Al día siguiente se levantó con una idea muy clara en mente. Era sábado y no tenía que dar clase, así que se levantó pronto, se dio una ducha y se vistió con ropa cómoda. Eligió unos vaqueros cleros y una camiseta de manga larga negra con una camisa a cuadros azules desabrochada encima. Se calzó unas playeras y cogiendo sus gafas de sol y cartera bajó la cocina.
Allí se encontraba Gustav preparándose el desayuno entre bostezos.
-¿Ayer hubo fiesta?-preguntó Tom sonriendo.
Su amigo le miró y asintió con la cabeza sonriendo ampliamente.
-Kate es lo mejor que me ha pasado-dijo entre suspiros.
-Sí-dijo Tom con firmeza.
- Y tú le has caído muy bien-siguió diciendo Gustav-Sé que ayer te hizo mucho bien hablar con ella y quiero que sepas que no me ha dicho nada ni yo preguntado, pero veo que hay algo que te preocupa mucho y si puedo hacer algo, solo tienes que decírmelo.
-Lo sé-murmuró Tom-Necesito tiempo para aclararme, luego os contaré todo.
Gustav asintió y siguió con su desayuno. No había que atosigar a su amigo, le conocía bien y sabía que al final compartiría con él y Georg que era eso que tanto le atormentaba.
-¿No desayunas?-preguntó al ver que salía de la cocina.
-Tomaré algo por ahí-contestó Tom por encima-Nos vemos.
Salió del apartamento y caminó dirección al restaurante. Quedaba algo lejos pero le apetecía pasear. Llegó al cabo de 20 minutos y entró sonriendo ampliamente sin poder evitarlo. Bill estaba desde la barra, le había visto desde una de las ventanas.
Se le acercó mientras le estudiaba de arriba abajo. Iba vestido como la primera vez que le conoció, con su uniforme compuesto por pantalón negro y camisa de manga larga blanca. Llevaba esa vez el pelo recogido en una cola baja y una sonrisa iluminándole la cara...que se ensanchó cuando le vio...
-Tom-saludó Bill muy alegre.
-Vengo a desayunar-explicó Tom tomando asiento en la barra.
-La especialidad de hoy son tortitas con natas-explicó Bill.
Tom asintió y Bill se puso manos a la obra. Se asomó a la ventanita que comunicaba con la cocina y le pidió al cocinero que le preparara un plato de tortitas. Mientras se hacían, sirvió un café y lo dejó en la barra.
-Gracias-dijo Tom sonriendo.
Bill le imitó y se fue un momento a atender a otro cliente. Mientras, Tom aprovechó y se tomó su medicación con un sorbo de café....gesto que Bill no pasó por alto.
-¿Puedo hacerte una pregunta?-preguntó acercándosele.
Tom asintió sonriendo.
-¿Estás bien?
Tom se le quedó mirando sin entender. ¿Es que llevaba la palabra "preocupación" pintada en la cara?
-Es que te he visto tomarte algo y el otro día dijiste que te estabas medicando-se explicó Bill.
-Ah...si, estoy bien-dijo Tom algo cortado-Es por mi...corazón.
-Lo siento mucho, no era mi intención ser indiscreto-se disculpó Bill.
-Tranquilo, que no es nada-se apresuró a decir Tom-Estuve malo y ahora...me estoy recuperando.
Bill sonrió con esfuerzo, consciente de que había tocado un tema algo delicado. Escuchó que le llamaban desde la cocina y corrió al por el pedido de Tom, que le sirvió encantado.
-Tus tortitas-murmuró al dejárselas.
-Gracias-contestó Tom.
Cogió un tenedor y se dispuso a disfrutar de un buen desayuno viendo a Bill trabajar. A esa hora había ya mucha gente que Bill parecía conocer muy bien, los llamaba por su nombre y les preguntaba de su vida o trabajo. Le gustaba el ambiente familiar que reinaba en el restaurante, Bill conocía a cada uno de sus clientes y todos conocían a Bill igualmente, despiéndose de él hasta la próxima vez y dándole recuerdos para su padre.
Se terminó el café y antes de que dijera anda Bill ya le estaba sirviendo otro gentileza de la casa.
-Bill...
-Voy papá-contestó Bill girándose.
Se quedó observando a Bill hablar con su padre, le estaba diciendo algo y Bill no hacía más que negar con la cabeza hasta que al final su padre terminó convenciéndole.
-Llevas todo el día de ayer y esta noche tendrás que trabajar-insistió el padre de Bill-Sal ahora, ve a descansar o a que te de un poco el aire. No quiero verte de vuelta hasta las 7.
-Espera que me despido al menos-dijo Bill suspirando.
Regresó a la barra y primero cobró a uno de los clientes que ya se iba antes de ir donde estaba Tom sentado.
-¿Te vas?-preguntó Tom anticipándose.
-Mi turno terminó...bueno, estaba sustituyendo a uno de los camareros que cayó ayer enfermo-explicó Bill-Llevo desde las 7 aquí metido, mi padre tuvo que ir a hablar con uno de los proveedores y ahora me turnará él.
-Así podrás descansar-dijo Tom apiadándose de él.
-No creas, se estropeó el lavavajillas y lo están reparando-siguió Bill explicando-Los platos sucios se amontonan y no pienso irme y dejarlos sin limpiarlos.
-Si quieres te echo una mano-se ofreció Tom al momento.
Bill le miró indeciso. Primero no le conocía mucho, y segundo...lavar platos no era una tarea muy grata.
-Se me da muy bien-dijo Tom poniéndose ya en pie-Tengo un master.
Logró convencerle y que soltara una carcajada. Vio como sentía y le hacía una señal para que le siguiera tras la barra.
-Papá-dijo parándose ante su padre-Él es Tom, se ha ofrecido a echarme una mano con los platos.
-¿No te he dicho que te fueras?-preguntó el padre de Bill.
-Es mi tiempo libre y si quiero emplearlo fregando platos lo haré encantado-contestó Bill con firmeza.
-Cabezota-murmuró el padre de Bill resoplando.
-Tom, vamos-le llamó Bill haciéndole un gesto con la mano.
-Encantado de conocerle-murmuró Tom pasando al lado del padre.
Siguió a Bill y entró en la cocina donde parecía haberse desatado el caos. El lavavajillas estaba en mitad de la estancia con la mitad de las piezas esparcidas por el suelo. Un chico rubio se apañaba en hacer tortitas sin que se le quemaran a la vez que vigilaba la pasta que se cocía en una olla grande.
-Él es Andreas, el hijo del cocinero y...futuro cocinero, claro-presentó Bill riendo.
Tom sonrió al chico que se volvió un segundo para ver al recién llegado antes de volver a su trabajo.
-Y aquí tenemos una pila interminable de platos-explicó Bill resoplando.
Tom la miró con la boca abierta. Llegaba hasta el techo...bueno, casi. Pero eso no le achantó, se quitó la camiseta de cuadros que llevaba y se arremangó la camiseta de manga larga. Se puso el delantal que Bill le tendió y se colocó a su lado para ir secando los platos que le fue pasando.
Pero no pasó ni 10 minutos hasta que el padre entrara y reclamara la presencia de su hijo.
-Bill, tengo que hablar con uno de los representantes, ¿puedes salir a atender?
Bill asintió y dejando a Tom al cargo de todo, se secó las manos y quitó el delantal que se había puesto.
Perdió la noción del tiempo, no sabía ya cuantos platos y vasos había fregado. Incluso se tomó la libertad de remover la pasta cuando olió que se pegaba ante la mirada de Andreas, que al final le dejó al cargo de ella al ver que la cocina le superaba.
A media mañana el lavavajillas estaba ya arreglado y colocado en su sitio. Andreas se encargó de llenarlo con los platos sucios que iban llegando y Tom pudo tomarse un descanso. Se apoyó en la encimera de la cocina cogiendo la botella de agua que Andreas le tendía y se quedó mirando por al ventanita que comunicaba con el restaurante.
Veía a Bill de espaldas atendiendo la barra y dando órdenes a los camareros. Al parecer el padre había tenido que marcharse y estaban faltos de manos. No se lo pensó dos veces y tras echar un trago largo a su agua salió de la cocina y se puso tras la barra.
-Dime que hago-dijo con firmeza mirando a Bill.
-¿Sabes atender mesas?-preguntó Bill resoplando.
Se le había escapado un mechón de la coleta y le hacía cosquillas en la nariz. Tom lo advirtió y extendiendo una mano se lo colocó tras la oreja con toda naturalidad.
-Si-dijo de repente.
-¿Si...qué?-preguntó Bill carraspeando.
-Que sé atender mesas-contestó sonriendo-Trabajé en el bar del instituto hasta que...hasta que tuve que dejarlo.
No era momento de explicarle que fue entonces cuando le detectaron el soplo en el corazón y tuvo que bajar el ritmo de vida.
-Coge una libreta de ese cajón-explicó Bill dejando a un lado el escalofrío que había sentido hacía segundos escasos-Vamos con retraso, preséntate a los clientes y pídeles perdón de antemano si el servicio de hoy es un caos.
Tom asintió y cogiendo una libreta salió tras la barra. Una camarera le explicó cual iba a ser su zona y se encargó de ella en cuerpo y alma. Tomaba nota de los pedidos siempre con una amplia sonrisa y se los cantaba a Andreas a través de la ventana.
En uno de sus viajes se quedó parado al escuchar unas voces alteradas. Iba a dar media vuelta cuando reconoció la de Bill...
-¿Cómo que me estoy insinuando?-preguntaba Bill.
-Dejad de coquetear tú y Tom-le pedía Andreas-El restaurante esta lleno....y no sé que hace él aquí.
-Es amigo mío y se ha ofrecido amablemente a echarnos una mano-explicó Bill tratando de mantener la calma.
-Parece que quiere ser algo más que amigo tuyo-siseó Andreas.
-Pues deja que lo sea-dijo Bill con firmeza.
Se alejó de la ventana sonriendo sin pode evitarlo... ¿eso que acababa de escuchar era una declaración de amor en toda regla?
Allí se encontraba Gustav preparándose el desayuno entre bostezos.
-¿Ayer hubo fiesta?-preguntó Tom sonriendo.
Su amigo le miró y asintió con la cabeza sonriendo ampliamente.
-Kate es lo mejor que me ha pasado-dijo entre suspiros.
-Sí-dijo Tom con firmeza.
- Y tú le has caído muy bien-siguió diciendo Gustav-Sé que ayer te hizo mucho bien hablar con ella y quiero que sepas que no me ha dicho nada ni yo preguntado, pero veo que hay algo que te preocupa mucho y si puedo hacer algo, solo tienes que decírmelo.
-Lo sé-murmuró Tom-Necesito tiempo para aclararme, luego os contaré todo.
Gustav asintió y siguió con su desayuno. No había que atosigar a su amigo, le conocía bien y sabía que al final compartiría con él y Georg que era eso que tanto le atormentaba.
-¿No desayunas?-preguntó al ver que salía de la cocina.
-Tomaré algo por ahí-contestó Tom por encima-Nos vemos.
Salió del apartamento y caminó dirección al restaurante. Quedaba algo lejos pero le apetecía pasear. Llegó al cabo de 20 minutos y entró sonriendo ampliamente sin poder evitarlo. Bill estaba desde la barra, le había visto desde una de las ventanas.
Se le acercó mientras le estudiaba de arriba abajo. Iba vestido como la primera vez que le conoció, con su uniforme compuesto por pantalón negro y camisa de manga larga blanca. Llevaba esa vez el pelo recogido en una cola baja y una sonrisa iluminándole la cara...que se ensanchó cuando le vio...
-Tom-saludó Bill muy alegre.
-Vengo a desayunar-explicó Tom tomando asiento en la barra.
-La especialidad de hoy son tortitas con natas-explicó Bill.
Tom asintió y Bill se puso manos a la obra. Se asomó a la ventanita que comunicaba con la cocina y le pidió al cocinero que le preparara un plato de tortitas. Mientras se hacían, sirvió un café y lo dejó en la barra.
-Gracias-dijo Tom sonriendo.
Bill le imitó y se fue un momento a atender a otro cliente. Mientras, Tom aprovechó y se tomó su medicación con un sorbo de café....gesto que Bill no pasó por alto.
-¿Puedo hacerte una pregunta?-preguntó acercándosele.
Tom asintió sonriendo.
-¿Estás bien?
Tom se le quedó mirando sin entender. ¿Es que llevaba la palabra "preocupación" pintada en la cara?
-Es que te he visto tomarte algo y el otro día dijiste que te estabas medicando-se explicó Bill.
-Ah...si, estoy bien-dijo Tom algo cortado-Es por mi...corazón.
-Lo siento mucho, no era mi intención ser indiscreto-se disculpó Bill.
-Tranquilo, que no es nada-se apresuró a decir Tom-Estuve malo y ahora...me estoy recuperando.
Bill sonrió con esfuerzo, consciente de que había tocado un tema algo delicado. Escuchó que le llamaban desde la cocina y corrió al por el pedido de Tom, que le sirvió encantado.
-Tus tortitas-murmuró al dejárselas.
-Gracias-contestó Tom.
Cogió un tenedor y se dispuso a disfrutar de un buen desayuno viendo a Bill trabajar. A esa hora había ya mucha gente que Bill parecía conocer muy bien, los llamaba por su nombre y les preguntaba de su vida o trabajo. Le gustaba el ambiente familiar que reinaba en el restaurante, Bill conocía a cada uno de sus clientes y todos conocían a Bill igualmente, despiéndose de él hasta la próxima vez y dándole recuerdos para su padre.
Se terminó el café y antes de que dijera anda Bill ya le estaba sirviendo otro gentileza de la casa.
-Bill...
-Voy papá-contestó Bill girándose.
Se quedó observando a Bill hablar con su padre, le estaba diciendo algo y Bill no hacía más que negar con la cabeza hasta que al final su padre terminó convenciéndole.
-Llevas todo el día de ayer y esta noche tendrás que trabajar-insistió el padre de Bill-Sal ahora, ve a descansar o a que te de un poco el aire. No quiero verte de vuelta hasta las 7.
-Espera que me despido al menos-dijo Bill suspirando.
Regresó a la barra y primero cobró a uno de los clientes que ya se iba antes de ir donde estaba Tom sentado.
-¿Te vas?-preguntó Tom anticipándose.
-Mi turno terminó...bueno, estaba sustituyendo a uno de los camareros que cayó ayer enfermo-explicó Bill-Llevo desde las 7 aquí metido, mi padre tuvo que ir a hablar con uno de los proveedores y ahora me turnará él.
-Así podrás descansar-dijo Tom apiadándose de él.
-No creas, se estropeó el lavavajillas y lo están reparando-siguió Bill explicando-Los platos sucios se amontonan y no pienso irme y dejarlos sin limpiarlos.
-Si quieres te echo una mano-se ofreció Tom al momento.
Bill le miró indeciso. Primero no le conocía mucho, y segundo...lavar platos no era una tarea muy grata.
-Se me da muy bien-dijo Tom poniéndose ya en pie-Tengo un master.
Logró convencerle y que soltara una carcajada. Vio como sentía y le hacía una señal para que le siguiera tras la barra.
-Papá-dijo parándose ante su padre-Él es Tom, se ha ofrecido a echarme una mano con los platos.
-¿No te he dicho que te fueras?-preguntó el padre de Bill.
-Es mi tiempo libre y si quiero emplearlo fregando platos lo haré encantado-contestó Bill con firmeza.
-Cabezota-murmuró el padre de Bill resoplando.
-Tom, vamos-le llamó Bill haciéndole un gesto con la mano.
-Encantado de conocerle-murmuró Tom pasando al lado del padre.
Siguió a Bill y entró en la cocina donde parecía haberse desatado el caos. El lavavajillas estaba en mitad de la estancia con la mitad de las piezas esparcidas por el suelo. Un chico rubio se apañaba en hacer tortitas sin que se le quemaran a la vez que vigilaba la pasta que se cocía en una olla grande.
-Él es Andreas, el hijo del cocinero y...futuro cocinero, claro-presentó Bill riendo.
Tom sonrió al chico que se volvió un segundo para ver al recién llegado antes de volver a su trabajo.
-Y aquí tenemos una pila interminable de platos-explicó Bill resoplando.
Tom la miró con la boca abierta. Llegaba hasta el techo...bueno, casi. Pero eso no le achantó, se quitó la camiseta de cuadros que llevaba y se arremangó la camiseta de manga larga. Se puso el delantal que Bill le tendió y se colocó a su lado para ir secando los platos que le fue pasando.
Pero no pasó ni 10 minutos hasta que el padre entrara y reclamara la presencia de su hijo.
-Bill, tengo que hablar con uno de los representantes, ¿puedes salir a atender?
Bill asintió y dejando a Tom al cargo de todo, se secó las manos y quitó el delantal que se había puesto.
Perdió la noción del tiempo, no sabía ya cuantos platos y vasos había fregado. Incluso se tomó la libertad de remover la pasta cuando olió que se pegaba ante la mirada de Andreas, que al final le dejó al cargo de ella al ver que la cocina le superaba.
A media mañana el lavavajillas estaba ya arreglado y colocado en su sitio. Andreas se encargó de llenarlo con los platos sucios que iban llegando y Tom pudo tomarse un descanso. Se apoyó en la encimera de la cocina cogiendo la botella de agua que Andreas le tendía y se quedó mirando por al ventanita que comunicaba con el restaurante.
Veía a Bill de espaldas atendiendo la barra y dando órdenes a los camareros. Al parecer el padre había tenido que marcharse y estaban faltos de manos. No se lo pensó dos veces y tras echar un trago largo a su agua salió de la cocina y se puso tras la barra.
-Dime que hago-dijo con firmeza mirando a Bill.
-¿Sabes atender mesas?-preguntó Bill resoplando.
Se le había escapado un mechón de la coleta y le hacía cosquillas en la nariz. Tom lo advirtió y extendiendo una mano se lo colocó tras la oreja con toda naturalidad.
-Si-dijo de repente.
-¿Si...qué?-preguntó Bill carraspeando.
-Que sé atender mesas-contestó sonriendo-Trabajé en el bar del instituto hasta que...hasta que tuve que dejarlo.
No era momento de explicarle que fue entonces cuando le detectaron el soplo en el corazón y tuvo que bajar el ritmo de vida.
-Coge una libreta de ese cajón-explicó Bill dejando a un lado el escalofrío que había sentido hacía segundos escasos-Vamos con retraso, preséntate a los clientes y pídeles perdón de antemano si el servicio de hoy es un caos.
Tom asintió y cogiendo una libreta salió tras la barra. Una camarera le explicó cual iba a ser su zona y se encargó de ella en cuerpo y alma. Tomaba nota de los pedidos siempre con una amplia sonrisa y se los cantaba a Andreas a través de la ventana.
En uno de sus viajes se quedó parado al escuchar unas voces alteradas. Iba a dar media vuelta cuando reconoció la de Bill...
-¿Cómo que me estoy insinuando?-preguntaba Bill.
-Dejad de coquetear tú y Tom-le pedía Andreas-El restaurante esta lleno....y no sé que hace él aquí.
-Es amigo mío y se ha ofrecido amablemente a echarnos una mano-explicó Bill tratando de mantener la calma.
-Parece que quiere ser algo más que amigo tuyo-siseó Andreas.
-Pues deja que lo sea-dijo Bill con firmeza.
Se alejó de la ventana sonriendo sin pode evitarlo... ¿eso que acababa de escuchar era una declaración de amor en toda regla?