Hola, mi nombre es Tom Kaulitz, tal vez muchas de ustedes me conozcan. Soy el guitarrista de la banda alemana Tokio Hotel. Y éste es mi drama personal.
Para mi total desgracia, estos últimos días, he sido víctima del asedio de la prensa. ¿El motivo? Digamos que los involucrados fuimos mi hermano Bill, ciertas pastillas azules que él consiguió en un país asiático y yo. Claro está, la prensa solo me involucra a mí y a mis ‘planes’ de pasármela bien con unas lindas chicas taiwanesas, mientras Bill se ríe y bromea sobre este incidente. Como si ese pequeño torbellino de cabello negro no tuviera la culpa de lo que sucedió.
Pero voy a explicar lo que sucedió en realidad. Eso si, ustedes que me leen, no deben comentar nunca esto que les voy a contar.
Todo comenzó durante el tour por Asia. Todos estábamos muy entusiasmados por llegar a esos países tan lejanos. Pero los más entusiasmados éramos Bill y yo. Pero David, como siempre, mataba nuestras ilusiones de diversión, leyéndonos una y otra vez nuestros deberes durante la gira. Pero no importaba. ¡Estábamos en Asia!
El asunto es… que luego de algunas presentaciones, nuestro siguiente destino era Taiwán. Planeábamos quedarnos por 3 días, por lo que ya tenía planeado como pasármelo en grande… si entienden lo que digo. Y la persona escogida también sabía mis planes. Pero recién acabábamos de instalarnos en el hotel, cuando me salió con una idea loca.
- Tomi… ¿tú me quieres? – preguntó la persona usando una voz dulce, lo que me asustó, pues usualmente cuando empleaba ese tono de voz, yo siempre salía perjudicado.
- Si, te quiero y tú lo sabes. ¿Por qué la pregunta? – le dije yo inocentemente. Era mejor hacerse el loco a que provocar su ira.
- ¿Y me quieres mucho, verdad? – continuó.
- Si.
- ¿Y quieres verme siempre feliz?
- Si.
- ¿Y quieres…?
- ¿Qué quieres? Ya sé a donde apuntan tus preguntas, así que suéltalo de una vez. – le interrumpí.
- Oh, Tomi. No eres para nada divertido. – refunfuñó la persona que me acompañaba, sentándose de piernas y brazos cruzados en la cama que moría por estrenar con él. Y si quería estrenarla, mas me valía portarme bien con él. Después de todo, no me gusta la abstinencia sexual, no señor.
- Disculpa. –le dije suavemente, mientras me sentaba a su lado en la cama. – ¿Qué sucede, amor?
- Estaba pensando en una forma deponer las cosas más excitantes. – me respondió con una sonrisa pícara. Así que de eso se trataba. Quería jugar el muy bribón.
- ¿Y qué tienes en mente? – ya podía imaginar que había pensado. Siempre se le podían ocurrir las ideas más cachondas y excitantes. Es lo que me volvía loco de él.
Enseguida vi como sonrío de manera enigmática, y yendo hacia su maletín, sacó de uno de sus bolsillos un paquete y me lo entregó.
- Ábrelo. – fue lo único que dijo y yo lo hice.
Eran… pastillas. Unas pastillas de color azul. Pero no sabía de que podrían ser.
- Y esto… ¿que es? – pregunté.
- Esto nos ayudará esta noche.
- Pero, ¿qué es? – volví a insistir.
Silencio.
- Bill. ¿Qué es?
- Es viagra, Tomi. – me dijo haciendo un puchero con sus labios rojos. Pero apenas dijo lo que las benditas pastillas eran, las tiré a la cama.
- ¿Y para qué queremos esta mierda, Bill? – ‘¿Es que acaso dudaba de mi virilidad?’
- Solo es para que no necesitemos descansar, mi amor. –me miró con inocencia, pero no me creí su truco.
- No lo necesitamos. Cuando regresemos aquí después del concierto, te demostraré que no necesitaremos ningún descanso. – le propuse, acercándolo a mí y pasando mis manos por sus caderas y su respingado trasero.
- Tómalas, Tomi. Por favor. ¿Por mí? – me suplicó.
Y eso selló mi destino. Luego de que me lanzara su mirada de suplica, le dije que no lo iba a hacer y él, molesto, salio de la habitación dando un portazo. Por una parte, me preocupó que se hubiera enojado conmigo, pero es que se trataba del pequeño no tan pequeño Tom. Seria un insulto para él.
Claro que a último minuto decidí cambiar mis planes.
-----------------------------
El concierto empezó y terminó en un abrir y cerrar de ojos. Al menos eso me pareció a mí, puesto que tenía la cabeza en otro lado. Específicamente hablando, me la pasé todo el concierto pensando en lo que tenía en el bolsillo derecho de mi pantalón. Sabía que a Bill le gustaría su sorpresa.
O eso esperaba.
En todo el concierto, no se había acercado a mí ni una sola vez, por lo que ya me estaba haciendo a la idea de que tal vez no tuviera sexo ni esa ni por las siguientes dos noches. Pero para el final del concierto, cuando los miembros del staff nos trajeron botellas de agua para refrescarnos, Bill mismo fue quien me trajo una botella. Tenía tanta sed que me terminé la botella de un solo trago. Luego le sonreí a Bill, para constatar si seguía molesto conmigo o no, y para mi sorpresa, él me sonrió de vuelta. Y era una de sus sonrisas más hermosas, inocente y llena de picardía a la vez. Una de esas miradas que dicen ‘ya olvidé lo pasado, ahora solo necesito que me cojas con todas tus fuerzas.’
Nos alistamos y en tiempo record ya estábamos en el hotel. Estábamos cansados y lo único que queríamos eran nuestras camas, pero cuando llegué a mi habitación seguido de Bill, todo el cansancio se esfumó. Me metí al baño rápidamente, mientras él se ponía cómodo en la cama. Rápidamente saqué de mi bolsillo lo que atesoraba ahí y las vi una vez mas. Eran las benditas pastillas. Las azules. Si Bill quería que me lo cogiera toda la noche, eso haría.
Todo fuera por hacerlo feliz.
Salí del baño y me lo encontré en la cama… completamente desnudo. Podía sentir como mi miembro se endurecía ante tremenda visión, y es que Bill siempre había logrado excitarme. Llevábamos 3 años juntos y me excitaba aun más que la primera vez.
Me despojé de mis ropas rápidamente y me coloqué encima de él. Deseaba enterrarme en su cuerpo y embestirlo hasta partirlo en dos. O colocarlo a cuatro patas y montarlo con toda la fuerza posible.
Bill me recibió abriendo sus piernas y subiéndolas hacia su pecho, dándome una visión perfecta de su trasero. Su entrada estaba húmeda con algún tipo de líquido. Y me di cuenta que era lubricante porque el pote estaba en la mesa de noche. El muy bribón ya se había preparado para que me lo cogiera apenas entráramos al cuarto. Y yo, como buen hermano y amante, se lo concedí. Situé mi pene en su entrada y entré de un solo empujón. Él solo gimió de placer, clavando sus talones en mi trasero, atrayéndome más hacia él.
Me empecé a mover, primero lento y luego cada vez más rápido, mientras Bill solo atinaba a gemir cada vez con más fuerza a la vez que me pedía más y más.
Muy pronto, sentí que estaba próximo a correrme, por lo que tomé el pene de Bill y empecé a masturbarlo, al mismo ritmo de mis embestidas, hasta que sentí su semen caliente en mi mano y su pecho.
Salí de él, y lo volteé inmediatamente. Estaba muy cerca de correrme y quería que fuera en esta pose. Con Bill a cuatro patas, como la buena perra que era, gritando cada vez que lo embestía. Solo necesite embestirlo unas cuantas veces antes de venirme. Nunca me había venido tan fuerte en mi vida, por lo que asumí que era debido al efecto de las dichosas pastillas.
Salí de su interior y me recosté a su lado, ambos recuperando a respiración.
Pero a los 2 minutos, nuevamente tenía ganas de poseer a mi hermano. Intenté hacerlo rodar sobre su costado, para poder penetrarlo así. Él cooperó y antes de contar hasta tres ya estaba embistiendo con fuerza dentro de él.
Podía escuchar que murmuraba algunas cosas así que bajando la velocidad con la que lo penetraba, me dispuse a escuchar atentamente.
- Ahh, Tomi… dame más… más… benditas pastillas… benditas pastillas… - murmuraba una y otra vez.
‘¿Benditas pastillas? ¿Cómo podía él saber que yo había tomado esas pastillas?’
Salí de él y lo recosté sobre su espalda, llevando mi mano a su entrepierna y empezando a frotar toda esa zona.
- Bill. Mi amor.
- Cógeme Tomi. Te necesito. – me suplicó, con una fuerte mirada de deseo.
- Lo haré, Billa. Pero antes respóndeme, ¿de qué pastillas hablas? – le dije, acariciando su pene con una mano, mientras la otra se entretenía jugando con sus testículos. Algo que volvía loco a Bill.
- Te puse dos pastillas en la botella de agua que te di. Ahora cógeme Tomi. – intentó levantarse para así empalarse el mismo sobre mi miembro, pero no se lo permití.
- ¿Cómo que pusiste esas pastillas en mi agua? – lo cuestionó, dejando de acariciarlo.
- No pares Tomi. Estoy muy cerca… no pares.
- Primero dime de qué estas hablando.
- Tomiii… - gimió lastimeramente.
- Dímelo o no te daré lo que tanto quieres.
- Puse 2 pastillas en tu agua. Y tú tomaste toda el agua, ¿recuerdas? Tú te negaste a tomarlas y yo quería que lo hicieras. Así que las puse en tu agua. – confesó.
- ¿Estás loco, Bill? ¿Cómo pudiste hacer eso? – me levanté molesto de la cama, sin importarme mi desnudez y que siguiera evidentemente erecto.
Esto no podía salir peor. Él puso dos pastillas y yo tome dos más. Hay señor, ¿en qué me había metido?
- Solo son dos pastillas Tomi. No es para tanto. – trató de quitarle importancia el gemelo mas joven, levantándose de la cama y yendo hacia su hermano.
- ¿Cómo puedes decir eso? – dije, ya no molesto, sino mas bien preocupado. ¿Qué efecto podrían tener cuatro pastillas si…?
- No te preocupes, Tomi. El tipo dijo que no eran dañinas. A menos que tomaras el doble de lo que te puse, ósea cuatro.
- ¿Qué pasaba si tomabas cuatro? – pregunté con miedo. La verdad que ya no quería saber.
- Dijo algo de “tenerla erguida por un par de días, sin posibilidad a descanso” – respondió haciendo las figuras de comillas con las manos. ¡Genial! Iba a estar así por dos días más.
Bill, quien parecía no darse cuenta de nada, regreso a la cama, colocándose de tal forma, que dejaba su trasero al aire, totalmente expuesto hacia mí. En ese momento olvidé mi enojo y lo único que mi mente parecía comprender era que necesitaba penetrar a Bill y mientras mas fuerte y rápido lo hiciera, mejor.
Me acerqué a él y colocando la cabeza de mi pene en su entrada, pero sin penetrarlo aún, le empecé a hablar.
- ¿Sabes algo, hermanito? Ya que tú me has dado dos pastillas y yo tome dos para complacerte el capricho, considero que ahora te toca a ti complacerme el caprichito de dejarme cogerte por un par de días, ¿no te parece? – le dije, escuchando como lanzaba un pequeño grito de sorpresa y volteaba a mirarme.
- Oh si, Billa. Tú me calmaras la calentura por estos días. – le dije y sin decir mas lo penetre fuertemente, enterrándome en él completamente.
-----------------------------
Lo que siguió, fueron dos días de sexo caliente y completamente animalístico. Cada vez que Bill, exhausto, intentaba dormir, yo lograba despertarlo, ya fuera metiendo mi pene en su boca y haciendo que me diera una de sus tan geniales mamadas, o colocándolo sobre cualquier superficie plana de la habitación y cogiéndomelo hasta que se corría.
Para el tercer día, por fin caímos rendidos. Despertamos cerca de las 3 de la tarde. Bueno, yo desperté primero, y me quede observando como Bill dormía, obviamente agotado de nuestra ‘rutina de ejercicios’. Sonreí ligeramente al verlo dormir tan placidamente, y así me quede hasta que despertó.
Me dedicó una sonrisa e inmediatamente nos empezamos a besar con total delicadeza. Enrosqué mis brazos por su cintura y acerqué su cuerpo hasta que se acopló al mío. Continuamos besándonos hasta que yo empecé a bajar mis manos por su espalda y seguí bajándolas mas, hasta llegar a sus nalgas, para separarlas y tratar de colar un dedo dentro de su estrecho orificio.
- Mmm… Bill. Quiero cogerte, cariño. – le dije mirándolo con deseo.
Inmediatamente, él se soltó de mi abrazo y levantándose de la cama, salió corriendo hacia el baño.
- ¡Noooooooo! Estoy exhausto Tom, ¡déjame en paz!- dijo mientras se encerraba ahí.
Cuando cerró la puerta, empecé a reírme lo mas silenciosamente posible. En realidad, solo había querido espantarlo y enseñarle a no hacerle bromas a su hermano mayor, como ponerle viagra en su bebida.
Pero miré entre mis piernas, y sorprendido, vi que mi pene estaba erecto una vez mas. Me levanté despacio de la cama y caminé hacia el baño con un solo pensamiento en mi mente.
‘Hermanito, sal de ahí que el pequeño Tomi quiere jugar contigo un rato…’
Para mi total desgracia, estos últimos días, he sido víctima del asedio de la prensa. ¿El motivo? Digamos que los involucrados fuimos mi hermano Bill, ciertas pastillas azules que él consiguió en un país asiático y yo. Claro está, la prensa solo me involucra a mí y a mis ‘planes’ de pasármela bien con unas lindas chicas taiwanesas, mientras Bill se ríe y bromea sobre este incidente. Como si ese pequeño torbellino de cabello negro no tuviera la culpa de lo que sucedió.
Pero voy a explicar lo que sucedió en realidad. Eso si, ustedes que me leen, no deben comentar nunca esto que les voy a contar.
Todo comenzó durante el tour por Asia. Todos estábamos muy entusiasmados por llegar a esos países tan lejanos. Pero los más entusiasmados éramos Bill y yo. Pero David, como siempre, mataba nuestras ilusiones de diversión, leyéndonos una y otra vez nuestros deberes durante la gira. Pero no importaba. ¡Estábamos en Asia!
El asunto es… que luego de algunas presentaciones, nuestro siguiente destino era Taiwán. Planeábamos quedarnos por 3 días, por lo que ya tenía planeado como pasármelo en grande… si entienden lo que digo. Y la persona escogida también sabía mis planes. Pero recién acabábamos de instalarnos en el hotel, cuando me salió con una idea loca.
- Tomi… ¿tú me quieres? – preguntó la persona usando una voz dulce, lo que me asustó, pues usualmente cuando empleaba ese tono de voz, yo siempre salía perjudicado.
- Si, te quiero y tú lo sabes. ¿Por qué la pregunta? – le dije yo inocentemente. Era mejor hacerse el loco a que provocar su ira.
- ¿Y me quieres mucho, verdad? – continuó.
- Si.
- ¿Y quieres verme siempre feliz?
- Si.
- ¿Y quieres…?
- ¿Qué quieres? Ya sé a donde apuntan tus preguntas, así que suéltalo de una vez. – le interrumpí.
- Oh, Tomi. No eres para nada divertido. – refunfuñó la persona que me acompañaba, sentándose de piernas y brazos cruzados en la cama que moría por estrenar con él. Y si quería estrenarla, mas me valía portarme bien con él. Después de todo, no me gusta la abstinencia sexual, no señor.
- Disculpa. –le dije suavemente, mientras me sentaba a su lado en la cama. – ¿Qué sucede, amor?
- Estaba pensando en una forma deponer las cosas más excitantes. – me respondió con una sonrisa pícara. Así que de eso se trataba. Quería jugar el muy bribón.
- ¿Y qué tienes en mente? – ya podía imaginar que había pensado. Siempre se le podían ocurrir las ideas más cachondas y excitantes. Es lo que me volvía loco de él.
Enseguida vi como sonrío de manera enigmática, y yendo hacia su maletín, sacó de uno de sus bolsillos un paquete y me lo entregó.
- Ábrelo. – fue lo único que dijo y yo lo hice.
Eran… pastillas. Unas pastillas de color azul. Pero no sabía de que podrían ser.
- Y esto… ¿que es? – pregunté.
- Esto nos ayudará esta noche.
- Pero, ¿qué es? – volví a insistir.
Silencio.
- Bill. ¿Qué es?
- Es viagra, Tomi. – me dijo haciendo un puchero con sus labios rojos. Pero apenas dijo lo que las benditas pastillas eran, las tiré a la cama.
- ¿Y para qué queremos esta mierda, Bill? – ‘¿Es que acaso dudaba de mi virilidad?’
- Solo es para que no necesitemos descansar, mi amor. –me miró con inocencia, pero no me creí su truco.
- No lo necesitamos. Cuando regresemos aquí después del concierto, te demostraré que no necesitaremos ningún descanso. – le propuse, acercándolo a mí y pasando mis manos por sus caderas y su respingado trasero.
- Tómalas, Tomi. Por favor. ¿Por mí? – me suplicó.
Y eso selló mi destino. Luego de que me lanzara su mirada de suplica, le dije que no lo iba a hacer y él, molesto, salio de la habitación dando un portazo. Por una parte, me preocupó que se hubiera enojado conmigo, pero es que se trataba del pequeño no tan pequeño Tom. Seria un insulto para él.
Claro que a último minuto decidí cambiar mis planes.
-----------------------------
El concierto empezó y terminó en un abrir y cerrar de ojos. Al menos eso me pareció a mí, puesto que tenía la cabeza en otro lado. Específicamente hablando, me la pasé todo el concierto pensando en lo que tenía en el bolsillo derecho de mi pantalón. Sabía que a Bill le gustaría su sorpresa.
O eso esperaba.
En todo el concierto, no se había acercado a mí ni una sola vez, por lo que ya me estaba haciendo a la idea de que tal vez no tuviera sexo ni esa ni por las siguientes dos noches. Pero para el final del concierto, cuando los miembros del staff nos trajeron botellas de agua para refrescarnos, Bill mismo fue quien me trajo una botella. Tenía tanta sed que me terminé la botella de un solo trago. Luego le sonreí a Bill, para constatar si seguía molesto conmigo o no, y para mi sorpresa, él me sonrió de vuelta. Y era una de sus sonrisas más hermosas, inocente y llena de picardía a la vez. Una de esas miradas que dicen ‘ya olvidé lo pasado, ahora solo necesito que me cojas con todas tus fuerzas.’
Nos alistamos y en tiempo record ya estábamos en el hotel. Estábamos cansados y lo único que queríamos eran nuestras camas, pero cuando llegué a mi habitación seguido de Bill, todo el cansancio se esfumó. Me metí al baño rápidamente, mientras él se ponía cómodo en la cama. Rápidamente saqué de mi bolsillo lo que atesoraba ahí y las vi una vez mas. Eran las benditas pastillas. Las azules. Si Bill quería que me lo cogiera toda la noche, eso haría.
Todo fuera por hacerlo feliz.
Salí del baño y me lo encontré en la cama… completamente desnudo. Podía sentir como mi miembro se endurecía ante tremenda visión, y es que Bill siempre había logrado excitarme. Llevábamos 3 años juntos y me excitaba aun más que la primera vez.
Me despojé de mis ropas rápidamente y me coloqué encima de él. Deseaba enterrarme en su cuerpo y embestirlo hasta partirlo en dos. O colocarlo a cuatro patas y montarlo con toda la fuerza posible.
Bill me recibió abriendo sus piernas y subiéndolas hacia su pecho, dándome una visión perfecta de su trasero. Su entrada estaba húmeda con algún tipo de líquido. Y me di cuenta que era lubricante porque el pote estaba en la mesa de noche. El muy bribón ya se había preparado para que me lo cogiera apenas entráramos al cuarto. Y yo, como buen hermano y amante, se lo concedí. Situé mi pene en su entrada y entré de un solo empujón. Él solo gimió de placer, clavando sus talones en mi trasero, atrayéndome más hacia él.
Me empecé a mover, primero lento y luego cada vez más rápido, mientras Bill solo atinaba a gemir cada vez con más fuerza a la vez que me pedía más y más.
Muy pronto, sentí que estaba próximo a correrme, por lo que tomé el pene de Bill y empecé a masturbarlo, al mismo ritmo de mis embestidas, hasta que sentí su semen caliente en mi mano y su pecho.
Salí de él, y lo volteé inmediatamente. Estaba muy cerca de correrme y quería que fuera en esta pose. Con Bill a cuatro patas, como la buena perra que era, gritando cada vez que lo embestía. Solo necesite embestirlo unas cuantas veces antes de venirme. Nunca me había venido tan fuerte en mi vida, por lo que asumí que era debido al efecto de las dichosas pastillas.
Salí de su interior y me recosté a su lado, ambos recuperando a respiración.
Pero a los 2 minutos, nuevamente tenía ganas de poseer a mi hermano. Intenté hacerlo rodar sobre su costado, para poder penetrarlo así. Él cooperó y antes de contar hasta tres ya estaba embistiendo con fuerza dentro de él.
Podía escuchar que murmuraba algunas cosas así que bajando la velocidad con la que lo penetraba, me dispuse a escuchar atentamente.
- Ahh, Tomi… dame más… más… benditas pastillas… benditas pastillas… - murmuraba una y otra vez.
‘¿Benditas pastillas? ¿Cómo podía él saber que yo había tomado esas pastillas?’
Salí de él y lo recosté sobre su espalda, llevando mi mano a su entrepierna y empezando a frotar toda esa zona.
- Bill. Mi amor.
- Cógeme Tomi. Te necesito. – me suplicó, con una fuerte mirada de deseo.
- Lo haré, Billa. Pero antes respóndeme, ¿de qué pastillas hablas? – le dije, acariciando su pene con una mano, mientras la otra se entretenía jugando con sus testículos. Algo que volvía loco a Bill.
- Te puse dos pastillas en la botella de agua que te di. Ahora cógeme Tomi. – intentó levantarse para así empalarse el mismo sobre mi miembro, pero no se lo permití.
- ¿Cómo que pusiste esas pastillas en mi agua? – lo cuestionó, dejando de acariciarlo.
- No pares Tomi. Estoy muy cerca… no pares.
- Primero dime de qué estas hablando.
- Tomiii… - gimió lastimeramente.
- Dímelo o no te daré lo que tanto quieres.
- Puse 2 pastillas en tu agua. Y tú tomaste toda el agua, ¿recuerdas? Tú te negaste a tomarlas y yo quería que lo hicieras. Así que las puse en tu agua. – confesó.
- ¿Estás loco, Bill? ¿Cómo pudiste hacer eso? – me levanté molesto de la cama, sin importarme mi desnudez y que siguiera evidentemente erecto.
Esto no podía salir peor. Él puso dos pastillas y yo tome dos más. Hay señor, ¿en qué me había metido?
- Solo son dos pastillas Tomi. No es para tanto. – trató de quitarle importancia el gemelo mas joven, levantándose de la cama y yendo hacia su hermano.
- ¿Cómo puedes decir eso? – dije, ya no molesto, sino mas bien preocupado. ¿Qué efecto podrían tener cuatro pastillas si…?
- No te preocupes, Tomi. El tipo dijo que no eran dañinas. A menos que tomaras el doble de lo que te puse, ósea cuatro.
- ¿Qué pasaba si tomabas cuatro? – pregunté con miedo. La verdad que ya no quería saber.
- Dijo algo de “tenerla erguida por un par de días, sin posibilidad a descanso” – respondió haciendo las figuras de comillas con las manos. ¡Genial! Iba a estar así por dos días más.
Bill, quien parecía no darse cuenta de nada, regreso a la cama, colocándose de tal forma, que dejaba su trasero al aire, totalmente expuesto hacia mí. En ese momento olvidé mi enojo y lo único que mi mente parecía comprender era que necesitaba penetrar a Bill y mientras mas fuerte y rápido lo hiciera, mejor.
Me acerqué a él y colocando la cabeza de mi pene en su entrada, pero sin penetrarlo aún, le empecé a hablar.
- ¿Sabes algo, hermanito? Ya que tú me has dado dos pastillas y yo tome dos para complacerte el capricho, considero que ahora te toca a ti complacerme el caprichito de dejarme cogerte por un par de días, ¿no te parece? – le dije, escuchando como lanzaba un pequeño grito de sorpresa y volteaba a mirarme.
- Oh si, Billa. Tú me calmaras la calentura por estos días. – le dije y sin decir mas lo penetre fuertemente, enterrándome en él completamente.
-----------------------------
Lo que siguió, fueron dos días de sexo caliente y completamente animalístico. Cada vez que Bill, exhausto, intentaba dormir, yo lograba despertarlo, ya fuera metiendo mi pene en su boca y haciendo que me diera una de sus tan geniales mamadas, o colocándolo sobre cualquier superficie plana de la habitación y cogiéndomelo hasta que se corría.
Para el tercer día, por fin caímos rendidos. Despertamos cerca de las 3 de la tarde. Bueno, yo desperté primero, y me quede observando como Bill dormía, obviamente agotado de nuestra ‘rutina de ejercicios’. Sonreí ligeramente al verlo dormir tan placidamente, y así me quede hasta que despertó.
Me dedicó una sonrisa e inmediatamente nos empezamos a besar con total delicadeza. Enrosqué mis brazos por su cintura y acerqué su cuerpo hasta que se acopló al mío. Continuamos besándonos hasta que yo empecé a bajar mis manos por su espalda y seguí bajándolas mas, hasta llegar a sus nalgas, para separarlas y tratar de colar un dedo dentro de su estrecho orificio.
- Mmm… Bill. Quiero cogerte, cariño. – le dije mirándolo con deseo.
Inmediatamente, él se soltó de mi abrazo y levantándose de la cama, salió corriendo hacia el baño.
- ¡Noooooooo! Estoy exhausto Tom, ¡déjame en paz!- dijo mientras se encerraba ahí.
Cuando cerró la puerta, empecé a reírme lo mas silenciosamente posible. En realidad, solo había querido espantarlo y enseñarle a no hacerle bromas a su hermano mayor, como ponerle viagra en su bebida.
Pero miré entre mis piernas, y sorprendido, vi que mi pene estaba erecto una vez mas. Me levanté despacio de la cama y caminé hacia el baño con un solo pensamiento en mi mente.
‘Hermanito, sal de ahí que el pequeño Tomi quiere jugar contigo un rato…’