Al día siguiente la noticia se extendió como la pólvora. En el pueblo solo se hablaba de que por la noche el autobús trajo de vuelta a alguien que nadie había podido olvidar, y que le permitían trabajar en el pueblo y moverse con libertad como si nada hubiera pasado.
Tratando de no escuchar esos cuchicheos, Gordon abrió su negocio como hacía todos los días, saludando con una forzada sonrisa a cada persona que se encontraba por el camino.
Nada más abrir, la campanilla de la puerta anunció la llegada del primer cliente de la mañana, y se volvió a atenderle esperando que no fuera uno de esos curiosos que querían saber porque demonios había contratado a Tom Kaulitz.
Pero pudo respirar aliviado, solo era su socio David Jost.
-Buenos días-saludó David sonriendo-¿Has podido dormir algo?
-Apenas 4 horas-contestó Gordon ahogando un bostezo.
-Nos tomamos un café y me cuentas que tal ha ido todo-dijo David señalando la trastienda.
Le siguió suspirando. Esa mañana no había podido desayunar con tranquilidad. Su mujer le acosaba con preguntas mientras le preparaba el desayuno a su hijo para subírselo en una bandeja.
Como ya predijera la noche anterior al verle andar descalzo, esa mañana despertó con algo de fiebre y su mujer ya puso el grito en el cielo. Le ordenó quedarse todo el día en cama mientras ella controlaba que no le subiera la fiebre.
Subió un momento antes de irse a trabajar, pero su hijo dormía profundamente bajo el efecto de algún analgésico. Se acercó a su cama y le retiró un mechón de pelo para verle mejor las mejillas sonrosadas. Suspiró y le dejó descansar, prometiendo a su mujer llamarla a la hora de comer.
Era el primer día de Tom y no le quería dejar a solas con David, quería encargarse él mismo de enseñarle la tienda y decirle cuales eran sus obligaciones. Se dedicó a trabajar toda la mañana procurando no pensar que le tenía en el piso de encima, a saber que estaba haciendo.
La noche anterior no le dio tiempo o se le olvidó explicarle que tenía la nevera llena. Sabía que llegaría de noche y no estaría abierta la tienda, y esa mañana al ser el primer día que pasara en el pueblo dudaba de que saliera a dar una vuelta.
Pero se equivocaba. Era ya casi la hora de comer y le vio pasar delante de la tienda. Se imaginó a donde iría, al bar del pueblo en el que servían comidas y cenas. La mitad del pueblo estaría allí en esos momentos, no sabía si correr tras él e impedírselo o que él solo se las apañase.
Se decidió por eso último, Tom ya era mayorcito para defenderse, solo esperaba que no terminara de nuevo esposado por alguna pelea o malentendido.
Sabía que era el centro de todas las miradas, pero le daba igual. La noche anterior se sorprendió al ver que Gordon Trümper le había llenado la nevera, para que no tuviera que salir nada más que a trabajar los primeros días.
Pero no pensaba pasarse más tiempo encerrado. Quería disfrutar de esa libertad que se merecía, y re encontrarse con algún conocido.
Pero antes, quería comer donde siempre lo había hecho cuando en su casa solo iba a recibir un golpe del cinturón de su padre. Era entonces cuando su amigo Andreas y él se escapaban y entraban en el único bar que tenía el pueblo. En la parte izquierda había una zona llena de sillas y mesas, y se sentaban en una de ellas a comer con lo poco que tenían, pero la camarera se apiadaba de ellos y al final les daba el trozo más grande del pastel de manzana que ella misma preparaba.
Suspiró y se paró a escasos metros del bar. No había cambiado nada en esos 5 años que había faltado del pueblo. Cogió aire con fuerza y entonces se atrevió a abrir la puerta. De repente se hizo un silencio y todas las miradas recayeron en él de nuevo.
Maldijo por lo bajo y tratando de ignorarlas en vano, dio dos pasos hasta que escuchó una voz que le era conocida…
-Tom Kaulitz…
Se volvió de inmediato y sus labios esbozaron una amplia sonrisa. Ahí estaba su mejor amigo, y tampoco había cambiado nada. Le vio levantarse y hacerle una señal con la mano para que sentara a su lado.
Recorrió medio bar ignorando las miradas y comentarios que escuchó a su paso. Llegó hasta la mesa en la que se encontraba su amigo y le estrechó la mano.
-Andreas-dijo sonriendo ampliamente.
-Debes estar hambriento-empezó a decir Andreas imitándole-Te invito a una hamburguesa, y de postre…
-Pastel de manzanas-terminó la frase por él Tom.
-Veo que te acuerdas-rió Andreas.
Tom se sentó y puso en su regazo una servilleta mientras se acercaba la camarera. Andreas pidió por él y a los 10 minutos disfrutaba de una buena hamburguesa.
-Hacía tanto tiempo….-suspiró Tom con la boca llena.
Andreas sonrió y siguió comiéndose la suya, tratando de ignorar él también todas las duras miradas que recaían sobre los dos.
-Hay cosas que nunca cambian-murmuró Andreas revolviéndose en el asiento.
Tom asintió sin dejar de comer su hamburguesa, cuando eran los dos unos niños siempre eran el centro de atención por sus travesuras. Luego cuando crecieron rara era la vez que no se hubieran metido en alguna pelea o cogido una borrachera.
Todo el pueblo estaba en contra de ellos, y su padre más de una vez le castigó a su manera por eso….
-¿Qué planes tienes?-preguntó Andreas cuando terminaron de comer.
-En media hora tengo que estar en la tienda del señor Trümper-le explicó Tom tras mirar la hora que era.
-¿Qué pintas tú en una tienda tan pija?-preguntó Andreas sin creerse lo que le acababa de decir.
-Gracias a él conseguí salir. Me ha dado un trabajo y un lugar donde vivir-contestó Tom algo incómodo.
-Vaya, no lo sabia-murmuró Andreas.
Se quedaron en silencio. Tom no paraba de mirar a su amigo con firmeza, se moría por preguntarle algo que no le dejaba dormir desde que puso un pie de nuevo en el pueblo. Aspiró profundamente y se armó de valor…
-¿Qué sabes….de Bill Trümper?-preguntó en voz baja.
Vio como su amigo fruncía la frente y se cruzaba de brazos resoplando.
-No me hablo con él, pero por lo que sé ha terminado el curso con tan buenas notas que en este verano no piensa dar un palo al agua. Aunque eso tal vez sea porque tú estarás en la tienda, harás su trabajo-le explicó Andreas.
-¿Algo más?-insistió Tom.
-¿Aparte de que sale con el mayor capullo del pueblo?-preguntó Andreas riendo.
Tom se le quedó mirando sin comprender a quien se estaba refiriendo….
-Sale con Georg-aclaró Andreas.
-¿Con Georg Listing?-repitió Tom como si no le hubiera oído-Menuda pareja deben hacer….los padres de Bill deben estar encantados con Georg.
-Cualquiera diría que estás celoso-dijo Andreas alzando una ceja.
-Deja de decir bobadas….-le cortó Tom poniéndose en pie.
Andreas le imitó y tras pagar la cuenta le acompañó hasta la tienda.
-¿Quedamos cuando salgas?-preguntó Andreas antes de que entrara.
-Salgo a las 8-contestó Tom.
-Pues te vengo a buscar y nos vamos a beber por ahí-dijo Andreas sonriendo-Como en los viejos tiempos, yo pongo el whisky.
Tom asintió sonriendo, y como en los viejos tiempos….se despidió de su mejor amigo con un profundo beso.
Cansado ya de estar en la cama, Bill no pudo aguantar más y desafiando a su madre se levantó.
-Bill, vuelve a la cama-ordenó Simone al verle en pie.
-Mamá, ya no tengo fiebre y quiero salir a tomar un poco el aire-protestó Bill.
-Al menos come algo antes, que no has querido probar nada del desayuno-insistió Simone.
-Luego, me visto y voy a por Georg. Comeremos algo en el pueblo-dijo Bill resoplando.
Cerró la puerta de su habitación y se vistió con rapidez. Quería tener buen aspecto, para convencer a Georg de que pasaran por la tienda y así ver con sus propios ojos como había cambiado Tom Kaulitz.
Tras elegir la ropa adecuada, peinó su largo pelo. Lo dejó liso y perfecto, con sus rastas blancas sobresaliendo entre sus mechones negros. Aún no sabe como pudo convencer a su madre para que se las dejara hacer, pero siempre conseguía salirse con la suya.
Le dijo que quería un tatuaje y se hizo dos, que quería un piercing y se hizo tres. Aunque su madre solo conocía el de su ceja derecha y el de la lengua. El día que le viera sin camiseta, se desmayaría al ver el de su pezón….
Dejando a un lado ese pensamiento, cogió su cazadora de cuero negra y se la puso antes de salir de la habitación y escuchar a su madre pedirle que se abrigara bien y no cogiera frío.
Bajó las escaleras haciendo taconear sus botas nuevas y despidiéndose de su madre con la mano salió a la calle. Recorrió las dos manzanas que le separaban de la casa de Georg y ya estaba llamando a la puerta con insistencia.
-Bill, pasa-saludó la señora Listing.
-Hola, ¿está Georg?-preguntó, algo cortado por haber insistido tanto llamando.
-Está terminando de arreglarse en su habitación, creo que iba a salir a buscarte-explicó la señora Listing señalándole las escaleras.
Bill le dio las gracias y echó a correr hacia la habitación de Georg, entrando en ella sin llamar.
-Bill….te iba a ir a buscar-dijo Georg cuando le vio entrar como una exhalación.
-Si, me lo acaba de decir tu madre-murmuró Bill cerrando la puerta tras él.
Entró del todo en la habitación y mientras que Georg se terminaba de vestir empezó a curiosear aquí y allá, suspirando sin poderlo evitar.
-¿Te pasa algo?-preguntó Georg al quinto suspiro.
-Es Tom Kaulitz-contestó Bill sin más.
-Ah, que ya está en el pueblo-dijo Georg con indiferencia.
-Quiero verlo, pero mi padre no me deja-susurró girándose y mirándole con firmeza.
-Y hace bien-dijo Georg sin inmutarse.
-Está en la tienda, y quiero verlo-repitió Bill-Y que tú me acompañes.
-Ni soñarlo-dijo Georg con firmeza-No pienso desobedecer a tu padre, y a mi no se me ha perdido nada en tu tienda…
No pudo seguir hablando, Bill había corrido a su lado y en esos momentos le estaba besando.
-Georg…por favor….-suplicó Bill contra sus labios.
Georg solo pudo suspirar, Bill siempre conseguía hacerle cambiar de idea con solo rozarle los labios. Asintió al mismo tiempo que llevaba las manos más abajo, cogiéndole por la cintura, pero solo logró que se escabullera y terminaran los besos.
-Venga, no quiero que me vea entrar mi padre-dijo Bill como excusa.
Abrió la puerta de la habitación sin darle opción a contestar y echó a andar escaleras abajo. Se maldecía por haberle usado, por besarle solo para que cediera a sus deseos. Y siempre ocurría igual, Georg accedía con tal de tenerlo contento…y más si era en sus brazos.
Nunca habían pasado de un casto beso, pero cada vez que le pedía algo, Georg no desaprovechaba el momento para intentar meterle mano. Siempre era él el que terminaba haciendo el papel de malo, el que se negaba y pedía que esperasen un poco más.
Así llevaban unos 5 años. Primero fue la excusa de que eran menores de edad, luego que no estaba aún preparado… ¿y ahora? ¿Qué excusa se ponía?
“Que Tom ha regresado”-pensó suspirando.
Tratando de no escuchar esos cuchicheos, Gordon abrió su negocio como hacía todos los días, saludando con una forzada sonrisa a cada persona que se encontraba por el camino.
Nada más abrir, la campanilla de la puerta anunció la llegada del primer cliente de la mañana, y se volvió a atenderle esperando que no fuera uno de esos curiosos que querían saber porque demonios había contratado a Tom Kaulitz.
Pero pudo respirar aliviado, solo era su socio David Jost.
-Buenos días-saludó David sonriendo-¿Has podido dormir algo?
-Apenas 4 horas-contestó Gordon ahogando un bostezo.
-Nos tomamos un café y me cuentas que tal ha ido todo-dijo David señalando la trastienda.
Le siguió suspirando. Esa mañana no había podido desayunar con tranquilidad. Su mujer le acosaba con preguntas mientras le preparaba el desayuno a su hijo para subírselo en una bandeja.
Como ya predijera la noche anterior al verle andar descalzo, esa mañana despertó con algo de fiebre y su mujer ya puso el grito en el cielo. Le ordenó quedarse todo el día en cama mientras ella controlaba que no le subiera la fiebre.
Subió un momento antes de irse a trabajar, pero su hijo dormía profundamente bajo el efecto de algún analgésico. Se acercó a su cama y le retiró un mechón de pelo para verle mejor las mejillas sonrosadas. Suspiró y le dejó descansar, prometiendo a su mujer llamarla a la hora de comer.
Era el primer día de Tom y no le quería dejar a solas con David, quería encargarse él mismo de enseñarle la tienda y decirle cuales eran sus obligaciones. Se dedicó a trabajar toda la mañana procurando no pensar que le tenía en el piso de encima, a saber que estaba haciendo.
La noche anterior no le dio tiempo o se le olvidó explicarle que tenía la nevera llena. Sabía que llegaría de noche y no estaría abierta la tienda, y esa mañana al ser el primer día que pasara en el pueblo dudaba de que saliera a dar una vuelta.
Pero se equivocaba. Era ya casi la hora de comer y le vio pasar delante de la tienda. Se imaginó a donde iría, al bar del pueblo en el que servían comidas y cenas. La mitad del pueblo estaría allí en esos momentos, no sabía si correr tras él e impedírselo o que él solo se las apañase.
Se decidió por eso último, Tom ya era mayorcito para defenderse, solo esperaba que no terminara de nuevo esposado por alguna pelea o malentendido.
Sabía que era el centro de todas las miradas, pero le daba igual. La noche anterior se sorprendió al ver que Gordon Trümper le había llenado la nevera, para que no tuviera que salir nada más que a trabajar los primeros días.
Pero no pensaba pasarse más tiempo encerrado. Quería disfrutar de esa libertad que se merecía, y re encontrarse con algún conocido.
Pero antes, quería comer donde siempre lo había hecho cuando en su casa solo iba a recibir un golpe del cinturón de su padre. Era entonces cuando su amigo Andreas y él se escapaban y entraban en el único bar que tenía el pueblo. En la parte izquierda había una zona llena de sillas y mesas, y se sentaban en una de ellas a comer con lo poco que tenían, pero la camarera se apiadaba de ellos y al final les daba el trozo más grande del pastel de manzana que ella misma preparaba.
Suspiró y se paró a escasos metros del bar. No había cambiado nada en esos 5 años que había faltado del pueblo. Cogió aire con fuerza y entonces se atrevió a abrir la puerta. De repente se hizo un silencio y todas las miradas recayeron en él de nuevo.
Maldijo por lo bajo y tratando de ignorarlas en vano, dio dos pasos hasta que escuchó una voz que le era conocida…
-Tom Kaulitz…
Se volvió de inmediato y sus labios esbozaron una amplia sonrisa. Ahí estaba su mejor amigo, y tampoco había cambiado nada. Le vio levantarse y hacerle una señal con la mano para que sentara a su lado.
Recorrió medio bar ignorando las miradas y comentarios que escuchó a su paso. Llegó hasta la mesa en la que se encontraba su amigo y le estrechó la mano.
-Andreas-dijo sonriendo ampliamente.
-Debes estar hambriento-empezó a decir Andreas imitándole-Te invito a una hamburguesa, y de postre…
-Pastel de manzanas-terminó la frase por él Tom.
-Veo que te acuerdas-rió Andreas.
Tom se sentó y puso en su regazo una servilleta mientras se acercaba la camarera. Andreas pidió por él y a los 10 minutos disfrutaba de una buena hamburguesa.
-Hacía tanto tiempo….-suspiró Tom con la boca llena.
Andreas sonrió y siguió comiéndose la suya, tratando de ignorar él también todas las duras miradas que recaían sobre los dos.
-Hay cosas que nunca cambian-murmuró Andreas revolviéndose en el asiento.
Tom asintió sin dejar de comer su hamburguesa, cuando eran los dos unos niños siempre eran el centro de atención por sus travesuras. Luego cuando crecieron rara era la vez que no se hubieran metido en alguna pelea o cogido una borrachera.
Todo el pueblo estaba en contra de ellos, y su padre más de una vez le castigó a su manera por eso….
-¿Qué planes tienes?-preguntó Andreas cuando terminaron de comer.
-En media hora tengo que estar en la tienda del señor Trümper-le explicó Tom tras mirar la hora que era.
-¿Qué pintas tú en una tienda tan pija?-preguntó Andreas sin creerse lo que le acababa de decir.
-Gracias a él conseguí salir. Me ha dado un trabajo y un lugar donde vivir-contestó Tom algo incómodo.
-Vaya, no lo sabia-murmuró Andreas.
Se quedaron en silencio. Tom no paraba de mirar a su amigo con firmeza, se moría por preguntarle algo que no le dejaba dormir desde que puso un pie de nuevo en el pueblo. Aspiró profundamente y se armó de valor…
-¿Qué sabes….de Bill Trümper?-preguntó en voz baja.
Vio como su amigo fruncía la frente y se cruzaba de brazos resoplando.
-No me hablo con él, pero por lo que sé ha terminado el curso con tan buenas notas que en este verano no piensa dar un palo al agua. Aunque eso tal vez sea porque tú estarás en la tienda, harás su trabajo-le explicó Andreas.
-¿Algo más?-insistió Tom.
-¿Aparte de que sale con el mayor capullo del pueblo?-preguntó Andreas riendo.
Tom se le quedó mirando sin comprender a quien se estaba refiriendo….
-Sale con Georg-aclaró Andreas.
-¿Con Georg Listing?-repitió Tom como si no le hubiera oído-Menuda pareja deben hacer….los padres de Bill deben estar encantados con Georg.
-Cualquiera diría que estás celoso-dijo Andreas alzando una ceja.
-Deja de decir bobadas….-le cortó Tom poniéndose en pie.
Andreas le imitó y tras pagar la cuenta le acompañó hasta la tienda.
-¿Quedamos cuando salgas?-preguntó Andreas antes de que entrara.
-Salgo a las 8-contestó Tom.
-Pues te vengo a buscar y nos vamos a beber por ahí-dijo Andreas sonriendo-Como en los viejos tiempos, yo pongo el whisky.
Tom asintió sonriendo, y como en los viejos tiempos….se despidió de su mejor amigo con un profundo beso.
Cansado ya de estar en la cama, Bill no pudo aguantar más y desafiando a su madre se levantó.
-Bill, vuelve a la cama-ordenó Simone al verle en pie.
-Mamá, ya no tengo fiebre y quiero salir a tomar un poco el aire-protestó Bill.
-Al menos come algo antes, que no has querido probar nada del desayuno-insistió Simone.
-Luego, me visto y voy a por Georg. Comeremos algo en el pueblo-dijo Bill resoplando.
Cerró la puerta de su habitación y se vistió con rapidez. Quería tener buen aspecto, para convencer a Georg de que pasaran por la tienda y así ver con sus propios ojos como había cambiado Tom Kaulitz.
Tras elegir la ropa adecuada, peinó su largo pelo. Lo dejó liso y perfecto, con sus rastas blancas sobresaliendo entre sus mechones negros. Aún no sabe como pudo convencer a su madre para que se las dejara hacer, pero siempre conseguía salirse con la suya.
Le dijo que quería un tatuaje y se hizo dos, que quería un piercing y se hizo tres. Aunque su madre solo conocía el de su ceja derecha y el de la lengua. El día que le viera sin camiseta, se desmayaría al ver el de su pezón….
Dejando a un lado ese pensamiento, cogió su cazadora de cuero negra y se la puso antes de salir de la habitación y escuchar a su madre pedirle que se abrigara bien y no cogiera frío.
Bajó las escaleras haciendo taconear sus botas nuevas y despidiéndose de su madre con la mano salió a la calle. Recorrió las dos manzanas que le separaban de la casa de Georg y ya estaba llamando a la puerta con insistencia.
-Bill, pasa-saludó la señora Listing.
-Hola, ¿está Georg?-preguntó, algo cortado por haber insistido tanto llamando.
-Está terminando de arreglarse en su habitación, creo que iba a salir a buscarte-explicó la señora Listing señalándole las escaleras.
Bill le dio las gracias y echó a correr hacia la habitación de Georg, entrando en ella sin llamar.
-Bill….te iba a ir a buscar-dijo Georg cuando le vio entrar como una exhalación.
-Si, me lo acaba de decir tu madre-murmuró Bill cerrando la puerta tras él.
Entró del todo en la habitación y mientras que Georg se terminaba de vestir empezó a curiosear aquí y allá, suspirando sin poderlo evitar.
-¿Te pasa algo?-preguntó Georg al quinto suspiro.
-Es Tom Kaulitz-contestó Bill sin más.
-Ah, que ya está en el pueblo-dijo Georg con indiferencia.
-Quiero verlo, pero mi padre no me deja-susurró girándose y mirándole con firmeza.
-Y hace bien-dijo Georg sin inmutarse.
-Está en la tienda, y quiero verlo-repitió Bill-Y que tú me acompañes.
-Ni soñarlo-dijo Georg con firmeza-No pienso desobedecer a tu padre, y a mi no se me ha perdido nada en tu tienda…
No pudo seguir hablando, Bill había corrido a su lado y en esos momentos le estaba besando.
-Georg…por favor….-suplicó Bill contra sus labios.
Georg solo pudo suspirar, Bill siempre conseguía hacerle cambiar de idea con solo rozarle los labios. Asintió al mismo tiempo que llevaba las manos más abajo, cogiéndole por la cintura, pero solo logró que se escabullera y terminaran los besos.
-Venga, no quiero que me vea entrar mi padre-dijo Bill como excusa.
Abrió la puerta de la habitación sin darle opción a contestar y echó a andar escaleras abajo. Se maldecía por haberle usado, por besarle solo para que cediera a sus deseos. Y siempre ocurría igual, Georg accedía con tal de tenerlo contento…y más si era en sus brazos.
Nunca habían pasado de un casto beso, pero cada vez que le pedía algo, Georg no desaprovechaba el momento para intentar meterle mano. Siempre era él el que terminaba haciendo el papel de malo, el que se negaba y pedía que esperasen un poco más.
Así llevaban unos 5 años. Primero fue la excusa de que eran menores de edad, luego que no estaba aún preparado… ¿y ahora? ¿Qué excusa se ponía?
“Que Tom ha regresado”-pensó suspirando.