sentaron en una mesa que estaba en un rincón y desde allí podían ver las pocas personas que estaban a esa hora.
Una de ellas era Andreas, que nada más ver a Bill arrugó la frente y se le quedó mirando con descaro.
Bill trató de ignorarle y cogió la carta que Georg le pasaba. Pidió solo una ensalada y un té frío, haciendo oídos sordos a las protestas de Georg de que pidiera algo más.
Mientras esperaban a que les sirvieran, se disculpó y fue al baño a lavarse las manos. Se estaba secando cuando se abrió la puerta y se giró de inmediato… encontrándose con Andreas.
-Hola-saludó en voz baja.
Andreas solo hizo un leve gesto con la cabeza, antes de caminar hasta uno de los inodoros. Bill se dio la vuelta mientras terminaba de secarse las manos. Se miró al espejo y retocó su pelo mientras escuchaba como se bajaba la cremallera de un pantalón.
Decidió dejarle intimidad y se giró dispuesto a salir, pero Andreas no se lo puso fácil.
-¿Te incomoda?-preguntó Andreas medio girándose.
-Me están esperando-contestó Bill con la mano en la puerta.
-Puedes quedarte, no me importa-siguió diciendo Andreas-Sabes, tanto tiempo en el pueblo y nunca hemos cruzado más de dos palabras. Pero aún así, sé mucho de ti.
Esas palabras le hicieron quedarse donde estaba. Cerró de nuevo la puerta y se cruzó de brazos mientras esperaba a que terminara. Le vio abrocharse de nuevo los pantalones y tirar de la cadena.
-No me conoces en absoluto-dijo Bill con firmeza.
-Tom no deja de hablar de ti-explicó Andreas-O más bien, pensar. No me lo dice claramente, pero…el otro día mientras hacíamos el amor me pareció escuchar tu nombre y no el mío cuando….ya sabes….
-¿Estáis juntos? ¿Qué tienes con Tom?-no pudo evitar preguntar.
-Oh, solo somos dos viejos amigos. Entre nosotros solo hay sexo, no hay ningún compromiso ni nada parecido-contestó Andreas sonriendo.
“¿Entonces por que se acuesta contigo?”-pensó Bill con dolor.
Andreas no pasó por alto ese gesto y tras secarse las manos pasó por su lado dispuesto a volver a su mesa. Pero se quedó con la puerta abierta mientras le dedicaba unas últimas palabras.
-Tom siempre consigue lo que quiere, y me temo que eres tú, cielo-susurró sonriendo-Y no le va a costar nada tenerte en su cama una noche de estas.
Cerró la puerta y le dejó a solas en el baño, dejando que pensara en sus palabras y reaccionara. Le dolía ver triste a Tom, y si era a Bill a quien quería, no le quedaba más remedio que apartarse…
Cuando pudo respirar con normalidad, regresó a la mesa. Georg ya estaba comiendo su hamburguesa, y al lado tenía la ensalada que había pedido. Cogió el vaso del té y echó un largo trago antes de empezar a comer.
-Estaba pensando-empezó a decir Georg-Esta tarde tengo la casa para mí solo, si te apetece venir y hacer….lo que sea….
Dejó caer el tenedor en su plato con fuerza. Estaba cansado de que Georg se le insinuara cada dos por tres.
-Vaya, eso debe ser un no rotundo-murmuró Georg dolido.
-Es….muy precipitado-dijo Bill suspirando.
-Si fuera Tom, todo sería muy distinto-dijo Georg mirándole firmemente.
-No sé de que me estás hablando-murmuró Bill bajando su mirada.
-Sé que hay una atracción entre los dos, y tú o haces nada por evitarlo-le acusó Georg.
Esperó en silencio a que le contestara, pero solo le oía respirar con dificultad. Desde donde estaba podía escuchar su corazón, latiendo dentro de su pecho con fuerza…pero no por él…
-No te quedes callado, dime algo-exigió Georg levantando la voz-Di que me lo estoy imaginando, niégamelo…dime que no sientes nada por Tom…
-No puedo-susurró Bill levantándose.
Le dejó solo, él mismo necesitaba estarlo. Salió del bar y se puso a caminar sin rumbo fijo. Pero sus pies le llevaron al lugar donde todo empezó. Se apoyó en un árbol suspirando, pensando si eran ciertos esos sentimientos que le impedía respirar con normalidad….
No le vio llegar, se sobresaltó cuando escuchó su voz.
-Vaya, pensaba que era yo el único que recordaba los buenos tiempos-murmuró Tom sonriendo.
Le devolvió la sonrisa con esfuerzo, cruzando los brazos sobre su pecho, ocultándole así su agitada respiración. Le vio acercársele y sin decir palabra se sentó en el suelo a su lado.
-He ido a ver a mi padre-dijo de repente Tom.
-¿Qué tal está?-preguntó Bill sentándose a su lado.
-Muy mal, me dijeron que estaba enfermo del corazón….y está viviendo en unas condiciones insalubres. Me digo que me da igual lo que le pase, pero….no deja de ser mi padre….
No se esperaba que Tom se le echara a llorar, pero ahí estaban sus lágrimas. No pudo hacer nada más que abrir sus brazos dejarle llorar en ellos mientras que con una mano le acariciaba el pelo y suspiraba.
Tom se dejó abrazar, pasando sus manos por su cintura. Era como si tuvieran vida propia, de repente comenzaron a meterse bajo su camiseta, a acariciarle la suave piel de su estómago…
Le sintió estremecer y alzó la cabeza. Le vio con los ojos cerrados y los labios ligeramente separados, y maldiciéndose por lo bajo se inclinó hacia él y empezó a besarle con suavidad sin dejar de llorar.