Thomas Kaulitz Lun Ago 01, 2011 10:43 pmEn algún punto de Alemania...
El vestíbulo del enorme hotel olía a nuevo y limpio. Las paredes, de tres metros de altura, estaban recubiertas por grandes pedazos de tela roja, que parecía ser terciopelo. Una anciana señora tenía problemas subiendo una de sus maletas al carrito, y una pareja francesa la ayudaba. A la derecha de la puerta de entrada, detrás de un gran escritorio con un letrero de <<Gerente>> se encontraba una mujer, no tan joven, de largos cabellos pelirrojos recogidos en una fina coleta.
Al encontrarse enfrente del enorme escritorio, la gerente le sonrió amablemente a su posible nueva inquilina.
-Muy buenos días- Dijo la señora en un curioso acento alemán.- ¿En que le puedo servir?
-Quisiera registrarme, por favor.
-Muy bien, y ¿a nombre de quién hago la reservación?
-Amy Frei.
En algún departamento de Hamburgo...
El sol brillaba fuera de la habitación de Bill, pero el siempre odió el sol así que las cortinas estaban cerradas. Un molesto pájaro no dejaba de tararear la misma tonada, y Bill, después de varios minutos de haber estado escuchando al pájaro, se levantó de la cama y fue directo a la ventana para gritarle al molesto pajarito. Se volteó para, probablemente, seguir durmiendo cuando el sentimiento de la presencia de alguien más en su habitación lo obligó a voltear hacia la puerta.
Tom estaba parado junto a la puerta, recargando un hombro en el umbral de la misma, usando nada más que unos viejos y desgastados jeans.
-Pobre pájaro, debes dejar de maltratar animales.
Bill se sonrojó, en parte por el insulto y en parte por estar viendo a su hermano si camisa, lleno de gotitas que parecían ser de la ducha que se acababa de dar.
-Ya me tenía arto el animalito, y no le hice nada.
-Como sea. Vístete, que vamos a desayunar.
-¿Adonde?
-Busque por Internet, y encontré un ligar muy bonito, no muy lejos de aquí...
-Iríamos tu, yo y...
-Y ya.
Los ojos de Bill recorrieron su habitación, y los curiosos pantalones de pijama de su hermano aún estaban tirados sobre su escritorio. Recordó la noche anterior y le entró el pánico.
-N-no quiero, gracias.
-Pues vamos por mis bolas, porque yo sí me muero de hambre.
No hubo respuesta, por lo que Tom sonrió y salió de la habitación.
-¡Tienes quince minutos!- Le gritó una vez se había instalado en el sofá mas grande de la sala.
Después de diez minutos de bañarse lo más rápido posible, y vestirse como pudo, Bill ya se encontraba delineándose los ojos. Bien pudo irse al natural, pero el verse arreglado le pareció necesario al tratarse de Tom, Bill quería que él... ¿Qué quería? ¿Qué su hermano lo viera, se sorprendiera y que volviera a azotarlo contra la cama otra vez? ¿Qué estaba haciendo?
Se terminó de delinear cuando los quince minutos acabaron.
-Listo, quince minutos. Aunque estés en ropa interior, ya nos vamos- Tom entró a la habitación y, sorprendido, miró a Bill por una milésima de segundo, antes de disimular la mirada. Parecía ser bueno en eso.
En algún punto de Alemania...
El botones dejó las maletas en el umbral de la lujosa habitación de Amy. Ella podía pagar todo eso por el puesto de su padre en el gobierno Suizo. Se quitó la enorme chamarra que traía y se dejó caer en la cama. Cerró los ojos, y se imaginó la ingenua mirada de su novio cuando la viera llegar. Lo abrazaría y le diría que no tiene que regresar, porque ella está allí. Se enderezó y miró alrededor. Encontré un lindo mapa de la ciudad, con los mas grandes puntos turísticos y los mejores restaurantes y museos de Hamburgo.
El color amarillo de las paredes se convertía en blanco al irse acercando al baño, una enorme habitación blanca con una pulcra bañera blanca, un a taza de baño, dos lavamanos y un gran espejo. Amy se acercó al espejo y la aterró lo que reflejaba. Tenían razón, después de un tiempo, la anorexia te hace ver cansada y desgastada, pero esas últimas dos libras que recién había perdido para su encuentro con Tom valían la pena.
En algún departamento de Hamburgo...
El restaurante resultó ser un pequeño café familiar semi-vacío. Un par de ancianitas discutían con el mesero sobre sus órdenes, y un elegante señor no más grande de 40 años le gritaba a, posiblemente, un empleado por teléfono.
-¿Éste es tu famoso restaurante que encontraste en Internet?- Bill sostenía un pequeño bolso negro al que se aferró recién entraron al café.
-En realidad no. No busqué por Internet, lo encontré cuando me escapé de tu apartamento.
-...-Bill recordó aquél día y no pudo negarse a entrar.-Claro.
Encontraron una mesa lo más alejada posible de las molestas ancianitas y leyeron el menú en un incómodo silencio.
-Entonces... ¿ya sabes lo que quieres?- Tom resopló y empezó a hacer rápidos movimientos leves con las piernas, en aparente estrés.
-Supongo que un ...euhmm omelette.
-Muy bien- Tom levantó la mano para pedir su orden.
Después de unos cuantos gritos más de las ancianas, el mesero se acercó, sin levantar la vista de su libreta donde anotaba las últimas indicaciones de una anciana.
-¿Me das un... Ethan?
El mesero levantó la vista de su libreta rápidamente para dirigirle la mirada a sus clientes, que ahora reconocía.
-No puede ser- dijo Tom en un rápido y molesto suspiro girando los ojos hacia el otro lado de la tienda.
-¡Bill! Hola, ¿que hacen aquí?
-Pues Tom me quiso traer a desayunar-Tal vez haya sido su imaginación , pero a Ethan le pareció ver a Tom sonrojándose levemente.-¿Y tu?
-Pues el lugar le pertenece a un amigo de mi padre, y trabajo aquí los fines de semana.
-Pues tienen un lindo lugar-Sonrió.
<<Esperen, hace un segundo Bill odiaba el lugar, ¿y ahora lo ama?>> Pensó Tom.
-Gracias. Pues entonces, ¿qué les puedo traer?
Y, por primera y única vez desde que apareció Ethan, Tom habló.
-Dos omelettes.
-Como ordene jefe-Contestó Ethan sorprendido por el tono de voz de Tom, y se alejó.
-Tom, ¿Qué fue eso?
-El qué?
-Tu actitud, no seas grosero.
-No lo soy.
Después de que Ethan les trajo las órdenes y terminaron de comer, Bill decidió invitar a Ethan a dar una vuelta que transcurrió con Ethan y Bill hablando de la nueva línea ropa de Mark Jacob's y Tom atrás, viendo a sus pies mientras caminaba.
Luego de haber tenido suficiente, y sabiendo que no lo notarías, Tom se separó de su hermano e Ethan y se distrajo en una tienda de ropa vintage. Los precios eran muy altos para su presupuesto, pero le llamó la atención lo que había al fondo de la tienda. Parecía ser una pequeña sección de guitarras.
Tom jamás supo tocar la guitarra, y cuando lo intentó mientras Bill dormía la noche anterior, sonaba horrible. Una brillante guitarra color cereza le llamó la atención. Era sencilla y, con un poco de trabajo, lograría comprarla a plazos.
-Tocas la guitarra?-Un muchacho todo tatuado y lleno de piercings se acercó a Tom.
-No. Pero me gustaría.
-¿Alguna razón en especial?
¿Alguna razón? Para que el imbécil que anda tras mi hermano se vea patético junto a mi habilidad de tocar la guitarra y conseguir que mi hermano se enamore de mi.
-No, solo me llama la atención.
-Pues esa guitarra tiene una promoción. Pagas la guitarra en plazos y por un quince por ciento más al mes puedes tomar clases con un servidor.
-¿Contigo?
-Me parece que eso es lo que significa "un servidor".
Tom apenas y podía mantenerse, ahora quería una guitarra y clases. Pues ahora no tiene que pagar mucho, Bill lo alimenta y no tiene necesidad de comprarse cosas como ropa o nada de eso y tendría la posibilidad de tener a su hermano... Hum...
-Me la llevo.
El vestíbulo del enorme hotel olía a nuevo y limpio. Las paredes, de tres metros de altura, estaban recubiertas por grandes pedazos de tela roja, que parecía ser terciopelo. Una anciana señora tenía problemas subiendo una de sus maletas al carrito, y una pareja francesa la ayudaba. A la derecha de la puerta de entrada, detrás de un gran escritorio con un letrero de <<Gerente>> se encontraba una mujer, no tan joven, de largos cabellos pelirrojos recogidos en una fina coleta.
Al encontrarse enfrente del enorme escritorio, la gerente le sonrió amablemente a su posible nueva inquilina.
-Muy buenos días- Dijo la señora en un curioso acento alemán.- ¿En que le puedo servir?
-Quisiera registrarme, por favor.
-Muy bien, y ¿a nombre de quién hago la reservación?
-Amy Frei.
En algún departamento de Hamburgo...
El sol brillaba fuera de la habitación de Bill, pero el siempre odió el sol así que las cortinas estaban cerradas. Un molesto pájaro no dejaba de tararear la misma tonada, y Bill, después de varios minutos de haber estado escuchando al pájaro, se levantó de la cama y fue directo a la ventana para gritarle al molesto pajarito. Se volteó para, probablemente, seguir durmiendo cuando el sentimiento de la presencia de alguien más en su habitación lo obligó a voltear hacia la puerta.
Tom estaba parado junto a la puerta, recargando un hombro en el umbral de la misma, usando nada más que unos viejos y desgastados jeans.
-Pobre pájaro, debes dejar de maltratar animales.
Bill se sonrojó, en parte por el insulto y en parte por estar viendo a su hermano si camisa, lleno de gotitas que parecían ser de la ducha que se acababa de dar.
-Ya me tenía arto el animalito, y no le hice nada.
-Como sea. Vístete, que vamos a desayunar.
-¿Adonde?
-Busque por Internet, y encontré un ligar muy bonito, no muy lejos de aquí...
-Iríamos tu, yo y...
-Y ya.
Los ojos de Bill recorrieron su habitación, y los curiosos pantalones de pijama de su hermano aún estaban tirados sobre su escritorio. Recordó la noche anterior y le entró el pánico.
-N-no quiero, gracias.
-Pues vamos por mis bolas, porque yo sí me muero de hambre.
No hubo respuesta, por lo que Tom sonrió y salió de la habitación.
-¡Tienes quince minutos!- Le gritó una vez se había instalado en el sofá mas grande de la sala.
Después de diez minutos de bañarse lo más rápido posible, y vestirse como pudo, Bill ya se encontraba delineándose los ojos. Bien pudo irse al natural, pero el verse arreglado le pareció necesario al tratarse de Tom, Bill quería que él... ¿Qué quería? ¿Qué su hermano lo viera, se sorprendiera y que volviera a azotarlo contra la cama otra vez? ¿Qué estaba haciendo?
Se terminó de delinear cuando los quince minutos acabaron.
-Listo, quince minutos. Aunque estés en ropa interior, ya nos vamos- Tom entró a la habitación y, sorprendido, miró a Bill por una milésima de segundo, antes de disimular la mirada. Parecía ser bueno en eso.
En algún punto de Alemania...
El botones dejó las maletas en el umbral de la lujosa habitación de Amy. Ella podía pagar todo eso por el puesto de su padre en el gobierno Suizo. Se quitó la enorme chamarra que traía y se dejó caer en la cama. Cerró los ojos, y se imaginó la ingenua mirada de su novio cuando la viera llegar. Lo abrazaría y le diría que no tiene que regresar, porque ella está allí. Se enderezó y miró alrededor. Encontré un lindo mapa de la ciudad, con los mas grandes puntos turísticos y los mejores restaurantes y museos de Hamburgo.
El color amarillo de las paredes se convertía en blanco al irse acercando al baño, una enorme habitación blanca con una pulcra bañera blanca, un a taza de baño, dos lavamanos y un gran espejo. Amy se acercó al espejo y la aterró lo que reflejaba. Tenían razón, después de un tiempo, la anorexia te hace ver cansada y desgastada, pero esas últimas dos libras que recién había perdido para su encuentro con Tom valían la pena.
En algún departamento de Hamburgo...
El restaurante resultó ser un pequeño café familiar semi-vacío. Un par de ancianitas discutían con el mesero sobre sus órdenes, y un elegante señor no más grande de 40 años le gritaba a, posiblemente, un empleado por teléfono.
-¿Éste es tu famoso restaurante que encontraste en Internet?- Bill sostenía un pequeño bolso negro al que se aferró recién entraron al café.
-En realidad no. No busqué por Internet, lo encontré cuando me escapé de tu apartamento.
-...-Bill recordó aquél día y no pudo negarse a entrar.-Claro.
Encontraron una mesa lo más alejada posible de las molestas ancianitas y leyeron el menú en un incómodo silencio.
-Entonces... ¿ya sabes lo que quieres?- Tom resopló y empezó a hacer rápidos movimientos leves con las piernas, en aparente estrés.
-Supongo que un ...euhmm omelette.
-Muy bien- Tom levantó la mano para pedir su orden.
Después de unos cuantos gritos más de las ancianas, el mesero se acercó, sin levantar la vista de su libreta donde anotaba las últimas indicaciones de una anciana.
-¿Me das un... Ethan?
El mesero levantó la vista de su libreta rápidamente para dirigirle la mirada a sus clientes, que ahora reconocía.
-No puede ser- dijo Tom en un rápido y molesto suspiro girando los ojos hacia el otro lado de la tienda.
-¡Bill! Hola, ¿que hacen aquí?
-Pues Tom me quiso traer a desayunar-Tal vez haya sido su imaginación , pero a Ethan le pareció ver a Tom sonrojándose levemente.-¿Y tu?
-Pues el lugar le pertenece a un amigo de mi padre, y trabajo aquí los fines de semana.
-Pues tienen un lindo lugar-Sonrió.
<<Esperen, hace un segundo Bill odiaba el lugar, ¿y ahora lo ama?>> Pensó Tom.
-Gracias. Pues entonces, ¿qué les puedo traer?
Y, por primera y única vez desde que apareció Ethan, Tom habló.
-Dos omelettes.
-Como ordene jefe-Contestó Ethan sorprendido por el tono de voz de Tom, y se alejó.
-Tom, ¿Qué fue eso?
-El qué?
-Tu actitud, no seas grosero.
-No lo soy.
Después de que Ethan les trajo las órdenes y terminaron de comer, Bill decidió invitar a Ethan a dar una vuelta que transcurrió con Ethan y Bill hablando de la nueva línea ropa de Mark Jacob's y Tom atrás, viendo a sus pies mientras caminaba.
Luego de haber tenido suficiente, y sabiendo que no lo notarías, Tom se separó de su hermano e Ethan y se distrajo en una tienda de ropa vintage. Los precios eran muy altos para su presupuesto, pero le llamó la atención lo que había al fondo de la tienda. Parecía ser una pequeña sección de guitarras.
Tom jamás supo tocar la guitarra, y cuando lo intentó mientras Bill dormía la noche anterior, sonaba horrible. Una brillante guitarra color cereza le llamó la atención. Era sencilla y, con un poco de trabajo, lograría comprarla a plazos.
-Tocas la guitarra?-Un muchacho todo tatuado y lleno de piercings se acercó a Tom.
-No. Pero me gustaría.
-¿Alguna razón en especial?
¿Alguna razón? Para que el imbécil que anda tras mi hermano se vea patético junto a mi habilidad de tocar la guitarra y conseguir que mi hermano se enamore de mi.
-No, solo me llama la atención.
-Pues esa guitarra tiene una promoción. Pagas la guitarra en plazos y por un quince por ciento más al mes puedes tomar clases con un servidor.
-¿Contigo?
-Me parece que eso es lo que significa "un servidor".
Tom apenas y podía mantenerse, ahora quería una guitarra y clases. Pues ahora no tiene que pagar mucho, Bill lo alimenta y no tiene necesidad de comprarse cosas como ropa o nada de eso y tendría la posibilidad de tener a su hermano... Hum...
-Me la llevo.
