Desde de ese triste encuentro en el bar, han pasado dos semanas, Bill tiene su animo por los suelos y va de su departamento al trabajo y viceversa, Tom por otro lado está a punto de saltar de un puente, después de tantos días tratando de sacarse a Bill de la cabeza a llegado a una gran conclusión, no puede y eso lo está volviendo loco, no encuentra la formula para sacarlo de su cabeza y más difícilmente de su corazón.
-¿Qué debo hacer para sacarte de mis pensamientos?...¿por qué todo tiene que ser tan difícil y confuso?, además acabo de terminar una relación muy larga, no es tiempo aun para comenzar un nuevo romance...¿pero qué digo?...es un hombre...no puedo sentir algo por un hombre, eso está mal, pero...¿es amor no?, y el amor no tiene barreras, ¡cielos esto es tan difícil!, siento que no hay nadie más que él en el mundo pero me da miedo seguir a mi corazón, quisiera saber como está en estos momentos...de seguro triste, y por mi culpa- se sermoneaba Tom tratando de encontrar la valentía para aceptar lo que sentía por Bill.
Mientras, Bill no había dejado de sufrir por Tom, las noches ya no eran de sueño y descanso, eran de llantos y de insomnio, no podía sacarlo de su corazón, sin dudarlo había aceptado que lo amaba, a pesar de no conocerlo en lo absoluto, para él la cosa era simple, supo que en el momento en que le subió al taxi ya le había entregado su corazón.
¡Din don!, Bill escuchó el timbre y se levantó rápidamente de la cama, tal vez era él.
-Mamá, ¿qué haces aquí? -preguntó el pelinegro a la mujer que lo miraba con un notable enojo en su rostro.
-¿A caso no puedo visitar a mi único hijo?, además no me has llamado en dos semanas, estaba preocupada... ¿estás enfermo hijo?, mira la cara que tienes-
-No mamá, es que no he podido dormir bien-
-Es por ese trabajo, ¿por qué no me haces caso y te buscas otro?, algo más tranquilo-
-No, sabes que ahí me pagan bien, y no es por el trabajo es...-
-¿Por qué es?...te conozco mi niño, se que algo te pasa, sabes que puedes confiar en mi- le dijo su madre abrazándolo y guiándolo hacia el sofá en donde lo sentó y luego se arrimó junto a él.
-No es nada, en serio- mintió Bill.
-No me mientas hijo, ahora quiero que te desahogues y me cuentes lo que te pasa...te escucho-
Bill miró a su madre, sabia que le podía contar lo que fuera pues ella siempre le había dado su apoyo incondicional, se sintió feliz de que estuviera allí, este era un momento muy triste para él y realmente necesitaba de ella -conocí a un hombre...y me enamoré de él- le dijo el pelinegro dejando escapar nuevas lágrimas de sus ojos.
-¿Y por eso estás triste?, ¡ese es un motivo de felicidad, mi niño!- le dijo ella sonriéndole.
-No mamá, no lo es- Bill le contó la razón de su pena.
Simone, lo miró con dulzura, le acarició sus cabellos y besó su frente - mi niño, sabes que no todos los sentimientos de amor pueden ser correspondidos, no puedes echarte a morir por un hombre al que apenas conoces, no me gusta verte así mi niñito- le consolaba su madre cariñosamente.
-Lo sé, pero...no puedo evitarlo, estoy enamorado de él, y no puedo hacer nada al respecto- sollozó el pelinegro en los brazos de su madre.
-Si, hay algo que puedes hacer al respecto...puedes dejar tu trabajo e irte a vivir conmigo y con Gordon, él te quiere mucho y estaría feliz de tenerte en casa de nuevo-
-No, no quiero dejar mi trabajo, y no puedo escapar de mis problemas- alegó Bill separándose de su madre.
-Pero es que no quiero que sufras, daría mi vida por que fueras feliz, eres mi niño pequeño, y no soporto verte llorar y menos por un tonto sin corazón-
-Yo ya no soy tu niño, mamá, tengo veintitrés años y ya es tiempo de que me dejes solo- le reclamó a su madre.
-Siempre lo serás, Bill, siempre serás mi pequeño, y no me digas que no lo eres por que me haces sentir muy mal- dijo Simone poniéndose a llorar -si no quieres ir a vivir conmigo, está bien, pero no me alejes de tu lado, te amo más que a mi vida y eso no lo podría soportar...pero eso tú no lo entiendes aun...talvez si algún día llegas a tener un hijo lo podrás entender- terminó ella parándose del sofá.
Bill hizo lo mismo, y le abrazó con fuerza- perdóname mamá, no quise ser tan malo contigo, yo también me moriría si no estuvieras a mi lado, es solo que necesito afrontar mis problemas yo solo-
-Si, te entiendo, mi niño...pero debes jurarme que nunca dejarás de pedir mi ayuda cuando la necesites, tú sabes que siempre estaré ahí para ti, para lo que sea-
-Lo sé mamá, te juro que siempre acudiré a ti cuando esté en problemas- le dijo apoyando la cabeza en su pecho y recibiendo su tibio abrazo.
Después de muchos arrumacos y frases amorosas, los dos se fueron a la cocina por una taza de café.
Hablaron de muchas cosas y luego Simone le ayudó a hacer la limpieza, pues el departamento estaba muy sucio y el olor a cigarrillo era casi insoportable.
-¡Por Dios Bill!, ¿cómo es posible que fumes tanto?... ¡esto no te hace nada de bien!-le sermoneaba Simone.
-Mamá, por favor...-
-Después de terminar la limpieza te darás una ducha, mientras yo preparo algo de cenar-
-Gracias mamá-
Luego de esa agradable ducha, los dos se sentaron a comer la deliciosa comida que había preparado Simone - por favor hijo, come algo... ¿acaso no te gusta lo que te he preparado?-
-Si mamá, está muy rico- respondió el pelinegro mientras jugaba con su comida.
- Ya se me ha hecho muy tarde y quiero que te comas todo antes de que me vaya, no quiero irme preocupada... ¿si?-
Bill comió toda su comida e hizo que su madre le regalara un gran sonrisa de satisfacción -ya debo irme, pero vendré a verte pronto, mi cielo-
-Me avisas antes para cambiar mis turnos de trabajo-
-Claro mi niño, te amo...por favor cuídate mucho y trata de olvidar- le dijo su madre dándole un fuerte abrazo y un gran beso en la mejilla -nos vemos-
-Nos vemos mamá, yo también te amo y dale mis saludos a Gordon-
La noche volvió a caer y Bill debía regresar a su trabajo, pero la visita de su madre le había subido bastante el ánimo, se cambió, se maquilló y salió a paso firme, sin dejar que la pena que escondía en su corazón, se le notara en sus ojos.
En su casa Tom aun se partía la cabeza para decidirse de una vez, salía y entraba de su casa arrepintiéndose de su última decisión -no es posible que me cueste tanto decidirme, tengo veinticinco años, soy un adulto y esto ¡debería ser malditamente fácil!- gritaba pateando la puerta de su casa - Bill, Bill, Bill...te amo, pero tengo miedo no quiero que me vuelvan a hacer daño, y tengo miedo de experimentar por primer vez con un hombre ¿y si no me gusta?...no quiero hacerle sufrir yo tampoco - se sentía cada vez más confundido.
Al final y después de una hora más de angustia, Tom respiró profundo y salió decidido a buscar a su nuevo y diferente amor, al caminar hacia su camioneta se le ocurrió arrancar una flores que sobre salían del patio del vecino, seria muy poco romántico llegar así nada más a pedir disculpas por segunda vez, así que pensó que unas flores serian un bonito detalle y una buena ayuda.
Se subió a su camioneta y se fue al bar a buscar a su nuevo amor, tardo media hora en llegar, apenas de bajó, corrió a dentro para terminar de una vez con la terrible angustia que le consumía por dentro.
Buscó por todos lados a su ángel, pero no lo encontraba- ¡hey!, ¿sabes dónde puedo encontrar a Bill?- preguntó a un mesero.
-Está en la parte trasera, tomando un descanso, si quieres lo voy a buscar- le respondió amablemente el mesero.
-¿No me podrías decir donde está esa parte trasera?...es que, quiero darle una sorpresa- dijo Tom sonrojado.
El mesero, miró las flores y comprendió a Tom, pues ya todos los compañeros sabían la razón de la pena de Bill - sígueme - le dijo - trataré de que nadie te vea entrar, debes pasar por el baño privado- le explicaba por el camino- aquí es, vamos metete rápido, y sal por la puerta roja-
Tom le agradeció y se metió en el baño.
-¡Suerte!- le gritó el mesero sonriéndole.
Una vez dentro del baño, caminó hacia una puerta roja muy desteñida, la abrió pausadamente hasta dejarse paso para salir, allí sentado en un banco, con un cigarrillo entre sus dedos y muy solo estaba Bill, verlo de nuevo era maravilloso, ver su cara de ángel, en su corazón ya no había cabida para las dudas, era hora de afrontar la realidad, lo amaba y eso era todo.
-Lo siento- dijo poniéndose de rodillas y entregándole las flores, mientras que Bill dejaba ver sus ojos en todo su esplendor, sin poderse creer lo que ellos veían, a Tom, a su amor, por el que había llorado durante muchas noches de angustia, estaba ahí frente a él, diciéndole que lo sentía y entregándole unas hermosas flores, nada podía ser más tierno y romántico , Bill tomó las flores y luego las manos de Tom, haciéndolo sentarse a su lado, lo miró con los ojos llenos de un brillo especial- este es el momento que más he esperado en la vida, desde que te conocí, te convertiste en mi único deseo, te amo Tom, gracias por regresar-
Tom lo miraba con ternura, no le era posible asimilar tanta belleza, tanta perfección- no podía dejar que esto se desvaneciera por una tonta confusión...no me importa si eres un hombre o una mujer, te amo, y solo eso importa, te amo y eso es todo lo que necesito para seguir adelante, lo supe siempre pero no quería aceptarlo...que tonto fui verdad-
-No Tom, creo que es muy difícil darte cuenta de que algo no es lo que crees, no te culpo por hacerme sufrir, ahora se que tu también sufriste, pero ahora estamos juntos, y de verdad deseo que sea para siempre-
-Lo será, Bill, te lo prometo-
Sin separar sus manos, sus caras poco apoco se fueron acercando, hasta sentir sus calidos alientos rozarles mutuamente, ambos cerraron sus ojos para segundos después fundir sus labios en un profundo, romántico y apasionado beso, que le hizo sentir a Tom que no era nada de otro mundo, pero un poco diferente, a su parecer más dulce y exquisito, lo que le dejaba con ganas de no separar nunca más sus labios de los suaves y dulces labios de Bill, su ángel.
-¿Qué debo hacer para sacarte de mis pensamientos?...¿por qué todo tiene que ser tan difícil y confuso?, además acabo de terminar una relación muy larga, no es tiempo aun para comenzar un nuevo romance...¿pero qué digo?...es un hombre...no puedo sentir algo por un hombre, eso está mal, pero...¿es amor no?, y el amor no tiene barreras, ¡cielos esto es tan difícil!, siento que no hay nadie más que él en el mundo pero me da miedo seguir a mi corazón, quisiera saber como está en estos momentos...de seguro triste, y por mi culpa- se sermoneaba Tom tratando de encontrar la valentía para aceptar lo que sentía por Bill.
Mientras, Bill no había dejado de sufrir por Tom, las noches ya no eran de sueño y descanso, eran de llantos y de insomnio, no podía sacarlo de su corazón, sin dudarlo había aceptado que lo amaba, a pesar de no conocerlo en lo absoluto, para él la cosa era simple, supo que en el momento en que le subió al taxi ya le había entregado su corazón.
¡Din don!, Bill escuchó el timbre y se levantó rápidamente de la cama, tal vez era él.
-Mamá, ¿qué haces aquí? -preguntó el pelinegro a la mujer que lo miraba con un notable enojo en su rostro.
-¿A caso no puedo visitar a mi único hijo?, además no me has llamado en dos semanas, estaba preocupada... ¿estás enfermo hijo?, mira la cara que tienes-
-No mamá, es que no he podido dormir bien-
-Es por ese trabajo, ¿por qué no me haces caso y te buscas otro?, algo más tranquilo-
-No, sabes que ahí me pagan bien, y no es por el trabajo es...-
-¿Por qué es?...te conozco mi niño, se que algo te pasa, sabes que puedes confiar en mi- le dijo su madre abrazándolo y guiándolo hacia el sofá en donde lo sentó y luego se arrimó junto a él.
-No es nada, en serio- mintió Bill.
-No me mientas hijo, ahora quiero que te desahogues y me cuentes lo que te pasa...te escucho-
Bill miró a su madre, sabia que le podía contar lo que fuera pues ella siempre le había dado su apoyo incondicional, se sintió feliz de que estuviera allí, este era un momento muy triste para él y realmente necesitaba de ella -conocí a un hombre...y me enamoré de él- le dijo el pelinegro dejando escapar nuevas lágrimas de sus ojos.
-¿Y por eso estás triste?, ¡ese es un motivo de felicidad, mi niño!- le dijo ella sonriéndole.
-No mamá, no lo es- Bill le contó la razón de su pena.
Simone, lo miró con dulzura, le acarició sus cabellos y besó su frente - mi niño, sabes que no todos los sentimientos de amor pueden ser correspondidos, no puedes echarte a morir por un hombre al que apenas conoces, no me gusta verte así mi niñito- le consolaba su madre cariñosamente.
-Lo sé, pero...no puedo evitarlo, estoy enamorado de él, y no puedo hacer nada al respecto- sollozó el pelinegro en los brazos de su madre.
-Si, hay algo que puedes hacer al respecto...puedes dejar tu trabajo e irte a vivir conmigo y con Gordon, él te quiere mucho y estaría feliz de tenerte en casa de nuevo-
-No, no quiero dejar mi trabajo, y no puedo escapar de mis problemas- alegó Bill separándose de su madre.
-Pero es que no quiero que sufras, daría mi vida por que fueras feliz, eres mi niño pequeño, y no soporto verte llorar y menos por un tonto sin corazón-
-Yo ya no soy tu niño, mamá, tengo veintitrés años y ya es tiempo de que me dejes solo- le reclamó a su madre.
-Siempre lo serás, Bill, siempre serás mi pequeño, y no me digas que no lo eres por que me haces sentir muy mal- dijo Simone poniéndose a llorar -si no quieres ir a vivir conmigo, está bien, pero no me alejes de tu lado, te amo más que a mi vida y eso no lo podría soportar...pero eso tú no lo entiendes aun...talvez si algún día llegas a tener un hijo lo podrás entender- terminó ella parándose del sofá.
Bill hizo lo mismo, y le abrazó con fuerza- perdóname mamá, no quise ser tan malo contigo, yo también me moriría si no estuvieras a mi lado, es solo que necesito afrontar mis problemas yo solo-
-Si, te entiendo, mi niño...pero debes jurarme que nunca dejarás de pedir mi ayuda cuando la necesites, tú sabes que siempre estaré ahí para ti, para lo que sea-
-Lo sé mamá, te juro que siempre acudiré a ti cuando esté en problemas- le dijo apoyando la cabeza en su pecho y recibiendo su tibio abrazo.
Después de muchos arrumacos y frases amorosas, los dos se fueron a la cocina por una taza de café.
Hablaron de muchas cosas y luego Simone le ayudó a hacer la limpieza, pues el departamento estaba muy sucio y el olor a cigarrillo era casi insoportable.
-¡Por Dios Bill!, ¿cómo es posible que fumes tanto?... ¡esto no te hace nada de bien!-le sermoneaba Simone.
-Mamá, por favor...-
-Después de terminar la limpieza te darás una ducha, mientras yo preparo algo de cenar-
-Gracias mamá-
Luego de esa agradable ducha, los dos se sentaron a comer la deliciosa comida que había preparado Simone - por favor hijo, come algo... ¿acaso no te gusta lo que te he preparado?-
-Si mamá, está muy rico- respondió el pelinegro mientras jugaba con su comida.
- Ya se me ha hecho muy tarde y quiero que te comas todo antes de que me vaya, no quiero irme preocupada... ¿si?-
Bill comió toda su comida e hizo que su madre le regalara un gran sonrisa de satisfacción -ya debo irme, pero vendré a verte pronto, mi cielo-
-Me avisas antes para cambiar mis turnos de trabajo-
-Claro mi niño, te amo...por favor cuídate mucho y trata de olvidar- le dijo su madre dándole un fuerte abrazo y un gran beso en la mejilla -nos vemos-
-Nos vemos mamá, yo también te amo y dale mis saludos a Gordon-
La noche volvió a caer y Bill debía regresar a su trabajo, pero la visita de su madre le había subido bastante el ánimo, se cambió, se maquilló y salió a paso firme, sin dejar que la pena que escondía en su corazón, se le notara en sus ojos.
En su casa Tom aun se partía la cabeza para decidirse de una vez, salía y entraba de su casa arrepintiéndose de su última decisión -no es posible que me cueste tanto decidirme, tengo veinticinco años, soy un adulto y esto ¡debería ser malditamente fácil!- gritaba pateando la puerta de su casa - Bill, Bill, Bill...te amo, pero tengo miedo no quiero que me vuelvan a hacer daño, y tengo miedo de experimentar por primer vez con un hombre ¿y si no me gusta?...no quiero hacerle sufrir yo tampoco - se sentía cada vez más confundido.
Al final y después de una hora más de angustia, Tom respiró profundo y salió decidido a buscar a su nuevo y diferente amor, al caminar hacia su camioneta se le ocurrió arrancar una flores que sobre salían del patio del vecino, seria muy poco romántico llegar así nada más a pedir disculpas por segunda vez, así que pensó que unas flores serian un bonito detalle y una buena ayuda.
Se subió a su camioneta y se fue al bar a buscar a su nuevo amor, tardo media hora en llegar, apenas de bajó, corrió a dentro para terminar de una vez con la terrible angustia que le consumía por dentro.
Buscó por todos lados a su ángel, pero no lo encontraba- ¡hey!, ¿sabes dónde puedo encontrar a Bill?- preguntó a un mesero.
-Está en la parte trasera, tomando un descanso, si quieres lo voy a buscar- le respondió amablemente el mesero.
-¿No me podrías decir donde está esa parte trasera?...es que, quiero darle una sorpresa- dijo Tom sonrojado.
El mesero, miró las flores y comprendió a Tom, pues ya todos los compañeros sabían la razón de la pena de Bill - sígueme - le dijo - trataré de que nadie te vea entrar, debes pasar por el baño privado- le explicaba por el camino- aquí es, vamos metete rápido, y sal por la puerta roja-
Tom le agradeció y se metió en el baño.
-¡Suerte!- le gritó el mesero sonriéndole.
Una vez dentro del baño, caminó hacia una puerta roja muy desteñida, la abrió pausadamente hasta dejarse paso para salir, allí sentado en un banco, con un cigarrillo entre sus dedos y muy solo estaba Bill, verlo de nuevo era maravilloso, ver su cara de ángel, en su corazón ya no había cabida para las dudas, era hora de afrontar la realidad, lo amaba y eso era todo.
-Lo siento- dijo poniéndose de rodillas y entregándole las flores, mientras que Bill dejaba ver sus ojos en todo su esplendor, sin poderse creer lo que ellos veían, a Tom, a su amor, por el que había llorado durante muchas noches de angustia, estaba ahí frente a él, diciéndole que lo sentía y entregándole unas hermosas flores, nada podía ser más tierno y romántico , Bill tomó las flores y luego las manos de Tom, haciéndolo sentarse a su lado, lo miró con los ojos llenos de un brillo especial- este es el momento que más he esperado en la vida, desde que te conocí, te convertiste en mi único deseo, te amo Tom, gracias por regresar-
Tom lo miraba con ternura, no le era posible asimilar tanta belleza, tanta perfección- no podía dejar que esto se desvaneciera por una tonta confusión...no me importa si eres un hombre o una mujer, te amo, y solo eso importa, te amo y eso es todo lo que necesito para seguir adelante, lo supe siempre pero no quería aceptarlo...que tonto fui verdad-
-No Tom, creo que es muy difícil darte cuenta de que algo no es lo que crees, no te culpo por hacerme sufrir, ahora se que tu también sufriste, pero ahora estamos juntos, y de verdad deseo que sea para siempre-
-Lo será, Bill, te lo prometo-
Sin separar sus manos, sus caras poco apoco se fueron acercando, hasta sentir sus calidos alientos rozarles mutuamente, ambos cerraron sus ojos para segundos después fundir sus labios en un profundo, romántico y apasionado beso, que le hizo sentir a Tom que no era nada de otro mundo, pero un poco diferente, a su parecer más dulce y exquisito, lo que le dejaba con ganas de no separar nunca más sus labios de los suaves y dulces labios de Bill, su ángel.