era una mañana fría en el pequeño pueblo de Leipzig, estaban al inicio de la época de invierno y además el frio se hacia cada día mas cruel, dentro de todos esos suburbios y calles al igual que cuadras pobladas de casas, se encontraba una enorme mansión, la cual era muy grande y de color blanco, por fuera tenia varios arboles que eran cubiertos por una capa de nieve bastante gruesa un pasto extenso, que ahora era de color blanco, no quedaba ningún rastro de verdor solo se podía apreciar lo poco o lo mucho que dejaba ver aquel manto, lo cual de mucho no tenia nada, la gran casa tenia varias ventanas, pero eso no era lo curioso, lo mas interesante se encontraba asomándose por una de ellas..
Era un joven totalmente hermoso, tenia su cabello largo negro y trenzado, sus ojos rasgados y de un hermoso color marrón, su tez bronceada pero no en exceso, unas cejas pobladas pero muy lindas dando una hermosa visión de lo que conformaba su bello rostro… unos labios gruesos y carnosos, irresistibles para cualquiera, en la esquina derecha tenia un piercing que le daba un toque irresistible y sensual.
Esa tarde nada había logrado reconfortarle, se sentía vacío…
Lejos de allí un joven pelinegro caminaba sumido en dolor, aun era demasiado joven para que todo el peso del mundo le cayera encima, el creía que su vida era un completo infierno y si que lo era…
En su casa, su padre siempre llegaba ebrio y su madre siempre estaba sumida en una enorme depresión y cuando el llegaba de el colegio todo ese enojo reprimido por parte de ellos era descargado en su frágil y delgado cuerpo. Aún tenía los hematomas de la vez anterior, solo que esta vez no dolían como cuando recientemente se las habían regalado en su cumpleaños número 16, su alma caminaba pesadamente y era verdad, ya que caminaba arrastrando sus pies. Después del colegio siempre llagaba directo a casa, nada de interrupciones, ni distracciones si no eso siempre le costaba casi la vida. Si llegaba un día a las 5:00 pm y sus padres se daban cuenta de eso, sin escuchar razón alguna le golpeaban hasta casi dejarlo dormido, pero el se mantenía fuerte, jamás suplicaba aunque quisiera, si algún día lo hizo se arrepintió demasiado… hacia que creciera la furia de aquellos maltratos y el enojo de su padre por no defenderse.
Esa tarde había salido por la ventana, no le importaban los golpes o tal vez si, la verdad es que le estaba dando igual. Caminó derecho, dejando que el leve viento del invierno acariciara sus cabellos provocándole un ligero cosquilleo en su hermoso rostro conforme iba avanzando. Esa tarde llevaba puesta una camiseta gris con letras estampadas negras y varias manchas estampadas del mismo color, unos pantalones negros, entallados a sus delgadas piernas, unas zapatillas de color blanco, una correa blanca y un collar gris donde colgaba una pequeña calavera. No llevaba suéter y eso le estaba calando los huesos aunque eso no parecía importarle en lo más mínimo.
Caminó muy lejos y tomó rumbo hacia el parquecito cercano que daba a una y media cuadra de una escuela primaria, llegó, caminó por entre los arboles y se sentó en una banquilla que estaba muy apartada de los demás lugares.
En otro lugar el joven de trenzas tomó su cazadora y se la colocó, tomando las llaves de su casa y salió sin avisar siquiera a su madre, había recibido muchas llamadas de varias chicas del colegio pero a el le daba igual, de todas formas no iba a aceptar la invitación de una de aquellas zorras. Tampoco quería salir con Georg y Gustav, no ese día.
Caminó tranquilo por las calles sintiendo aquella brisa sobre su bronceada piel, llevaba aquella bufanda morada hasta el final de la barbilla, pensó que seria bueno dar una vuelta por el parque y así lo hizo, se dirigió por aquel sendero que estaba cerca de la escuela primaria, caminó y llegó a el parque y comenzó a adentrarse paseando por entre los árboles, y concentrándose solamente en sus pensamientos, decidió ir hasta la última banca donde nadie pudiera interrumpirlo, pero cual fue su sorpresa al acercarse a la banca fue la de encontrar a un joven sentado, estaba cabizbajo y se frotaba frecuentemente uno de sus brazos para poder proporcionarse calor sin lograrlo.
Lo observó, observó a aquel joven que tenía peinado de melena con un poquito de volumen, tenía una expresión de depresión grande y cada vez que exhalaba el aire se convertía en vapor. Se animó a acercarse.
- disculpa… - le habló, pero el joven parecía no escucharle a lo que volvió a insistir. – Disculpa – hablo por segunda vez
El jovencito levanto su carita con una mirada muy triste que el de trenzas no supo interpretar muy bien, para empeorarlo todo, comenzó a llover, gotas frías que caían sobre los hombros de ambos mientras seguían mirándose como si estuvieran interesados el uno del otro. El joven de trenzas pudo observar aquella hermosa mirada de ojos almendrados, la cual estaba delineada de negro dándole un toque intenso que hizo que su corazoncito latiera rápidamente, esos delgados labios que eran cubiertos por un brillo labial.
- que pasa… ¿Por qué me miras tanto? – le dijo el joven pelinegro
- No es nada – responde el de trenzas - soy Tom – le ofreció la mano en un gesto educado
- Bill – respondió frío a la vez que estrechaba aquella mano para no parecer mal educado. – la lluvia se intensifico a lo que Tom decidió sacarle de allí
- ven - espera a que el joven se levante y después se quita la chaqueta en gesto caballeroso y se la pone sobre sus hombros al jovencito pelinegro cubriendo su frágil cuerpo. - ¿Por qué estas aquí?- le cuestionó
- ¿eso realmente importa? – dijo serio
El joven de trenzas rio levemente siendo visto por el joven pelinegro
-¿Qué es tan gracioso? – dijo serio
- Dime que es lo que te pasa para que esa carita tan dulce este tan deprimida
El morenito baja la vista de nuevo
- no es nada
En un momento de debilidad comenzaron a emerger lágrimas, las cuáles rodaban por las blancas mejillas del pelinegro a lo que el joven de trenzas le abrazó, el pelinegro se aferró a aquellos fuertes brazos, se encogió bajando sus brazos hasta que quedaron entre su pecho y el de Tom, el menor aun lloraba pero aquellas lagrimas se camuflaban con la lluvia, pero el trenzudo sabía realmente que estaba llorando ya que su respiración era interrumpida por varios hipeos y sorbidas de nariz, Tom acariciaba su cabello de manera lenta intentando reconfortarle, cuando el llanto de Bill cesaba un poco se atrevió a hablar aun se mantenían en el mismo lugar, si moverse ni un solo centímetro, Tom deseaba que aquel momento se alargara lo mas posible, estar junto a el se volvería lo mas importante de ahora en adelante, le saco de su tristeza al llamarle.
- Ven será mejor que vayamos a otro lugar si no queremos terminar con un resfrió muy grande
El jovencito se sobresaltó y levantó la vista hasta ver aquellos ojitos rasgados del mismo color que los suyos.
- pero… – sus palabras se interrumpían de vez en cuando por varias sorbidas – a donde…– dijo aun llorando
- ven vamos – se separó delicadamente del pelinegro y después comenzó a caminar con él abrazado por los hombros – te invito un café ¿te gustaría?
- Si… creo que si – se limpiaba las lagrimas de sus mejillas
- Pero vamos apresurando el paso que si no nos vamos a mojar más – dijo con una sonrisa
Aunque sus ropas no pudieran estar más empapadas. Caminaron rápidamente hasta llegar a la cafetería donde Tom dejó que Bill entrara primero, el pelinegro se sentó en una mesa apartada de las demás y cerca de la ventana, se puso a observar el como las gotas de lluvia resbalaban por el cristal, sintiendo mas su depresión. Tom se dirigió a la mesa donde Bill estaba sentado y tomo asiento frente a el.
- ¿ahora puedes decirme que es lo que te pasa? – cuestionó el chico de trenzas
El joven pelinegro se quedó cabizbajo y no dijo nada.
- No es necesario que lo digas si no quieres – le dijo el joven volteando hacia la ventana también.
Después de que un mesero se les acercó y luego de que ambos pidieran su café, comenzaron a tomarlo en silencio, ambos sin decir una sola palabra después de que Tom pagara la cuenta y después de que la lluvia parara, el joven pelinegro decidió que era hora de irse ya que si no se apresuraba le iría muy mal, el joven de trenzas se ofreció a acompañarle pero el pelinegro lo negó, se fue corriendo dejando atrás a Tom.
El de trenzas se tuvo que resignar, aunque solo mantenía una sola idea en ese mismo momento… tenia que volver a verle algún día y quizás de eso se encargaría el tiempo…
Era un joven totalmente hermoso, tenia su cabello largo negro y trenzado, sus ojos rasgados y de un hermoso color marrón, su tez bronceada pero no en exceso, unas cejas pobladas pero muy lindas dando una hermosa visión de lo que conformaba su bello rostro… unos labios gruesos y carnosos, irresistibles para cualquiera, en la esquina derecha tenia un piercing que le daba un toque irresistible y sensual.
Esa tarde nada había logrado reconfortarle, se sentía vacío…
Lejos de allí un joven pelinegro caminaba sumido en dolor, aun era demasiado joven para que todo el peso del mundo le cayera encima, el creía que su vida era un completo infierno y si que lo era…
En su casa, su padre siempre llegaba ebrio y su madre siempre estaba sumida en una enorme depresión y cuando el llegaba de el colegio todo ese enojo reprimido por parte de ellos era descargado en su frágil y delgado cuerpo. Aún tenía los hematomas de la vez anterior, solo que esta vez no dolían como cuando recientemente se las habían regalado en su cumpleaños número 16, su alma caminaba pesadamente y era verdad, ya que caminaba arrastrando sus pies. Después del colegio siempre llagaba directo a casa, nada de interrupciones, ni distracciones si no eso siempre le costaba casi la vida. Si llegaba un día a las 5:00 pm y sus padres se daban cuenta de eso, sin escuchar razón alguna le golpeaban hasta casi dejarlo dormido, pero el se mantenía fuerte, jamás suplicaba aunque quisiera, si algún día lo hizo se arrepintió demasiado… hacia que creciera la furia de aquellos maltratos y el enojo de su padre por no defenderse.
Esa tarde había salido por la ventana, no le importaban los golpes o tal vez si, la verdad es que le estaba dando igual. Caminó derecho, dejando que el leve viento del invierno acariciara sus cabellos provocándole un ligero cosquilleo en su hermoso rostro conforme iba avanzando. Esa tarde llevaba puesta una camiseta gris con letras estampadas negras y varias manchas estampadas del mismo color, unos pantalones negros, entallados a sus delgadas piernas, unas zapatillas de color blanco, una correa blanca y un collar gris donde colgaba una pequeña calavera. No llevaba suéter y eso le estaba calando los huesos aunque eso no parecía importarle en lo más mínimo.
Caminó muy lejos y tomó rumbo hacia el parquecito cercano que daba a una y media cuadra de una escuela primaria, llegó, caminó por entre los arboles y se sentó en una banquilla que estaba muy apartada de los demás lugares.
En otro lugar el joven de trenzas tomó su cazadora y se la colocó, tomando las llaves de su casa y salió sin avisar siquiera a su madre, había recibido muchas llamadas de varias chicas del colegio pero a el le daba igual, de todas formas no iba a aceptar la invitación de una de aquellas zorras. Tampoco quería salir con Georg y Gustav, no ese día.
Caminó tranquilo por las calles sintiendo aquella brisa sobre su bronceada piel, llevaba aquella bufanda morada hasta el final de la barbilla, pensó que seria bueno dar una vuelta por el parque y así lo hizo, se dirigió por aquel sendero que estaba cerca de la escuela primaria, caminó y llegó a el parque y comenzó a adentrarse paseando por entre los árboles, y concentrándose solamente en sus pensamientos, decidió ir hasta la última banca donde nadie pudiera interrumpirlo, pero cual fue su sorpresa al acercarse a la banca fue la de encontrar a un joven sentado, estaba cabizbajo y se frotaba frecuentemente uno de sus brazos para poder proporcionarse calor sin lograrlo.
Lo observó, observó a aquel joven que tenía peinado de melena con un poquito de volumen, tenía una expresión de depresión grande y cada vez que exhalaba el aire se convertía en vapor. Se animó a acercarse.
- disculpa… - le habló, pero el joven parecía no escucharle a lo que volvió a insistir. – Disculpa – hablo por segunda vez
El jovencito levanto su carita con una mirada muy triste que el de trenzas no supo interpretar muy bien, para empeorarlo todo, comenzó a llover, gotas frías que caían sobre los hombros de ambos mientras seguían mirándose como si estuvieran interesados el uno del otro. El joven de trenzas pudo observar aquella hermosa mirada de ojos almendrados, la cual estaba delineada de negro dándole un toque intenso que hizo que su corazoncito latiera rápidamente, esos delgados labios que eran cubiertos por un brillo labial.
- que pasa… ¿Por qué me miras tanto? – le dijo el joven pelinegro
- No es nada – responde el de trenzas - soy Tom – le ofreció la mano en un gesto educado
- Bill – respondió frío a la vez que estrechaba aquella mano para no parecer mal educado. – la lluvia se intensifico a lo que Tom decidió sacarle de allí
- ven - espera a que el joven se levante y después se quita la chaqueta en gesto caballeroso y se la pone sobre sus hombros al jovencito pelinegro cubriendo su frágil cuerpo. - ¿Por qué estas aquí?- le cuestionó
- ¿eso realmente importa? – dijo serio
El joven de trenzas rio levemente siendo visto por el joven pelinegro
-¿Qué es tan gracioso? – dijo serio
- Dime que es lo que te pasa para que esa carita tan dulce este tan deprimida
El morenito baja la vista de nuevo
- no es nada
En un momento de debilidad comenzaron a emerger lágrimas, las cuáles rodaban por las blancas mejillas del pelinegro a lo que el joven de trenzas le abrazó, el pelinegro se aferró a aquellos fuertes brazos, se encogió bajando sus brazos hasta que quedaron entre su pecho y el de Tom, el menor aun lloraba pero aquellas lagrimas se camuflaban con la lluvia, pero el trenzudo sabía realmente que estaba llorando ya que su respiración era interrumpida por varios hipeos y sorbidas de nariz, Tom acariciaba su cabello de manera lenta intentando reconfortarle, cuando el llanto de Bill cesaba un poco se atrevió a hablar aun se mantenían en el mismo lugar, si moverse ni un solo centímetro, Tom deseaba que aquel momento se alargara lo mas posible, estar junto a el se volvería lo mas importante de ahora en adelante, le saco de su tristeza al llamarle.
- Ven será mejor que vayamos a otro lugar si no queremos terminar con un resfrió muy grande
El jovencito se sobresaltó y levantó la vista hasta ver aquellos ojitos rasgados del mismo color que los suyos.
- pero… – sus palabras se interrumpían de vez en cuando por varias sorbidas – a donde…– dijo aun llorando
- ven vamos – se separó delicadamente del pelinegro y después comenzó a caminar con él abrazado por los hombros – te invito un café ¿te gustaría?
- Si… creo que si – se limpiaba las lagrimas de sus mejillas
- Pero vamos apresurando el paso que si no nos vamos a mojar más – dijo con una sonrisa
Aunque sus ropas no pudieran estar más empapadas. Caminaron rápidamente hasta llegar a la cafetería donde Tom dejó que Bill entrara primero, el pelinegro se sentó en una mesa apartada de las demás y cerca de la ventana, se puso a observar el como las gotas de lluvia resbalaban por el cristal, sintiendo mas su depresión. Tom se dirigió a la mesa donde Bill estaba sentado y tomo asiento frente a el.
- ¿ahora puedes decirme que es lo que te pasa? – cuestionó el chico de trenzas
El joven pelinegro se quedó cabizbajo y no dijo nada.
- No es necesario que lo digas si no quieres – le dijo el joven volteando hacia la ventana también.
Después de que un mesero se les acercó y luego de que ambos pidieran su café, comenzaron a tomarlo en silencio, ambos sin decir una sola palabra después de que Tom pagara la cuenta y después de que la lluvia parara, el joven pelinegro decidió que era hora de irse ya que si no se apresuraba le iría muy mal, el joven de trenzas se ofreció a acompañarle pero el pelinegro lo negó, se fue corriendo dejando atrás a Tom.
El de trenzas se tuvo que resignar, aunque solo mantenía una sola idea en ese mismo momento… tenia que volver a verle algún día y quizás de eso se encargaría el tiempo…