Un nuevo día se abría paso para Tokio Hotel. Faltaba sólo un concierto para que la gira terminara, el cual se realizaría ese mismo día. Hoy tocarían en Leipzig, Alemania, el lugar en donde los gemelos habían nacido y crecido. Habían planeado quedarse unas semanas, para poder disfrutar sus vacaciones.
La emoción se hacía presente en Bill; volvería a visitar su casa, esa a la cual despreció en su momento, pero que ahora le era valiosísima. Cuando eran pequeños, el y su hermano, soñaban con ser estrellas y poder salir de aquél “Inútil y aburrido pueblo” en el cual vivían. La vida les había jugado a favor, y en poco tiempo pudieron lograrlo, pero con el tiempo el menor se dio cuenta que en aquel desconectado pueblo había pasado momentos inolvidables de su vida junto a Tom.
Bill sentía una extraña mezcla de sentimientos; felicidad por volver a su origen, nostalgia por los momentos que había pasado allí y por último una especie de esperanza de volver a la normalidad en cuanto a la relación con su gemelo. Lo amaba, más que a nadie, y le dolía ser sólo su hermano, pero sentía más aún que ya ni eso fueran. Pero más que estar de nuevo en casa, lo que más le hacía feliz era que su hermano iba a estar lejos de su novia, y le sería más fácil poder acercarse a él. No iba a desaprovechar esta oportunidad; hablaría con su hermano y si el destino lo quería volverían a ser los mismos de siempre.
El avión en el cual habían viajado dio por finalizado el aterrizaje, y uno por uno cada integrante de la banda y del staff iban descendiendo. El primero en bajar fue Bill, quien llevaba puesto unas gafas oscuras para no ser reconocido, mas de nada sirvió. A unos metros del, se encontraban docenas de fans que gritaron emocionadas al solo verle.
Tomaron un rápido momento para dar autógrafos, y luego de finalizar se encaminaron hacia el hotel en el cual se hospedarían.
El día pasó rápido, Bill intentó en varias oportunidades hablar con su gemelo pero no lo consiguió. “Estoy ocupado”, “No molestes Bill”, “¿no podemos hablar después?”eran las respuestas que conseguía cada vez que le pedía un momento de atención para charlar. Finalmente logró un “¡Qué mierda quieres?”agresivo de parte de su hermano, luego de haberle insistido por cuarta vez en menos de media hora.
-¡Quiero que me expliques por qué insistes en ignorarme! – respondió, estallando también. –¡No sé que mierda te pasa, Tom! No me tomas en cuenta, ni si quiera me diriges la palabra, cada vez que intento hablarte pones una excusa…. Has cambiado tanto en tan poco tiempo… -replicó Bill, liberando toda aquella presión que sentía muy dentro del. Por su parte Tom no respondía.
-Antes éramos los más unidos, te sentía cerca, como el mejor hermano que alguien pudiera tener. ¡Pero ya ni eso somos! Me tratas como a un extraño- finalizó dejando caer algunas lágrimas.
Sentía un nudo en su garganta, quería desahogar el dolor que le producía que su gemelo le ignorara,
-Bill, yo …- balbuceó Tom, mas no dijo nada.
-¿Por qué Tom? ¿No ves que me haces daño con esto?
Tú prometiste que siempre ibas a estar a mi lado y no lo cumpliste. ¡Pero ya me cansé, no voy a seguir rogándote! Si la prefieres a ella que a mi, es tu decisión.
-¡Calla, Bill! –dijo interrumpiendo a su gemelo y tomándolo sorpresivamente entre sus reconfortantes brazos, fundiéndolo en un abrazo -. Escúchame bien, Billa: Nunca, nadie en mi vida va a ser más importante que tú, y nada puede cambiarlo.
Sus labios quedaron sólo a milímetros de distancia, haciendo que el cuerpo del menor se estremeciera. En su mente ya comenzaba a imaginar cómo sería tocar los dulces labios del mayor, sentir su sabor…
Pero no, no podía hacerlo. Era su hermano, y nunca lo entendería. Le trataría como a un enfermo y no le perdonaría, estaba seguro.
Lentamente se deshizo del abrazo, mientras su mente procesaba lo que acababa de ocurrir. No se había dado cuenta, o más bien dicho no había querido ver el daño que le hacía a su hermano menor con alejarse de su lado. Por un momento olvidó que se necesitaban, que habían nacido para acompañarse toda la vida, que eran uno solo. Sólo se dejó llevar por su instinto, que le decía que era el mejor camino a tomar; estar distanciados para que esas “estúpidas ideas” se alejaran de su mente. Pero ahora podía ver que con tenerlo lejos sólo lograba hacer que necesitara más de él.
Pasaron las horas y los gemelos no podían sentirse más felices. El concierto fue un éxito, sus energías habían vuelto a su cuerpo y todos lo notaban. Había sido perfecto, especialmente cuando entonaron “In die nacht”, momento en que sus miradas se encontraron demostrando felicidad y aquella conexión única que existía entre ellos. Todos les felicitaban y eso les hacía sentir orgullosos, pero lo que más apreciaban era que su relación fraterna había vuelto a ser la misma de siempre.
-Prométeme que nunca te alejarás de mí de nuevo – dijo Bill luego de llegar al hotel, refugiándose en los fuertes brazos de su hermano, que le acariciaba el cabello.
-Lo prometo, nunca más- respondió Tom, conciente de que en cualquier momento iba a quebrar su promesa de nuevo….