Siguió con su trabajo pero sin poder evitar echar un vistazo a la mesa en donde el chico bebía con calma el vaso de agua que le había llevado. Sus amigos hablaban con él en voz baja y desde donde estaba llegó a escuchar que se cancelaba la cena si se sentía mal.
Pero el chico les insistió que estaba bien y se quedaron al final. Se sorprendió al suspirar aliviado…pero le habían caído muy bien ese grupo de amigos y no le hubiera gustado que se hubieran tenido que ir, más si uno de ellos se encontraba mal. Aunque…si era esa odiosa chica que le había hablado con tanta frialdad, no hubiera dudado en saltar de felicidad.
Se acercó a otra de las mesas de su zona y anotó el pedio que le hicieron. Pero de repente tuvo la sensación de que le estaban mirando, y se volvió de inmediato sonriendo ampliamente al ver que era ese chico el que le miraba, y sonreía a su vez de una manera tan cálida…
Volvió al trabajo y fue hacia la barra donde se asomó a la cocina y pidió su último pedido.
-Andreas, dos platos de macarrones con queso parmesano-dijo sonriendo.
Andreas se volvió y le miró arrugando la frente. ¿Desde cuando sonreía Bill? Llevaba casi un mes caminando como si llevara sobre sus hombros el peso del mundo entero, y si se le ocurría decir algo para tratar de animarle…vale, la verdad era que siempre la cagaba diciendo algo y metiendo la pata.
Pero no podía evitarlo, y no eran celos como Bill le había acusado una vez. James no el caía bien, no se alegraba de su muerte pero no le había parecido justo lo que había tenido que hacer Bill para conseguirlo.
-¿Andreas?-llamó Bill sonriendo más si se podía.
-Oído cocina-murmuró volviendo a sus quehaceres.
Bill asintió y preparando la cuenta de otras de sus mesas se acercó a dársela. Les cobró y tras desearles unas buenas noches se dirigió a la barra, pero fue llamado por el camino.
-Perdona…
Se volvió y maldijo por lo bajo al ver que era esa odiosa chica. Se acercó a su mesa y forzó una amplia sonrisa.
-¿Si?-dijo con amabilidad.
-¿Puedes traerme ya mi agua antes de que me deshidrate?-pidió la chica de nuevo con tono duro-Recuerda que no quiero agua del grifo, en botella y...
-Con una pajita-terminó Bill la frase por ella-Lo tengo todo anotado en mi libreta, ahora se la traigo.
Dio media vuelta antes de estrangularla con sus propias manos y se fue a la barra a por su maldita botella de agua. Pero…una idea cruzó por su mente, una travesura que puso en práctica cuando a los pocos minutos su padre se ausentó de la barra.
Cogió una de las botellas de agua y la dejó a un lado una vez abierta. Sus ojos volaron a la mesa donde estaba la chica esa, viendo con sorpresa que el chico se había levantado y hablaba con el móvil caminando hacia la barra.
Se dio toda la prisa del mundo mientras escuchaba parte de la conversación que mantenía.
-Lo sé, tranquilo-dijo el chico suspirando-No os puedo dejar plantados con ella, además, es mi cena y...
Escuchó que se echaba a reír y alzó la mirada. Se sonrojó hasta las orejas, estaba vaciando la botella de agua por la pila y llenándola de nuevo con agua del grifo para luego añadirle una pajita, y el chico le había pillado. Le vio levantar el pulgar para indicarle que adelante con la broma y se sonrojó más mientras seguía con su travesura.
-Sí, perdona-dijo el chico carraspeando.
Seguía hablando, pero al poco se guardó el móvil y regresó a la mesa. Entonces él salió de la barra y siguió sus pasos dando a la chica el agua recién “embotellada” y viendo como la bebía entusiasmada.
-La embotellada es la mejor agua del mundo-dijo la chica suspirando.
No pudo evitar sonreír ampliamente al tiempo que miraba al chico cómplice de su travesura. No había dicho ni una palabra, señal de que a él también le caía esa chica como una patada en el culo.
“Que bueno, si hasta tenemos los mismos gustos”-pensó sin poder evitarlo.
Se puso tenso, ¿qué más daba lo que le gustara al chico o a él? ¿Qué se esperaba, que se hubiera fijado en él y pensara que era su media mitad? ¿Qué tendría con él otra oportunidad de amar?
Sacudió la cabeza y regresó al trabajo antes de que los de la mesa le miraran y pensaran que estaba mal de la cabeza. De pie allí plantado sonriendo a uno de sus amigos y babeando sin poder evitarlo.
Se había fijado en él y era muy guapo. De unos 20 años, moreno con trenzas negras. Vestía las ropas algo anchas pero eso no le restaba atractivo. Y su sonrisa era…tan dulce y contagiosa. Desde que había entrado en el restaurante no había podido dejar de sonreír…
Regresó a la barra y ocupó el sitio de su padre cuando tuvo que salir a despedir a unos buenos amigos. Se encargó de cobrar y poner un poco de orden entre los camareros, hasta que vio que el chico se le acercaba a la barra de nuevo y se puso tenso. Le acompañaba otro de sus amigos y solo esperaba que no le fueran a reprocharle la travesura realizada, o a preguntarle porque no hacía más que mirarles y sonreír ampliamente.
-¿Ya te vas?-preguntó sin poder contenerse.
-Si, me ha salido una urgencia-explicó el chico por encima.
-Se ha caído su madre-intervino el amigo.
-Cuanto lo siento, espero que no sea nada grave-dijo Bill con preocupación.
-No lo es, gracias-murmuró algo cortado el chico-¿Puedes darme la cuenta? Me gustaría pagar la cena, ya que dejo plantado a mis amigos...
-Claro, entiendo-dijo Bill asintiendo-Aún no habíais pedido el postre, pero hoy Andreas ha hecho tarta de manzana. Muy rica.
-Eso estará bien-intervino el amigo relamiéndose.
Bill le sonrió y manejando la caja registradora le preparó la cuenta, que pagó usando su tarjeta.
-Un minuto en lo que sale el recibo-pidió Bill.
Dio media vuelta y entró en la cocina mientras que los chicos se ponían sus cazadoras. Se movió con rapidez y cogiendo dos bolsas de cartón metió dentro de ellas una ración de tarta de manzana y en la otra….siguió un pálpito que le había dado y metió una ración de fresas con chocolate.
Ignoró la mirada que le dirigía Andreas y ocupó de nuevo su sitio tras la barra.
-Os he traído algo para el camino-explicó sonriendo.
Dejó las bolsas sobre la barra mientras cogía el recibo del chico y se lo pasaba para que lo firmara.
-¿Y...eso?-preguntó el chico algo cortado.
-Oh...gentileza de la casa-murmuró Bill sonrojándose.
Vio como el chico asentía sonriendo. Se sentía muy arrepentido por que le hubiera pillado en la broma que le había gastado a su amiga. Vio como dejaba el móvil sobre la barra y firmaba el recibo al tiempo que su amigo husmeaba el contenido de las bolsas.
-Tarta de manzana y fresas con chocolate-enumeró Bill.
-Oh, vaya. Las fresas…-empezó a decir el amigo.
-Me encantan-cortó el chico tendiéndole el recibo -Gracias por todo, Bill.
-De nada...Tom-contestó Bill devolviéndole la tarjeta de crédito y tras leer su nombre en ella.
Esperó a que se la guardara en la cartera y entonces se despidió de él con una sonrisa y salió del restaurante siguiendo a su amigo, que no paraba de oler las bolsas al tiempo que se pasaba la lengua por los labios.
Suspiró sin poder evitarlo, no le quedaba más remedio que atender a sus amigos y había uno de ellos que le estaba sacando de quicio. Ya estaba levantando la mano y haciéndole una señal para que se acercara. Cogió aire y salió tras la barra para ver que demonios quería esa vez...luciendo una forzada y amplia sonrisa.
-¿Si?-preguntó con toda la educación que pudo.
-Otra botella de agua-pidió la chica señalando ka que había dejado vacía-En botella y con pajita, que no se te olvide.
-No, no se me olvida-masculló Bill resoplando.
Se alejó de la mesa y dándole igual ya que su padre le viera cogió otra botella y repitió la misma operación, vaciándola y volviéndola a llenar con agua del grifo.
-Bill, ¿qué haces?-preguntó Gordon en voz baja.
-Nada-contestó Bill sin inmutarse-Dar una pequeña lección, nada más.
Pasó al lado de su padre y fue a la mesa a dejar la botella, sonriendo ampliamente al escuchar a la chica volver a halagar el agua.
-La mejor que he bebido-comentó entre suspiros.
-Es que aquí solo servimos lo mejor-dijo Bill sin dejar de sonreír.
-Vale, ya hemos probado el agua, ¿para cuándo la comida?-preguntó muy seria la chica.
-Chantelle, deja de molestar al camarero-le riñó una de sus amigas.
-No hay ningún problema, en unos minutos estará listo su pedido-aseguró Bill con firmeza.
Se despidió con una sonrisa y fue derecho a la cocina a meterle prisa a Andreas antes de que la Chantelle esa le diera un ataque.
-¿Está ya el pedido de la mesa 11?-preguntó resoplando.
-Si, 3 minutos-pidió Andreas con paciencia.
-Es una tía que no puede estarse dos minutos sin dar el coñazo-comentó Bill de nuevo resoplando.
-¿Es esa a la que le has servido agua del grifo?-preguntó Gordon entrando en la cocina tras su hijo.
-Se le tiene bien merecido papá-dijo Bill con firmeza-Y he visto como la miran sus amigos, más de uno seguro que está deseando mandarla a su casa de una patada, te lo juro.
-Sírveles la comida cuando esté lista y por favor, deja de hacer travesuras solo porque la gente te cae mal-le pidió Gordon-Debes dar ejemplo, eres el hijo del dueño y si pillara un camarero haciendo lo que has hecho tú...
-Lo sé papá y lo siento. No volverá a suceder-prometió Bill ya serio.
Gordon asintió y regresó a la barra dejando a Andreas terminando de colocar el pedido que se tenía que llevar Bill en una bandeja.
-¿Quieres que le echemos salsa picante en su plato?-preguntó Andreas alzando una ceja.
Bill negó con la cabeza al tiempo que se echaba a reír, solo faltaba que la chica esa se pasara toda la cena pidiendo agua a mares. Suspiró resignado y cogiendo la pesada bandeja salió y despachó el pedido. Les explicó que ya estaba todo pagado por su amigo que se tuvo que ir y les deseó un buen apetito.
Siguió trabajando y solo tuvo que volver a esa mesa a retirar los platos y cogerles nota del postre. Luego no tuvo más que esperar a que terminaran y una vez que iban pudo al fin respirar aliviado. No le gustaba la mirada que le dirigía la odiosa chica cada vez que se les acercaba, ni que le hubiera robado algo que le pertenecía...
Una vez marchado el último cliente cerraron el restaurante y mientras que los camareros recogían las mesas y colocaba, él le echó una mano a su padre con la caja y limpiando la zona de la barra.
-Mira Bill, un móvil-dijo Gordon de repente-No sé como los puede perder la gente si se pasan todo el día con el pegado a la oreja.
Bill sonrió al tiempo que cogía el móvil y lo observaba. Era un Nokia plateado, pero eso no le decía nada y tampoco se atrevió a husmear. Lo dejaría en el cesto junto con los otros dos que les había llevado uno de los camareros.
-Hoy es la noche de los móviles-comentó resoplando.
Los dejarían hasta que sus dueños volvieran a por ellos, siempre terminaban por acordarse de cuando fue la última vez que lo usaron y aunque pasara una semana regresaban y ellos se los entregaban.
Siguieron limpiando el restaurante y a las 2 se subió a acostar. Llevaba un vaso de leche en la mano que había calentado en la cocina, su padre subía las escaleras a su lado con gesto cansado.
-Mañana hago yo la mañana-se ofreció Bill.
-Solo hasta las 10, que tengo que ir al banco y luego te sustituyo hasta la comida-dijo Gordon con firmeza-No quiero que te excedas.
-Papá, que estoy bien-aseguró Bill.
-Necesitas descansar, y que no se te olvide tomarte...
-Lo sé-murmuró Bill resoplando.
Se despidió de su padre hasta el día siguiente y se fue al baño a lavarse la cara y los dientes. Luego fue a su dormitorio y se desnudó para ponerse su pijama de rayas con el que dormía. Se metió en la cama y cogió el vaso de leche con el que se pensaba tomar la pastilla gracias a la cual podía pasar una buena noche sin sueños y pesadillas.
Pero...cuando la tuvo en la mano se la quedó mirando. Presentía que esa noche no le iba a hacer falta. Siempre estaba muy nervioso cuando se iba a la cama, pensando que jamás podría dormir sin esa pequeña ayuda.
Pero esa noche era distinto, se sentía muy relajado a pesar del duro día de trabajo y sabía con certeza que no iba a necesitar ayuda alguna. Dejó la pastilla en el primer cajón de la mesilla y se tomó la leche perdido en sus pensamientos.
Terminó y apagó la luz. Se acomodó en la cama y cerrando los ojos suspiró preparándose para dormir...pensando sin poder evitarlo en ese chico que tan bien le había caído.
-Tom...-susurró antes de caer dormido.
Pero el chico les insistió que estaba bien y se quedaron al final. Se sorprendió al suspirar aliviado…pero le habían caído muy bien ese grupo de amigos y no le hubiera gustado que se hubieran tenido que ir, más si uno de ellos se encontraba mal. Aunque…si era esa odiosa chica que le había hablado con tanta frialdad, no hubiera dudado en saltar de felicidad.
Se acercó a otra de las mesas de su zona y anotó el pedio que le hicieron. Pero de repente tuvo la sensación de que le estaban mirando, y se volvió de inmediato sonriendo ampliamente al ver que era ese chico el que le miraba, y sonreía a su vez de una manera tan cálida…
Volvió al trabajo y fue hacia la barra donde se asomó a la cocina y pidió su último pedido.
-Andreas, dos platos de macarrones con queso parmesano-dijo sonriendo.
Andreas se volvió y le miró arrugando la frente. ¿Desde cuando sonreía Bill? Llevaba casi un mes caminando como si llevara sobre sus hombros el peso del mundo entero, y si se le ocurría decir algo para tratar de animarle…vale, la verdad era que siempre la cagaba diciendo algo y metiendo la pata.
Pero no podía evitarlo, y no eran celos como Bill le había acusado una vez. James no el caía bien, no se alegraba de su muerte pero no le había parecido justo lo que había tenido que hacer Bill para conseguirlo.
-¿Andreas?-llamó Bill sonriendo más si se podía.
-Oído cocina-murmuró volviendo a sus quehaceres.
Bill asintió y preparando la cuenta de otras de sus mesas se acercó a dársela. Les cobró y tras desearles unas buenas noches se dirigió a la barra, pero fue llamado por el camino.
-Perdona…
Se volvió y maldijo por lo bajo al ver que era esa odiosa chica. Se acercó a su mesa y forzó una amplia sonrisa.
-¿Si?-dijo con amabilidad.
-¿Puedes traerme ya mi agua antes de que me deshidrate?-pidió la chica de nuevo con tono duro-Recuerda que no quiero agua del grifo, en botella y...
-Con una pajita-terminó Bill la frase por ella-Lo tengo todo anotado en mi libreta, ahora se la traigo.
Dio media vuelta antes de estrangularla con sus propias manos y se fue a la barra a por su maldita botella de agua. Pero…una idea cruzó por su mente, una travesura que puso en práctica cuando a los pocos minutos su padre se ausentó de la barra.
Cogió una de las botellas de agua y la dejó a un lado una vez abierta. Sus ojos volaron a la mesa donde estaba la chica esa, viendo con sorpresa que el chico se había levantado y hablaba con el móvil caminando hacia la barra.
Se dio toda la prisa del mundo mientras escuchaba parte de la conversación que mantenía.
-Lo sé, tranquilo-dijo el chico suspirando-No os puedo dejar plantados con ella, además, es mi cena y...
Escuchó que se echaba a reír y alzó la mirada. Se sonrojó hasta las orejas, estaba vaciando la botella de agua por la pila y llenándola de nuevo con agua del grifo para luego añadirle una pajita, y el chico le había pillado. Le vio levantar el pulgar para indicarle que adelante con la broma y se sonrojó más mientras seguía con su travesura.
-Sí, perdona-dijo el chico carraspeando.
Seguía hablando, pero al poco se guardó el móvil y regresó a la mesa. Entonces él salió de la barra y siguió sus pasos dando a la chica el agua recién “embotellada” y viendo como la bebía entusiasmada.
-La embotellada es la mejor agua del mundo-dijo la chica suspirando.
No pudo evitar sonreír ampliamente al tiempo que miraba al chico cómplice de su travesura. No había dicho ni una palabra, señal de que a él también le caía esa chica como una patada en el culo.
“Que bueno, si hasta tenemos los mismos gustos”-pensó sin poder evitarlo.
Se puso tenso, ¿qué más daba lo que le gustara al chico o a él? ¿Qué se esperaba, que se hubiera fijado en él y pensara que era su media mitad? ¿Qué tendría con él otra oportunidad de amar?
Sacudió la cabeza y regresó al trabajo antes de que los de la mesa le miraran y pensaran que estaba mal de la cabeza. De pie allí plantado sonriendo a uno de sus amigos y babeando sin poder evitarlo.
Se había fijado en él y era muy guapo. De unos 20 años, moreno con trenzas negras. Vestía las ropas algo anchas pero eso no le restaba atractivo. Y su sonrisa era…tan dulce y contagiosa. Desde que había entrado en el restaurante no había podido dejar de sonreír…
Regresó a la barra y ocupó el sitio de su padre cuando tuvo que salir a despedir a unos buenos amigos. Se encargó de cobrar y poner un poco de orden entre los camareros, hasta que vio que el chico se le acercaba a la barra de nuevo y se puso tenso. Le acompañaba otro de sus amigos y solo esperaba que no le fueran a reprocharle la travesura realizada, o a preguntarle porque no hacía más que mirarles y sonreír ampliamente.
-¿Ya te vas?-preguntó sin poder contenerse.
-Si, me ha salido una urgencia-explicó el chico por encima.
-Se ha caído su madre-intervino el amigo.
-Cuanto lo siento, espero que no sea nada grave-dijo Bill con preocupación.
-No lo es, gracias-murmuró algo cortado el chico-¿Puedes darme la cuenta? Me gustaría pagar la cena, ya que dejo plantado a mis amigos...
-Claro, entiendo-dijo Bill asintiendo-Aún no habíais pedido el postre, pero hoy Andreas ha hecho tarta de manzana. Muy rica.
-Eso estará bien-intervino el amigo relamiéndose.
Bill le sonrió y manejando la caja registradora le preparó la cuenta, que pagó usando su tarjeta.
-Un minuto en lo que sale el recibo-pidió Bill.
Dio media vuelta y entró en la cocina mientras que los chicos se ponían sus cazadoras. Se movió con rapidez y cogiendo dos bolsas de cartón metió dentro de ellas una ración de tarta de manzana y en la otra….siguió un pálpito que le había dado y metió una ración de fresas con chocolate.
Ignoró la mirada que le dirigía Andreas y ocupó de nuevo su sitio tras la barra.
-Os he traído algo para el camino-explicó sonriendo.
Dejó las bolsas sobre la barra mientras cogía el recibo del chico y se lo pasaba para que lo firmara.
-¿Y...eso?-preguntó el chico algo cortado.
-Oh...gentileza de la casa-murmuró Bill sonrojándose.
Vio como el chico asentía sonriendo. Se sentía muy arrepentido por que le hubiera pillado en la broma que le había gastado a su amiga. Vio como dejaba el móvil sobre la barra y firmaba el recibo al tiempo que su amigo husmeaba el contenido de las bolsas.
-Tarta de manzana y fresas con chocolate-enumeró Bill.
-Oh, vaya. Las fresas…-empezó a decir el amigo.
-Me encantan-cortó el chico tendiéndole el recibo -Gracias por todo, Bill.
-De nada...Tom-contestó Bill devolviéndole la tarjeta de crédito y tras leer su nombre en ella.
Esperó a que se la guardara en la cartera y entonces se despidió de él con una sonrisa y salió del restaurante siguiendo a su amigo, que no paraba de oler las bolsas al tiempo que se pasaba la lengua por los labios.
Suspiró sin poder evitarlo, no le quedaba más remedio que atender a sus amigos y había uno de ellos que le estaba sacando de quicio. Ya estaba levantando la mano y haciéndole una señal para que se acercara. Cogió aire y salió tras la barra para ver que demonios quería esa vez...luciendo una forzada y amplia sonrisa.
-¿Si?-preguntó con toda la educación que pudo.
-Otra botella de agua-pidió la chica señalando ka que había dejado vacía-En botella y con pajita, que no se te olvide.
-No, no se me olvida-masculló Bill resoplando.
Se alejó de la mesa y dándole igual ya que su padre le viera cogió otra botella y repitió la misma operación, vaciándola y volviéndola a llenar con agua del grifo.
-Bill, ¿qué haces?-preguntó Gordon en voz baja.
-Nada-contestó Bill sin inmutarse-Dar una pequeña lección, nada más.
Pasó al lado de su padre y fue a la mesa a dejar la botella, sonriendo ampliamente al escuchar a la chica volver a halagar el agua.
-La mejor que he bebido-comentó entre suspiros.
-Es que aquí solo servimos lo mejor-dijo Bill sin dejar de sonreír.
-Vale, ya hemos probado el agua, ¿para cuándo la comida?-preguntó muy seria la chica.
-Chantelle, deja de molestar al camarero-le riñó una de sus amigas.
-No hay ningún problema, en unos minutos estará listo su pedido-aseguró Bill con firmeza.
Se despidió con una sonrisa y fue derecho a la cocina a meterle prisa a Andreas antes de que la Chantelle esa le diera un ataque.
-¿Está ya el pedido de la mesa 11?-preguntó resoplando.
-Si, 3 minutos-pidió Andreas con paciencia.
-Es una tía que no puede estarse dos minutos sin dar el coñazo-comentó Bill de nuevo resoplando.
-¿Es esa a la que le has servido agua del grifo?-preguntó Gordon entrando en la cocina tras su hijo.
-Se le tiene bien merecido papá-dijo Bill con firmeza-Y he visto como la miran sus amigos, más de uno seguro que está deseando mandarla a su casa de una patada, te lo juro.
-Sírveles la comida cuando esté lista y por favor, deja de hacer travesuras solo porque la gente te cae mal-le pidió Gordon-Debes dar ejemplo, eres el hijo del dueño y si pillara un camarero haciendo lo que has hecho tú...
-Lo sé papá y lo siento. No volverá a suceder-prometió Bill ya serio.
Gordon asintió y regresó a la barra dejando a Andreas terminando de colocar el pedido que se tenía que llevar Bill en una bandeja.
-¿Quieres que le echemos salsa picante en su plato?-preguntó Andreas alzando una ceja.
Bill negó con la cabeza al tiempo que se echaba a reír, solo faltaba que la chica esa se pasara toda la cena pidiendo agua a mares. Suspiró resignado y cogiendo la pesada bandeja salió y despachó el pedido. Les explicó que ya estaba todo pagado por su amigo que se tuvo que ir y les deseó un buen apetito.
Siguió trabajando y solo tuvo que volver a esa mesa a retirar los platos y cogerles nota del postre. Luego no tuvo más que esperar a que terminaran y una vez que iban pudo al fin respirar aliviado. No le gustaba la mirada que le dirigía la odiosa chica cada vez que se les acercaba, ni que le hubiera robado algo que le pertenecía...
Una vez marchado el último cliente cerraron el restaurante y mientras que los camareros recogían las mesas y colocaba, él le echó una mano a su padre con la caja y limpiando la zona de la barra.
-Mira Bill, un móvil-dijo Gordon de repente-No sé como los puede perder la gente si se pasan todo el día con el pegado a la oreja.
Bill sonrió al tiempo que cogía el móvil y lo observaba. Era un Nokia plateado, pero eso no le decía nada y tampoco se atrevió a husmear. Lo dejaría en el cesto junto con los otros dos que les había llevado uno de los camareros.
-Hoy es la noche de los móviles-comentó resoplando.
Los dejarían hasta que sus dueños volvieran a por ellos, siempre terminaban por acordarse de cuando fue la última vez que lo usaron y aunque pasara una semana regresaban y ellos se los entregaban.
Siguieron limpiando el restaurante y a las 2 se subió a acostar. Llevaba un vaso de leche en la mano que había calentado en la cocina, su padre subía las escaleras a su lado con gesto cansado.
-Mañana hago yo la mañana-se ofreció Bill.
-Solo hasta las 10, que tengo que ir al banco y luego te sustituyo hasta la comida-dijo Gordon con firmeza-No quiero que te excedas.
-Papá, que estoy bien-aseguró Bill.
-Necesitas descansar, y que no se te olvide tomarte...
-Lo sé-murmuró Bill resoplando.
Se despidió de su padre hasta el día siguiente y se fue al baño a lavarse la cara y los dientes. Luego fue a su dormitorio y se desnudó para ponerse su pijama de rayas con el que dormía. Se metió en la cama y cogió el vaso de leche con el que se pensaba tomar la pastilla gracias a la cual podía pasar una buena noche sin sueños y pesadillas.
Pero...cuando la tuvo en la mano se la quedó mirando. Presentía que esa noche no le iba a hacer falta. Siempre estaba muy nervioso cuando se iba a la cama, pensando que jamás podría dormir sin esa pequeña ayuda.
Pero esa noche era distinto, se sentía muy relajado a pesar del duro día de trabajo y sabía con certeza que no iba a necesitar ayuda alguna. Dejó la pastilla en el primer cajón de la mesilla y se tomó la leche perdido en sus pensamientos.
Terminó y apagó la luz. Se acomodó en la cama y cerrando los ojos suspiró preparándose para dormir...pensando sin poder evitarlo en ese chico que tan bien le había caído.
-Tom...-susurró antes de caer dormido.