El autobús no podía llegar en mejor hora. Casi era ya de noche y todos estaban en sus casas cenando o preparándose para acostarse. Gordon Trümper paseaba de arroba a abajo mientras esperaba que el autobús de las 10 llegara de un momento a otro. Cuando recibió la carta no logró evitar sorprenderse. Hacía años que no sabían nada de él, y de repente Tom Kaulitz salía del oscuro rincón al que le castigaron.
Un asesinato, nada menos. En un pueblo tan pequeño la noticia corrió como la pólvora y en menos de 24 horas habían dado con el culpable, juzgado y condenado. Nadie creyó la versión que Tom les dio, nadie podía creerse que estuviera “estudiando” en el momento en que el joven Gustav Schäfer fue violentamente asesinado. Nadie sospechaba que el duro Tom Kaulitz fuera gay, pero el que le hubieran visto últimamente intimar con Gustav y que hubieran hallado rastros suyos en la escena del crimen no dejaba lugar a dudas.
Solo tenía 14 años y fue condenado al reformatorio. Ni su padre hizo nada por impedirlo, le daba igual lo que le pasara a su único hijo, el culpable de que su mujer le hubiera abandonado, según él. Desde entonces solo se dedicó a beber y beber, propinando una paliza justa a su descarriado hijo cada vez que le iba con algún problema.
Y cinco años después Gordon recibía una carta suya pidiendo su ayuda. Le concederían la libertad condicional solo si encontraba un trabajo y alguien cuidaba de él por una temporada. Se lo pensó mucho, pero influido por su hijo Bill no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes.
Bill había ido a la misma clase que Tom y Gustav, pero no mantenía contacto con ellos. O eso creía su padre hasta que dos noches después de recibir la carta Bill le confesó que solía ayudar a Tom a estudiar. Quedaban algunas tardes en un lugar apartado y le daba una clase de repaso. Lo primero que le hizo prometer antes de decir que si fue que se mantendría alejado de Tom, nada de ir con él a ningún lugar apartado y de enseñarle nada de nada.
Era el único hijo que tuvieron tras muchos abortos y le tenían entre algodoncitos. Era el ojito derecho de Simone, su mujer. Le concedía todos los caprichos, como cuando se quiso poner primero un piercing en la lengua y luego otro en la ceja. Incluso le permitía vestir y maquillarse de esa manera, admitiendo en secreto que si su hijo le había salido gay ella le iba a seguir queriendo.
…l también, de eso no había duda. Pero nunca se hablaba del tema. Lo era y punto, no hacía falta que se enterarse el pueblo entero, a pesar de los rumores que corrían, alimentados encima por su propio hijo cada vez que paseaba con ese amigo suyo, Georg Listing, cogidos de la mano como si nada, haciendo oídos sordos a los cuchicheos que recorrían el pueblo.
Carraspeó y miró de nuevo el reloj. Las 10 y media, el autobús se retrasaba. Alzó la mirada al cielo, parecía que se iba a poner a llover de un momento a otro. Pero por suerte, 5 minutos después escuchó como el autobús hacía acto de presencia y se detenía delante suyo en la improvisada parada que había el final de la calle principal del pueblo.
Las puertas se abrieron y solo bajó un chico que debía ser Tom Kaulitz. Se le quedó mirando de arriba a abajo. Había cambiado mucho, su rostro se había endurecido y ya no era ese niño de 14 años que miraba asustado como era esposado y condenado por algo que según él no había hecho.
Se fijó en su pelo, ya no llevaba esas rastas rubias que asomaban por debajo de esa gorra que siempre llevaba. Ahora llevaba el pelo oscuro y peinado con miles de trenzas. Sus ropas seguían siendo las mismas, camisetas anchas y pantalones medio caídos.
Colgado del hombro llevaba una bolsa con todas sus pertenencias, y de la mano su posesión más preciada: su guitarra. Recordaba el día que se la dio, era ya vieja y estaba desafinada, pero Tom cuidó de ella y la arregló. La solía llevar con él y rara era la vez que no se oyera sonar en algún rincón del pueblo.
Carraspeó de nuevo y levantando una mano le hizo una señal. Esperó a que estuviera a su altura y esbozó una débil sonrisa.
-Bienvenido-murmuró Gordon.
Tom no le devolvió la sonrisa. Solo asintió con la cabeza a modo de saludo y le siguió cuando se puso en marcha. Cargó sus cosas en la parte de atrás de la furgoneta de Gordon Trümper y se sentó a su lado cruzándose de brazos.
Media hora después se encontraban delante de la pequeña tienda que regentaba Gordon con ayuda de David Jost. En ella se vendía toda clase de instrumentos musicales y a Gordon no le había quedado más remedio que “contratar” a Tom para que ayudase a David por las tardes.
Aparcó delante de la tienda y bajó del coche seguido de un silencioso Tom. Rodeó la tienda y se metió por el callejón que había a su derecha. Le indicó unas escaleras y subieron por ellas al pequeño apartamento que había encima de la tienda.
-Es pequeño pero muy cómodo-explicó Gordon abriendo la puerta-Hay tienes una pequeña cocina, el baño está a tu derecha y el sofá se hace cama. No hay muchos lujos, pero…
-Servirá, gracias-le cortó Tom.
Gordon asintió y le dio un juego de llaves.
-Empiezas mañana, David te espera a las 3 para enseñarte de que va tu trabajo. Terminas a las 8, lo que hagas en tu tiempo libre es asunto tuyo, pero espero que no des problemas en el pueblo o tendré que replantearme mi decisión-le advirtió Gordon.
-Solo quiero vivir en paz y que la gente no me moleste-dijo Tom de malas maneras.
-Cuando estés en la tienda y haya clientes, sé más educado con ellos. No les hables en ese tono y trata de sonreír al menos-pidió Gordon.
-Costará pero lo haré. Aún no le he agradecido que me haya sacado de allí, no le quiero defraudar-dijo Tom cambiando el tono.
-Sé que no lo harás. Tom, eras un buen chico, lo podía ver en tus ojos. Trata de olvidar lo pasado y piensa solo en labrarte un nuevo futuro-dijo Gordon relajándose un poco.
-En cuanto consiga el dinero necesario me iré de este pueblo y no regresaré jamás. Montaré mi propio negocio y nadie me señalará con el dedo nunca más-dijo Tom con firmeza.
Viendo lo tarde que era, Gordon no le quiso entretener más tiempo. Se le notaba cansado, pero no por el viaje.
-Mañana nos vemos-se despidió Gordon dándose media vuelta.
Estaba a punto de llegar a la puerta cuando se detuvo de repente y cogió aire sin volverse.
-¿Recuerdas a mi hijo, Bill?-preguntó en voz alta.
-Si-contestó Tom con rapidez.
-Bien, no te quiero ver cerca de él-ordenó Gordon con dureza.
Salió del apartamento y cerró la puerta. Bajó las escaleras y entró de nuevo en la furgoneta. Arrancó y se dirigió a su casa a dormir, pensando en lo que dirían al día siguiente la gente cuando vieran quien había vuelto a poner sus pies en ese pueblo.
Llegó a casa y fue directo a la cocina. Sobre la mesa había dos tazas de café como si le hubieran leído el pensamiento, necesitaba cafeína con urgencia aunque no sabía para quien era la segunda taza, aunque lo sospechaba.
-¿No deberías estar ya en la cama?-preguntó al aire.
Al poco su hijo entró del todo en la estancia y Gordon se volvió para verle. Llevaba puesto su pijama y como era ya una manía suya iba descalzo.
-Mañana estará otra vez malo de la garganta, Bill ¿por qué no nos haces caso?-le riñó con suavidad.
-¿Ya se ha instalado?-preguntó Bill con mucha curiosidad.
-Si, Tom Kaulitz ha regresado-contestó Gordon suspirando.
Se sentó a la mesa y vio como su hijo servía e café que minutos antes había preparado, sentándose a su lado.
-¿Qué tal está? ¿Ha cambiado desde la última vez?-insistió Bill en su interrogatorio.
-Pasar 5 años en un reformatorio cambia mucho a la gente, aunque en sus ojos pude ver algo de ese niño que ha dejado de ser.
-Mañana le iré a ver….
-De eso nada-cortó Gordon muy serio-No quiero que te acerques a la tienda estando Tom en ella.
-Papá, que es inocente. No le tengo miedo porque no me va a hacer daño-dijo Bill con firmeza.
-Tu madre está muy preocupada y si sabe que irás a la tienda se sentirá muy mal. Hazlo al menos por ella-suplicó Gordon.
Vio como su hijo resoplaba por lo bajo y asentía con la cabeza. Suspiró sintiéndose algo más aliviado y empezó a tomar el café que le había preparado sin dejar de mirarlo. Estaba claro que le quería preguntar algo más, pero no hallaba las palabras necesarias.
Le vio coger aire varias veces, separar los labios dispuesto a decir algo y luego mordérselos resoplando.
Carraspeó y cambió de postura en la silla, su hijo estaba tan nervioso como aquella vez en la que presentó a su novio en familia. Lo recordaba perfectamente, jamás podría olvidar ese día.
Era domingo y fue tras la comida familiar a la que acudían bien vestidos a pesar de estar solos los tres en la casa. Habían terminado el postre y su mujer iba a levantarse a traer el café cuando su hijo musitó en voz baja que había invitado a merendar a una persona especial para él.
Aún recordaba la mirada de miedo que le dirigió su mujer. Había aceptado que si hijo fuera gay, pero le veía muy joven para tener ya una primera pareja. Solo tenía 16 años recién cumplidos, era aún su niño…
-Papá…
La voz de su hijo le devolvió a la realidad. Le miró sonriendo, esperando a que hablara él primero.
-¿Ha preguntado…ha preguntado Tom por mí?-susurró Bill.
-No, solo le he explicado donde iba a vivir y en que consistiría su trabajo-contestó Gordon muy serio.
“Y le he ordenado que ni se le ocurra mirarte”-pensó poniéndose muy tenso.
¿Por qué preguntaba su hijo eso? ¿Es que acaso entre él y Tom había habido algo más que no le había contado?
-¿Gordon?
La voz de su mujer le hizo desviar la mirada. Esa noche iba a ser muy difícil conciliar el sueño….
-¿Bill? ¿Qué haces levantado a estas horas?-preguntó Simone entrando del todo en la cocina.
-Le estaba preparando un café a papá-explicó Bill con timidez.
Miró a su padre fijamente a los ojos, rogándole en silencio que no dijera nada a su madre de la conversación que acababan de mantener.
-Es tarde, vete a la cama Bill-dijo Gordon asintiendo con la cabeza levemente.
Bill le obedeció de inmediato. Se puso en pie mientras murmuraba un “buenas noches” y besaba a su madre en la mejilla cuando pasó por su lado. Echó a correr escaleras arriba y no paró hasta que entró en su habitación.
Se metió con rapidez en la cama y apagó la luz antes de que su madre le riñera de nuevo. Se tapó con la sábana hasta la cabeza y se acostó de lado suspirando. Dese donde estaba podía ver la luna a través de la cortina medio echada.
No pudo evitar llevarse una mano a la mejilla y bajar la otra recorriendo su cuerpo a través de la camiseta que llevaba, llegando hasta el borde de su pijama y perdiéndose bajo el.
Cerró los ojos con fuerza y como ya hiciera desde que tenía uso de razón, empezó a acariciarse pensando en una sola persona…
-Tom….-susurró derramándose en su ropa interior.
Un asesinato, nada menos. En un pueblo tan pequeño la noticia corrió como la pólvora y en menos de 24 horas habían dado con el culpable, juzgado y condenado. Nadie creyó la versión que Tom les dio, nadie podía creerse que estuviera “estudiando” en el momento en que el joven Gustav Schäfer fue violentamente asesinado. Nadie sospechaba que el duro Tom Kaulitz fuera gay, pero el que le hubieran visto últimamente intimar con Gustav y que hubieran hallado rastros suyos en la escena del crimen no dejaba lugar a dudas.
Solo tenía 14 años y fue condenado al reformatorio. Ni su padre hizo nada por impedirlo, le daba igual lo que le pasara a su único hijo, el culpable de que su mujer le hubiera abandonado, según él. Desde entonces solo se dedicó a beber y beber, propinando una paliza justa a su descarriado hijo cada vez que le iba con algún problema.
Y cinco años después Gordon recibía una carta suya pidiendo su ayuda. Le concederían la libertad condicional solo si encontraba un trabajo y alguien cuidaba de él por una temporada. Se lo pensó mucho, pero influido por su hijo Bill no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes.
Bill había ido a la misma clase que Tom y Gustav, pero no mantenía contacto con ellos. O eso creía su padre hasta que dos noches después de recibir la carta Bill le confesó que solía ayudar a Tom a estudiar. Quedaban algunas tardes en un lugar apartado y le daba una clase de repaso. Lo primero que le hizo prometer antes de decir que si fue que se mantendría alejado de Tom, nada de ir con él a ningún lugar apartado y de enseñarle nada de nada.
Era el único hijo que tuvieron tras muchos abortos y le tenían entre algodoncitos. Era el ojito derecho de Simone, su mujer. Le concedía todos los caprichos, como cuando se quiso poner primero un piercing en la lengua y luego otro en la ceja. Incluso le permitía vestir y maquillarse de esa manera, admitiendo en secreto que si su hijo le había salido gay ella le iba a seguir queriendo.
…l también, de eso no había duda. Pero nunca se hablaba del tema. Lo era y punto, no hacía falta que se enterarse el pueblo entero, a pesar de los rumores que corrían, alimentados encima por su propio hijo cada vez que paseaba con ese amigo suyo, Georg Listing, cogidos de la mano como si nada, haciendo oídos sordos a los cuchicheos que recorrían el pueblo.
Carraspeó y miró de nuevo el reloj. Las 10 y media, el autobús se retrasaba. Alzó la mirada al cielo, parecía que se iba a poner a llover de un momento a otro. Pero por suerte, 5 minutos después escuchó como el autobús hacía acto de presencia y se detenía delante suyo en la improvisada parada que había el final de la calle principal del pueblo.
Las puertas se abrieron y solo bajó un chico que debía ser Tom Kaulitz. Se le quedó mirando de arriba a abajo. Había cambiado mucho, su rostro se había endurecido y ya no era ese niño de 14 años que miraba asustado como era esposado y condenado por algo que según él no había hecho.
Se fijó en su pelo, ya no llevaba esas rastas rubias que asomaban por debajo de esa gorra que siempre llevaba. Ahora llevaba el pelo oscuro y peinado con miles de trenzas. Sus ropas seguían siendo las mismas, camisetas anchas y pantalones medio caídos.
Colgado del hombro llevaba una bolsa con todas sus pertenencias, y de la mano su posesión más preciada: su guitarra. Recordaba el día que se la dio, era ya vieja y estaba desafinada, pero Tom cuidó de ella y la arregló. La solía llevar con él y rara era la vez que no se oyera sonar en algún rincón del pueblo.
Carraspeó de nuevo y levantando una mano le hizo una señal. Esperó a que estuviera a su altura y esbozó una débil sonrisa.
-Bienvenido-murmuró Gordon.
Tom no le devolvió la sonrisa. Solo asintió con la cabeza a modo de saludo y le siguió cuando se puso en marcha. Cargó sus cosas en la parte de atrás de la furgoneta de Gordon Trümper y se sentó a su lado cruzándose de brazos.
Media hora después se encontraban delante de la pequeña tienda que regentaba Gordon con ayuda de David Jost. En ella se vendía toda clase de instrumentos musicales y a Gordon no le había quedado más remedio que “contratar” a Tom para que ayudase a David por las tardes.
Aparcó delante de la tienda y bajó del coche seguido de un silencioso Tom. Rodeó la tienda y se metió por el callejón que había a su derecha. Le indicó unas escaleras y subieron por ellas al pequeño apartamento que había encima de la tienda.
-Es pequeño pero muy cómodo-explicó Gordon abriendo la puerta-Hay tienes una pequeña cocina, el baño está a tu derecha y el sofá se hace cama. No hay muchos lujos, pero…
-Servirá, gracias-le cortó Tom.
Gordon asintió y le dio un juego de llaves.
-Empiezas mañana, David te espera a las 3 para enseñarte de que va tu trabajo. Terminas a las 8, lo que hagas en tu tiempo libre es asunto tuyo, pero espero que no des problemas en el pueblo o tendré que replantearme mi decisión-le advirtió Gordon.
-Solo quiero vivir en paz y que la gente no me moleste-dijo Tom de malas maneras.
-Cuando estés en la tienda y haya clientes, sé más educado con ellos. No les hables en ese tono y trata de sonreír al menos-pidió Gordon.
-Costará pero lo haré. Aún no le he agradecido que me haya sacado de allí, no le quiero defraudar-dijo Tom cambiando el tono.
-Sé que no lo harás. Tom, eras un buen chico, lo podía ver en tus ojos. Trata de olvidar lo pasado y piensa solo en labrarte un nuevo futuro-dijo Gordon relajándose un poco.
-En cuanto consiga el dinero necesario me iré de este pueblo y no regresaré jamás. Montaré mi propio negocio y nadie me señalará con el dedo nunca más-dijo Tom con firmeza.
Viendo lo tarde que era, Gordon no le quiso entretener más tiempo. Se le notaba cansado, pero no por el viaje.
-Mañana nos vemos-se despidió Gordon dándose media vuelta.
Estaba a punto de llegar a la puerta cuando se detuvo de repente y cogió aire sin volverse.
-¿Recuerdas a mi hijo, Bill?-preguntó en voz alta.
-Si-contestó Tom con rapidez.
-Bien, no te quiero ver cerca de él-ordenó Gordon con dureza.
Salió del apartamento y cerró la puerta. Bajó las escaleras y entró de nuevo en la furgoneta. Arrancó y se dirigió a su casa a dormir, pensando en lo que dirían al día siguiente la gente cuando vieran quien había vuelto a poner sus pies en ese pueblo.
Llegó a casa y fue directo a la cocina. Sobre la mesa había dos tazas de café como si le hubieran leído el pensamiento, necesitaba cafeína con urgencia aunque no sabía para quien era la segunda taza, aunque lo sospechaba.
-¿No deberías estar ya en la cama?-preguntó al aire.
Al poco su hijo entró del todo en la estancia y Gordon se volvió para verle. Llevaba puesto su pijama y como era ya una manía suya iba descalzo.
-Mañana estará otra vez malo de la garganta, Bill ¿por qué no nos haces caso?-le riñó con suavidad.
-¿Ya se ha instalado?-preguntó Bill con mucha curiosidad.
-Si, Tom Kaulitz ha regresado-contestó Gordon suspirando.
Se sentó a la mesa y vio como su hijo servía e café que minutos antes había preparado, sentándose a su lado.
-¿Qué tal está? ¿Ha cambiado desde la última vez?-insistió Bill en su interrogatorio.
-Pasar 5 años en un reformatorio cambia mucho a la gente, aunque en sus ojos pude ver algo de ese niño que ha dejado de ser.
-Mañana le iré a ver….
-De eso nada-cortó Gordon muy serio-No quiero que te acerques a la tienda estando Tom en ella.
-Papá, que es inocente. No le tengo miedo porque no me va a hacer daño-dijo Bill con firmeza.
-Tu madre está muy preocupada y si sabe que irás a la tienda se sentirá muy mal. Hazlo al menos por ella-suplicó Gordon.
Vio como su hijo resoplaba por lo bajo y asentía con la cabeza. Suspiró sintiéndose algo más aliviado y empezó a tomar el café que le había preparado sin dejar de mirarlo. Estaba claro que le quería preguntar algo más, pero no hallaba las palabras necesarias.
Le vio coger aire varias veces, separar los labios dispuesto a decir algo y luego mordérselos resoplando.
Carraspeó y cambió de postura en la silla, su hijo estaba tan nervioso como aquella vez en la que presentó a su novio en familia. Lo recordaba perfectamente, jamás podría olvidar ese día.
Era domingo y fue tras la comida familiar a la que acudían bien vestidos a pesar de estar solos los tres en la casa. Habían terminado el postre y su mujer iba a levantarse a traer el café cuando su hijo musitó en voz baja que había invitado a merendar a una persona especial para él.
Aún recordaba la mirada de miedo que le dirigió su mujer. Había aceptado que si hijo fuera gay, pero le veía muy joven para tener ya una primera pareja. Solo tenía 16 años recién cumplidos, era aún su niño…
-Papá…
La voz de su hijo le devolvió a la realidad. Le miró sonriendo, esperando a que hablara él primero.
-¿Ha preguntado…ha preguntado Tom por mí?-susurró Bill.
-No, solo le he explicado donde iba a vivir y en que consistiría su trabajo-contestó Gordon muy serio.
“Y le he ordenado que ni se le ocurra mirarte”-pensó poniéndose muy tenso.
¿Por qué preguntaba su hijo eso? ¿Es que acaso entre él y Tom había habido algo más que no le había contado?
-¿Gordon?
La voz de su mujer le hizo desviar la mirada. Esa noche iba a ser muy difícil conciliar el sueño….
-¿Bill? ¿Qué haces levantado a estas horas?-preguntó Simone entrando del todo en la cocina.
-Le estaba preparando un café a papá-explicó Bill con timidez.
Miró a su padre fijamente a los ojos, rogándole en silencio que no dijera nada a su madre de la conversación que acababan de mantener.
-Es tarde, vete a la cama Bill-dijo Gordon asintiendo con la cabeza levemente.
Bill le obedeció de inmediato. Se puso en pie mientras murmuraba un “buenas noches” y besaba a su madre en la mejilla cuando pasó por su lado. Echó a correr escaleras arriba y no paró hasta que entró en su habitación.
Se metió con rapidez en la cama y apagó la luz antes de que su madre le riñera de nuevo. Se tapó con la sábana hasta la cabeza y se acostó de lado suspirando. Dese donde estaba podía ver la luna a través de la cortina medio echada.
No pudo evitar llevarse una mano a la mejilla y bajar la otra recorriendo su cuerpo a través de la camiseta que llevaba, llegando hasta el borde de su pijama y perdiéndose bajo el.
Cerró los ojos con fuerza y como ya hiciera desde que tenía uso de razón, empezó a acariciarse pensando en una sola persona…
-Tom….-susurró derramándose en su ropa interior.