Llegó el día en que Tom quiso retomar su vida. La noche anterior disfrutó de una agradable cena con sus padres donde les agradeció todo lo que habían hecho por él y lo bien que le habían cuidado. Se emocionó al ver la entereza de su madre, sabiendo que se estaba aguantando las ganas de llorar.
-Este mes que he pasado en casa, y todo este año de hospital en hospital, me ha servido para darme cuenta de que tengo unos padres estupendos-dijo Tom sintiendo los ojos llenos de lágrimas-Sé que ha habido momentos en los que me he enfadado por lo que me pasaba y me he descargado con vosotros cuando no teníais la culpa de nada...
-Cariño, era compresible-cortó Simone sin poderse contener-Nadie tenía la culpa y jamás nos hemos sentido ofendidos por tu comportamiento.
-Lo sé mamá, pero tenía que decirlo-dijo Tom cogiendo su mano-Sé que te gustaría que me quedara en casa hasta los 30 pero...he perdido un año entero y me gustaría seguir mi vida desde donde la he dejado. Me han llamado de la academia y mi puesto de trabajo me sigue esperando, quiero volver a mis estudios y sacar todo lo que llevo atrasado...
-Con calma Tom, sabes que no debes esforzarte por una temporada-intervino Jörg.
-Lo sé, pero me siento más vivo que nunca y sé que me esperan muchas cosas por hacer-dijo Tom suspirando.
Sus padres asintieron sonriendo, entendían perfectamente a su hijo. Se sentía como un niño con zapatos nuevos y con ganas de comerse el mundo. La vida le había dado una segunda oportunidad y su hijo la iba a saber aprovechar.
Al día siguiente Georg y Gustav le fueron a recoger en su coche, que habían cuidado con esmero. Desayunaron todos juntos y luego guardaron el equipaje de Tom, además de unos tuppers donde Simone les había metido algo de comida para alegría de Georg.
-Que no se la coma toda en un día-advirtió Simone.
Todos rieron incluso Georg, que se le caía la baba al ver además unos bizcochos de chocolate que Simone les había hecho para el viaje.
-Mamá, si vivimos a una hora-resopló Tom en broma.
-Lo sé, y por eso espero que vengas una vez a la semana a vernos-dijo Simone muy seria.
-Nosotros mismo le traemos-intervino Gustav.
-Pensaba venir a comer todos los domingos-apuntó Tom.
Simone asintió satisfecha y se despidió de él con un fuerte abrazo.
-¿Llevas todas las medicinas?-preguntó sin soltarle, viéndole asentir-¿Y el teléfono del doctor Listing? ¿Y el del...psicólogo?
Le habían sugerido que fuera a uno, muchos pacientes se sentían "raros" al saber que llevaban en su cuerpo un órgano procedente de otra persona y para que no hubiera rechazo al paciente se le había de tratar tanto física como mentalmente.
-Lo llevo todo, mamá-murmuró Tom algo incómodo.
Jörg esperó su turno y abrazó también a su hijo, pidiéndole en voz baja paciencia con su madre y que por el bien de ella llamara más a menudo a casa. Tom asintió sonriendo, sabía que era justo después de lo mal que lo habían pasado.
-¿Quieres conducir?-preguntó Gustav tendiéndole las llaves.
Tom asintió y las cogió, hacía mucho tiempo desde la última vez que condujo su coche pero fue sentarse y arrancar, y como si hubiera pasado solo un día y no un año. Gustav se sentó a su lado y Georg lo hizo detrás con el tupper de los bizcochos sobre sus rodillas. Todos se despidieron de los padres de Tom con la mano y partieron rumbo al apartamento.
Nada más entrar por la puerta cogió aire y lo soltó en un profundo suspiro. Todo olía tal y como lo recordaba. Dejó que sus amigos le cogieran las maletas y se dirigió a su habitación. Estaba tal y como la había dejado, cuando salió del hospital recogió algunos más de sus efectos personales y sus amigos le prometieron airear la habitación y mantenerla limpia. Y habían cumplido su palabra con creces. Las ventanas relucían, no había una mota de polvo...e incluso había un jarrón con 4 rosas rojas. Sonrió al verlas y se acercó a olerlas.
-Fue idea de Michelle-informó Gustav desde la puerta-Dijo que te harían sonreír.
-Me conoce muy bien-murmuró Tom suspirando.
-Vendrán esta noche a cenar, pero si estás cansado del viaje...
-Tengo todo el día para descansar-cortó Tom levantando una mano-Chicos, ya estoy bien. De verdad, me siento mejor que nunca.
-Perdónanos si llegamos a ser pesados, pero es que...aún no nos lo creemos-confesó Georg.
-Ni yo-dijo Tom suspirando-Todas las noches me duermo con una mano en el pecho sintiendo como late mi nuevo corazón, y cuando me levanto lo primero que hago es mirarme en el espejo, esta cicatriz que llevo significa mucho para mí...
Sus amigos asintieron en silencio, le comprendían perfectamente. Si les pasara a ellos, seguro que actuarían de la misma manera. Se irían a dormir con el miedo de no volver a abrir los ojos, y cuando llevara el nuevo día darían las gracias por esa nueva oportunidad que les daba la vida.
-Deshagamos las maletas antes de que nos echemos a llorar-bromeó Tom carraspeando.
Se pusieron en marcha y entre los 3 colocaron sus cosas en una hora. Su portátil volvió a ocupar su sitio en el escritorio que tenía delante de una de las ventanas, al lado de su vieja guitarra que no se había llevado a casa. Hacía mucho que no la tocaba y seguro que estaría desafinada, pero tenía mucho tiempo por delante para hacer eso que tanto le gustaba. Sentarse en la cama con ella en el regazo, cerrar los ojos y dejar que sus dedos se movieran libremente por las cuerdas...
Comieron el estofado que les había metido su madre y tras tomarse las medicinas que le tocaban decidió tumbarse un rato en la cama. Se cubrió con una manta y al poco dormía profundamente. Sus amigos entraron a ver que tal estaba a cada rato y cuando se despertó salieron a dar una vuelta. Fueron al super a hacer la compra y cogieron unas pizzas para la noche.
Cuando llegaron Mark y Michelle la casa olía a salsa pepperoni y especias. En consideración a Tom, llevaron unas coca-colas con las que brindaron por su nuevo corazón. Cenaron mientras planeaban esa comida que habían prometido para cuando se recuperara.
-¿Entonces vamos al italiano?-preguntó Mark viendo como todos asentían.
-Se come muy bien, ya verás como te gusta Tom-señaló Michelle-Hemos hecho una reserva para dentro de dos días.
-¿Puedo llevar una amiga?-preguntó de repente Gustav.
-Por mi vale-comentó Georg.
Michelle y Mark tampoco se negaron y miraron a Tom en espera de su respuesta.
-Claro, no hay ningún problema-aseguró Tom.
Todos asintieron sonriendo y siguieron cenando haciendo planes para esa semana. Tom quería acercarse a la academia donde daba sus clases de música, sus padres le habían dicho que no se precipitara, que su puesto le estaría esperando para cuando se sintiera con fuerzas para volver a dar clase. Pero él lo necesitaba, le gustaba trabajar con niños, ver como a tan corta edad ya se interesaban por aprender a tocar un instrumento.
-Te acompaño-se ofreció Michelle-Mañana no tengo nada que hacer y luego si quieres vamos a tomar un café con Mark.
Tom asintió sonriendo. Era como en los viejos tiempos, quedaba con Michelle las mañanas que no estudiaban mientras Mark trabajaba en el bar de sus padres, y luego le iban a buscar a la hora de comer o se iban a tomar un café a media mañana con él. Las tardes las pasaba dando clases y luego quedando con Georg y Gustav para ir al cine, a hacer la compra o dar un paseo.
Ese día se fue a la cama con una amplia sonrisa. Antes de acostarse llamó a sus padres y estuvo un cuarto de hora hasta que su madre le sintió cansado y le ordenó irse a dormir. Se despidió de ella entre risas y colgó muy satisfecho de su primer día. Era como si no hubiera pasado el tiempo, sus amigos volvían a tratarle con normalidad, no como antes que siempre que había que hacer un plan debían preguntarle si ese día se sentía con fuerzas o mejor se quedaban en casa viendo una película mientras él descansaba en el sofá.
Cerró los ojos y se durmió con la mano derecha a la altura del corazón, sonriendo en sueños con cada latido que sentía resonar con fuerza en su pecho....
-Este mes que he pasado en casa, y todo este año de hospital en hospital, me ha servido para darme cuenta de que tengo unos padres estupendos-dijo Tom sintiendo los ojos llenos de lágrimas-Sé que ha habido momentos en los que me he enfadado por lo que me pasaba y me he descargado con vosotros cuando no teníais la culpa de nada...
-Cariño, era compresible-cortó Simone sin poderse contener-Nadie tenía la culpa y jamás nos hemos sentido ofendidos por tu comportamiento.
-Lo sé mamá, pero tenía que decirlo-dijo Tom cogiendo su mano-Sé que te gustaría que me quedara en casa hasta los 30 pero...he perdido un año entero y me gustaría seguir mi vida desde donde la he dejado. Me han llamado de la academia y mi puesto de trabajo me sigue esperando, quiero volver a mis estudios y sacar todo lo que llevo atrasado...
-Con calma Tom, sabes que no debes esforzarte por una temporada-intervino Jörg.
-Lo sé, pero me siento más vivo que nunca y sé que me esperan muchas cosas por hacer-dijo Tom suspirando.
Sus padres asintieron sonriendo, entendían perfectamente a su hijo. Se sentía como un niño con zapatos nuevos y con ganas de comerse el mundo. La vida le había dado una segunda oportunidad y su hijo la iba a saber aprovechar.
Al día siguiente Georg y Gustav le fueron a recoger en su coche, que habían cuidado con esmero. Desayunaron todos juntos y luego guardaron el equipaje de Tom, además de unos tuppers donde Simone les había metido algo de comida para alegría de Georg.
-Que no se la coma toda en un día-advirtió Simone.
Todos rieron incluso Georg, que se le caía la baba al ver además unos bizcochos de chocolate que Simone les había hecho para el viaje.
-Mamá, si vivimos a una hora-resopló Tom en broma.
-Lo sé, y por eso espero que vengas una vez a la semana a vernos-dijo Simone muy seria.
-Nosotros mismo le traemos-intervino Gustav.
-Pensaba venir a comer todos los domingos-apuntó Tom.
Simone asintió satisfecha y se despidió de él con un fuerte abrazo.
-¿Llevas todas las medicinas?-preguntó sin soltarle, viéndole asentir-¿Y el teléfono del doctor Listing? ¿Y el del...psicólogo?
Le habían sugerido que fuera a uno, muchos pacientes se sentían "raros" al saber que llevaban en su cuerpo un órgano procedente de otra persona y para que no hubiera rechazo al paciente se le había de tratar tanto física como mentalmente.
-Lo llevo todo, mamá-murmuró Tom algo incómodo.
Jörg esperó su turno y abrazó también a su hijo, pidiéndole en voz baja paciencia con su madre y que por el bien de ella llamara más a menudo a casa. Tom asintió sonriendo, sabía que era justo después de lo mal que lo habían pasado.
-¿Quieres conducir?-preguntó Gustav tendiéndole las llaves.
Tom asintió y las cogió, hacía mucho tiempo desde la última vez que condujo su coche pero fue sentarse y arrancar, y como si hubiera pasado solo un día y no un año. Gustav se sentó a su lado y Georg lo hizo detrás con el tupper de los bizcochos sobre sus rodillas. Todos se despidieron de los padres de Tom con la mano y partieron rumbo al apartamento.
Nada más entrar por la puerta cogió aire y lo soltó en un profundo suspiro. Todo olía tal y como lo recordaba. Dejó que sus amigos le cogieran las maletas y se dirigió a su habitación. Estaba tal y como la había dejado, cuando salió del hospital recogió algunos más de sus efectos personales y sus amigos le prometieron airear la habitación y mantenerla limpia. Y habían cumplido su palabra con creces. Las ventanas relucían, no había una mota de polvo...e incluso había un jarrón con 4 rosas rojas. Sonrió al verlas y se acercó a olerlas.
-Fue idea de Michelle-informó Gustav desde la puerta-Dijo que te harían sonreír.
-Me conoce muy bien-murmuró Tom suspirando.
-Vendrán esta noche a cenar, pero si estás cansado del viaje...
-Tengo todo el día para descansar-cortó Tom levantando una mano-Chicos, ya estoy bien. De verdad, me siento mejor que nunca.
-Perdónanos si llegamos a ser pesados, pero es que...aún no nos lo creemos-confesó Georg.
-Ni yo-dijo Tom suspirando-Todas las noches me duermo con una mano en el pecho sintiendo como late mi nuevo corazón, y cuando me levanto lo primero que hago es mirarme en el espejo, esta cicatriz que llevo significa mucho para mí...
Sus amigos asintieron en silencio, le comprendían perfectamente. Si les pasara a ellos, seguro que actuarían de la misma manera. Se irían a dormir con el miedo de no volver a abrir los ojos, y cuando llevara el nuevo día darían las gracias por esa nueva oportunidad que les daba la vida.
-Deshagamos las maletas antes de que nos echemos a llorar-bromeó Tom carraspeando.
Se pusieron en marcha y entre los 3 colocaron sus cosas en una hora. Su portátil volvió a ocupar su sitio en el escritorio que tenía delante de una de las ventanas, al lado de su vieja guitarra que no se había llevado a casa. Hacía mucho que no la tocaba y seguro que estaría desafinada, pero tenía mucho tiempo por delante para hacer eso que tanto le gustaba. Sentarse en la cama con ella en el regazo, cerrar los ojos y dejar que sus dedos se movieran libremente por las cuerdas...
Comieron el estofado que les había metido su madre y tras tomarse las medicinas que le tocaban decidió tumbarse un rato en la cama. Se cubrió con una manta y al poco dormía profundamente. Sus amigos entraron a ver que tal estaba a cada rato y cuando se despertó salieron a dar una vuelta. Fueron al super a hacer la compra y cogieron unas pizzas para la noche.
Cuando llegaron Mark y Michelle la casa olía a salsa pepperoni y especias. En consideración a Tom, llevaron unas coca-colas con las que brindaron por su nuevo corazón. Cenaron mientras planeaban esa comida que habían prometido para cuando se recuperara.
-¿Entonces vamos al italiano?-preguntó Mark viendo como todos asentían.
-Se come muy bien, ya verás como te gusta Tom-señaló Michelle-Hemos hecho una reserva para dentro de dos días.
-¿Puedo llevar una amiga?-preguntó de repente Gustav.
-Por mi vale-comentó Georg.
Michelle y Mark tampoco se negaron y miraron a Tom en espera de su respuesta.
-Claro, no hay ningún problema-aseguró Tom.
Todos asintieron sonriendo y siguieron cenando haciendo planes para esa semana. Tom quería acercarse a la academia donde daba sus clases de música, sus padres le habían dicho que no se precipitara, que su puesto le estaría esperando para cuando se sintiera con fuerzas para volver a dar clase. Pero él lo necesitaba, le gustaba trabajar con niños, ver como a tan corta edad ya se interesaban por aprender a tocar un instrumento.
-Te acompaño-se ofreció Michelle-Mañana no tengo nada que hacer y luego si quieres vamos a tomar un café con Mark.
Tom asintió sonriendo. Era como en los viejos tiempos, quedaba con Michelle las mañanas que no estudiaban mientras Mark trabajaba en el bar de sus padres, y luego le iban a buscar a la hora de comer o se iban a tomar un café a media mañana con él. Las tardes las pasaba dando clases y luego quedando con Georg y Gustav para ir al cine, a hacer la compra o dar un paseo.
Ese día se fue a la cama con una amplia sonrisa. Antes de acostarse llamó a sus padres y estuvo un cuarto de hora hasta que su madre le sintió cansado y le ordenó irse a dormir. Se despidió de ella entre risas y colgó muy satisfecho de su primer día. Era como si no hubiera pasado el tiempo, sus amigos volvían a tratarle con normalidad, no como antes que siempre que había que hacer un plan debían preguntarle si ese día se sentía con fuerzas o mejor se quedaban en casa viendo una película mientras él descansaba en el sofá.
Cerró los ojos y se durmió con la mano derecha a la altura del corazón, sonriendo en sueños con cada latido que sentía resonar con fuerza en su pecho....